Álvaro Pombo gana el Premio Umbral por 'Santander, 1936'
El escritor cántabro gana a los 84 años la 13ª edición del galardón, dotado con 12.000, por una novela sobre el asesinato en 1936 de su joven tío falangista, Álvaro Pombo Ibarra
Álvaro Pombo es un escritor con mundo propio que se pone un gorrito de lana a lo André Gide y se echa a escribir novelas como Santander, 1936. Y lo que hace es contar la peripecia falangista de su tío, Álvaro Pombo Ibarra, asesinado ese mismo año y convertido en la novela de su sobrino en un fabuloso trabajo de autoinspección sorteando la complejidad de vivir en la España de aquellos días y en cómo el escepticismo es una de las formas de la bondad, de la supervivencia (incluso).
Pues por esa novela, Santander, 1936, publicada en Anagrama, Álvaro Pombo recibe el Premio Francisco Umbral al libro del año 2023, en su 13ª edición. Un galardón convocado por la fundación del escritor vallisoletano, dotado con 12.000 euros y con una escultura del artista y diseñador Alberto Corazón.
Los vínculos entre Umbral y Pombo son territoriales y de simpatía mutua. El ganador nació en Santander el 23 de junio de 1939, en el centro de una familia de la aristocracia cántabra. En el centro por hijo único. Estudió en los escolapios, donde repitió uno de los cursos y fue invitado a marchar. Para entonces, el adolescente Pombo escribía artículos en la revista del colegio. Cambió los escolapios por los jesuitas y Santander por Valladolid. Cambió el mar por la meseta. Cambió una extrañeza por otra. Entró en la literatura a tientas, como es normal.
Así que Pombo tiene 84 años y el jurado del Umbral ha determinado que Santander, 1936 es "una novela excepcional, a contracorriente, que muestra la alta literatura y la sensibilidad de la que este autor es capaz". Dicen en el jurado "a contracorriente". Y eso es en precisión lo que significa Pombo en las letras hispánicas. Una manera de bracear contra las fórmulas literarias, y las modas, y los gregarismos, y las convenciones. Porque Pombo escribe en Pombo y eso ha dado de sí algunas piezas memorables: El metro de platino iridiado, Donde las mujeres o El temblor del héroe.
La literatura de este creador, incluso en 'Santander, 1936', despliega también una sagaz ironía que es una ética, y una estética, y algo más que risa: principalmente inteligencia. Y una manera de hacer ver que la vida no duele siempre en el mismo sitio. "Aquel tío mío, el protagonista de la novela, al que mataron a los 19 años, pertenecía a la rama liberal agnóstica de mi familia, la de su padre: mi abuelo Cayo. En mi casa de la infancia, en el Muelle 35 de Santander, había una foto de él. Y para mí tenía algo de figura heroica, de un heroísmo falangista que incluía la muerte, no la victoria", dice Pombo al otro lado del teléfono.
Aquel muchacho se dejó arrastras por el entusiasmo juvenil de Falange y la novela recorre los años de 1933, 1934, 1935 y hasta el fusilamiento. "La familia tardó entonces un año en recuperar el cuerpo de donde fue asesinado para trasladarlo a la catedral de Santander", explica el escritor. "Y, finalmente, depositaron sus restos en la cripta del Cristo". El Álvaro Pombo Ibarra de esta pieza era joven y guapo, señorito empobrecido y apenado por la soledad de su padre y por la frivolidad de su madre, esencialmente bueno, falangista por una mezcla de idealismo y angustia vital... Se protegió de ella a través de la política, de la promesa de mundo radicalmente nuevo...
Pero Pombo, el escritor, el de ahora, el nuestro, ataja a su manera impetuosa. A ver. "El asunto interesante aquí no es la novela, no". ¿Entonces qué es? "Pues Francisco Umbral. Su presencia sigue entre nosotros. Su literatura. Su precisión. Su idioma. El artículo umbraliano sigue teniendo vigencia. Bien escrito. Brillante. Presentísimo, porque él escribía del presente, no de lo intemporal".
- Fue muy lector de Umbral.
- Mucho. Y recuerdo una mañana en que le envié una caja de cafetera vacía, sólo el cartón, para que se hiciese un buen café fantasmagórico. Él me respondió con un artículo estupendo. Umbral recoge la realidad de manera asombrosa. Y eso no se ha perdido. Algunos columnistas jóvenes están en esa estela. No imitando el estilo, sino abrazando su espíritu.
Álvaro Pombo tose y sigue escribiendo.