Que
estupendo es caminar por los campos verdes de mi pueblo. Oír encantado la sublime
melodía de una gaita que resuena majestuosa en los alrededores de la pequeña
plaza, frente al Ayuntamiento. Cierro los ojos e inhalo el fresco aroma de las
montañas. Un viento suave me atrae la fragancia de tierras adentro. Sin duda, se
encumbran las ganas de vivir. Esa quietud, esa paz. Es fantástico. ¡Realmente
soy feliz! …
Pero
la felicidad no dura mucho en estos tiempos… ¿No comprendo? Estaba tan tranquilo;
de repente, solo gritos y desesperación se escuchan en cada esquina, en cada
escondrijo. Qué extraño todo. Hasta la claridad del día se desvaneció dejando
un entorno triste y gris. Me causó interés especial, un personaje, en particular,
que me advertía con voz temerosa. Repitiéndome una y otra vez, lo mismo:
_
¡Corre amigo…corre, no te quedes ahí! -Exclamaba desesperadamente-.
Aquel
individuo, raro por cierto, daba increíbles zancadas, pasos tan largos que sus piernas,
pienso yo, no obedecían las señales transmitidas por su cerebro a sus músculos.
Estas se alejaban una de otra como el vaivén de las olas del mar. Como él,
muchos otros se comportaban del mismo modo. Los habían de todas las formas:
regordetes, alargados, brazos largos, piernas cortas; en fin, parecían
personajes salidos de una fiesta de carnaval.
_
¡¿Qué sucede?! -Pregunté casi gritando sin
obtener respuesta alguna-. Válgame Dios, parece una tormenta que se aproxima a
lo lejos y está oscureciendo rápidamente. -mencioné mientras observaba al
horizonte-
A
pesar de todo nadie detenía su veloz retirada. La multitud se desbandaba por un
sinnúmero de serpenteas calles, escondiéndose en cualquier rincón donde
pudieran o donde cupieran. Seguí preguntando lo que ocurría a cada ser que se cruzaba en mi camino; solo, me
indicaban que no volviera la cara atrás. Era sorprendente. Luego, de tanto
insistir, logre detener a uno…
_
¡Corre que ahí viene!... y esta tremendamente furioso. Discúlpame, tengo que
esconderme. Te aconsejaría que hicieras lo mismo.
_
Pero de que hablas ¿Viene quién? -Miré hacía donde me indicó Y…Ohhhh sorpresa,
supe al instante cuál era el problema y exclamé sonriendo- ¡Si es mi jefe! Jajaja
pero que gracioso se ve. Está muchísimo más alto. Diría, todo un gigante, y más
gordo el malvado -Sentencié-.
Lo
único que no cambió, me di cuenta, fue el escuchar sus insultos y matonerías. Práctica
habitual en tal mangante.
_ ¡Maleantes! acaso están de vacaciones. Aquí
hay que ¡TRABAJAR! para yo ganar y solo los nuestros progresar. Ustedes están
en este mundo para eso, para que nosotros vivamos bien. ¡Tú!...qué haces ahí
mirando como un tonto -refiriéndose a mí- ¡Coge el rastrillo, el pico y la
pala! y ponte en marcha, ¡Quiero producción!…
Así
rebuzno y rebuzno con gran soltura de lengua, mientras me observaba con esos
ojos desorbitados que herían mi rostro como el látigo de un verdugo que golpea
sin piedad la piel de su víctima y esa boca espantosamente babosa de perro
rabioso... con tanto balbuceo sentí un repentino mareo y la cabeza me dio vueltas
aquí, vueltas allá, hasta desplomarme al suelo empedrado de la amplia calle
principal del poblado. Y mientras llegaba la estocada final…Ringgggg
sonó un despertador. Sobresaltado y como si viajara en un tren rápido, mire a
todos lados. Desperté, me encontré en una habitación. Mi habitación de dormir,
acostado en mi cama, revuelta de pies a cabeza. Pensé, no era más que una burda pesadilla y reaccione
de aquel sueño volviendo a la realidad. Me di cuenta que el despertador había
sonado hace largos minutos. Nervioso, salté de la cama y aun soñoliento se me
hacía difícil lavarme. El jabón en cada pasada de mano resbalaba insistentemente…
_
Ufffsss…las cinco y media de la mañana. Alabado Señor, estoy retrasado, seguro que
pierdo el trabajo. Conociendo al jefe. -Recordé al susodicho y me reí al
imaginármelo tan rechoncho, fue gracioso-.
Bebí
apresuradamente un café frío. Guarde toda la ropa de trabajo en la mochila y corrí
hasta el coche. Entre tumbos me dirigí a laborar. El viaje aproximadamente es
de hora y media hasta la zona de Ferrol, cerca del puerto. En el trayecto reflexioné
sobre la pesadilla que tuve, salvo algunas cosas, nada iba más allá de la realidad sobre el trato que nos dan. Esa
gente cree que lidera un rebaño de burros. Esta forma de vida ahoga mis
pensamientos; aunque, tristemente recordaba que tenía mejor suerte comparado
con otros en este mundo. Así, observando la indiferencia de otros seres, me
hacían sentir incapaz de lograr metas. Luchar solo para subsistir día tras día
como un esclavo, afrontando desprecios, calumnias, ahogado por las deudas. Pienso
que de esta manera, no es vivir… ¡Oh Dios! este mundo lo describiría como el
escenario perfecto para unos cuantos vividores, maestros del engaño, paladines,
no de la justicia, sino de la gran injusticia. Es así, nos enseñaron la lección,
puesta a la medida, durante años.
Me
llamo Jesús aunque prefiero que me llamen Jesú. No por tener nada en contra de aquel
personaje; solo que cargo mi propia cruz desde mi nacimiento. Este nombre se lo
debo a mi recordada madre. En el instante que nací, el médico un tanto temeroso,
me llevó a sus brazos, diciéndole:
_
Un parto normal mi señora, aquí tiene a su pequeño hijo. Doña Manuela… ¿Qué
nombre le pondrá? …
Ella,
una humilde mujer de buen corazón aunque muy asustadiza. Al verme, exclamo:
¡Jesucristo! Nunca me lo dijo, pero supongo que lo pronunció en un arranque de
miedo al verme tan feo. Con el tiempo he ido mejorando mucho, me reflejo en
aquel cuento del famoso “Patito feo” que solían contarnos los mayores. Aunque
tampoco soy un hermoso cisne…En fin, a pesar de todo me crió como solo una
verdadera madre lo puede hacer junto a mis once hermanos… ¡Hay de mi padre! Un
marinero curtido, fuerte como un roble. En su mayor apogeo daba todo de si cada
vez que llegaba del mar hasta que un día desapareció, supimos por otras lenguas
que teníamos más hermanos por las Américas, ¿Cuántos? no lo sé. Me imagino que
muchos esconderán el mismo episodio, de esta misma película.
Menos
mal mi pobre madre heredó unas pequeñas tierras. Hija única. Sola, afronto las
penurias de criar once niños. Yo soy el sexto y desde un comienzo me hicieron
entender que era como la balanza. El equilibrio entre mis hermanos mayores y
los menores. Que le voy hacer.
Rápidamente
comprendieron los mayores que yo era el favorecido para hacerme cargo de los
más pequeños y marcharon. Hasta el sol de hoy, no supimos de la suerte que
corrieron en este mundo: Serán algunos ricos, otros pobres. Qué sé yo.
El
momento más triste de mi vida, fue tener que perder a mi madre, una tarde de
agosto, sumida en un ambiente raro de invierno. Le prometí entre lágrimas cuidar de mis hermanos menores y creo
que no le fallé, o por lo menos nunca deje que este mundo los arrastrara por el
sendero del mal y ahí están. Crecieron y una vez hechos hombres, marcharon
también. La soledad es ahora mi compañera, dedique toda mi vida a los demás y
me doy cuenta que desaproveche la mía. De niño fui adulto y de adulto me siento
un anciano. Es por eso que tanta maldad me hierve la sangre.
Ya en el local de la empresa donde
trabajo…
_ Jesú, que fue amigo te has retrasado. El
jefe mando decir, te acerques a la oficina. ¿Te encuentras bien?
_
Sí, estoy estupendamente bien, sé que me retrase, seguro, que aunque le
explique las cosas, será lo mismo.
Me preparé para recibir el sermón
del día…
_
Ahhh mi querido Jesú. Sabrás muy bien que estamos en épocas muy difíciles y las
faltas no las puedo digerir, me sabe a poco las razones que me des.
_
Entiendo, jefe. Pero, me gustaría…
_
Nada, esas frases, con esos tonitos no me gustan así que hoy tendrás que
completar tus horas a como diga ¡Yo! entendido.
Bueno, menos mal estuvo algo suave.
Medio pensativo me dirigí hasta mi puesto. La máquina mezcladora de cemento
siempre fue mi compañera. Sin imaginarme, el jefe nuevamente se acercó hasta mí
y con un aire chulesco me habló:
_
No, no, no Jesusito…Hoy tendrás que hacer masa a mano, atrás del local te
espera un grupo de gente que espera masa fresca y bien hecha. Tienes una
hormigonera acorde a tus facultades. Jajajaja.
Ya me parecía que esto era demasiado
raro, con este jefe. El calor empezaba a salir sin compasión, tostando la piel
a su libre albedrío. Las paladas de arena, graba, sacos de cemento y agua, iban
y venían sin parar. Menos mal estaba algo en físico y soportaba bastante bien
esta tortura. Las horas pasaban y hormigonar el camino detrás del local era un
suplicio, parecía interminable.
Mientras iba preparando la amasada,
me acerque a la hormigonera para colocar el cemento. Miré fijamente en el
interior de la cuba y una sensación extraña me invadió. Era como si me diera
vueltas la cabeza y de repente, un largo brazo me invitó a entrar. Nadie se
fijaba, traté de que alguien lo mirase también; pero, nada de nada. Sonreí
pensando que era una broma y extendí mi brazo para coger la mano extraña. Sin
más me vi girando dentro de la susodicha cuba, cerré los ojos y sentí al mundo
ponerse patas arriba. Rápidamente un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Cuando
abrí los ojos, me encontraba en un lugar muy extraño, sin color, su aspecto era
gris, todo parecía hecho con solo hormigón: Pisos, muros… Un frío recorrió mis
huesos. De una esquina un rostro alargado me miraba sin pestañar.
_
¿Quién anda ahí? ¿Quién eres tú? –Preguntaba con insistencia- Por qué me has
traído hasta aquí…
_
Hola Jesú, Sabíamos que vendrías hasta nosotros. Por lo que te corresponde eres
uno de los elegidos.
Aquella voz me intrigo muchísimo, de
qué carallo hablaba. Mientras trataba de reaccionar; ya no era un solo
personaje que me observaba, sino más bien varios, eran como en mi pesadilla:
Grandes, pequeños, delgados, regordetes... Lo que más me intrigaba eran sus miradas tristes, opacas como el lugar.
_
Jesú, amigo, te encuentras en el país de las pesadillas. Un mundo donde se va
alimentando con los miedos y las ansiedades de ustedes, los seres humanos.
Aunque parezca mentira, nosotros también sufrimos los ataques de un ser muy
poderoso que ha aprendido a alimentarse de los temores de los que infringimos
temor. Parece irracional, pero es cierto. Hemos contactado con millones de
personas, tú eres una de ellas que nivelará la balanza entre el mundo real y el
irreal.
_
Vamos a ver, me estás diciendo que esto es real. Bueno, bueno… dentro de lo
irreal…No sé, trata de explicarte mejor. Estoy completamente estupefacto.
_
Está bien, nosotros somos quienes entramos a tu mundo mediante el sueño que
aflora en ustedes los humanos. Nos adueñamos de vuestros temores a los que
ustedes llaman pesadillas. Pero, de un tiempo atrás a llegado un ser mucho más
terrible que se ha adueñado de este mundo y nos obliga a ir más allá de la
simple quimera que es la pesadilla y en su castillo cerca del río de la
desesperación está acumulando las ondas más negativas para destruir a tu mundo,
haciendo que mientras duermen, mueran. De esta manera gobernará en tu mundo y
en todos los que se presenten en su camino…
_
Jajajaja. Que broma de mal gusto. Esto ¿No es verdad?...
_
No nos crees ehh. Pues mira.
Mientras reía, empezaron a revivir
mis más oscuros temores. Vi como una gran ola volcaba el barco donde navegaba
mi padre, sentí como se ahogaba, muchas imágenes de mis hermanos sumidos en la
tristeza, mi madre llorando a escondidas las penurias del pasado, mi jefe
despreciándome sin compasión…
_
Basta, basta ya es suficiente -grité- que quieren que haga…
_
No podemos decir que lo sentimos porque entenderás que es nuestro trabajo. Solo
te pedimos al igual que a los demás humanos que hemos contactado nos ayudes a acabar
con este descontrol. Bien, tendrás que guiarnos hasta la cúpula donde se
encuentra el rey Modorro. No será fácil, sus lacayos lo protegerán hasta el
final.
_
Vaya nombrecito de ese tal Modorro. Tendremos que darle por ese morro. Aja y
que ganaré si vencemos…
_
Pues cuando acabe todo, obtendrás una gran recompensa.
A la mañana siguiente. Bueno
¿Mañana?... Que digo, aquí no existe el tiempo. Todo es tan gris en este mundo.
Pues, al momento me encontré vestido con una ropa interesante, digna de un gran
General, me veía tan gracioso y mí ejército: Lanceros rechonchos, caballeros
larguiruchos montados en caballitos de mar. Poco a poco, todos estos seres
extraños se fueron arremolinando junto a
mí. Una voz se escuchó como un trueno y me dijo: “A sus órdenes General”…Me
trajeron un dragón dorado, y lo monté con mucho cuidado. Me daba temor ver su
rostro. Era un poderoso ejército. Fue la primera vez que me sentí un gran
hombre, capaz de realizar grandes proezas, sin que nadie me las imponga. Jamás
en mi vida me sentí tan bien.
Ya, bordeando el río de la
desesperación, una emoción extraña me invadió, y a toda la multitud. Grandes
surcos de lágrimas caían a borbotones por los extravagantes rostros de mis
soldados, formando charcas que al ir creciendo sumergían de golpe a dichos
personajes, desapareciéndolos del lugar. Comprendí que tenía que actuar…Les
ordene cerrar sus mentes y despertar, saliendo del sueño profundo en la que se
encontraban en el momento. Pensé, que ilógico, pues ellos son parte de un
sueño…
_
Adelante mis valientes a tomar la orilla del río y cruzarlo sin demora.
_
Señor ¿Cómo lo cruzaremos? –Preguntó uno-
_
Soldados rechonchos, abrazarse unos con otros y los soldados larguiruchos
entrelazarse por los costados. Así, formaremos un puente compacto.
Dada la orden, todo salió de
maravilla, logramos cruzar el puente y aunque al otro lado nos esperaba un
sinnúmero de lacayos de Modorro, nuestra moral fue creciendo. La lucha se hizo
intensa, cada certero golpe hacía desaparecer a cualquier personaje fuera del
entorno.
_
Mi General estamos llegando cerca de la gran cúpula-Me repetían mis soldados-
De repente, la gran cúpula se
abrió en dos y una inmensa sombra oscura irrumpió llenando el ambiente de
sonoras carcajadas burlonas. Todos se detuvieron. Una voz tronadora parecía que
rompía mis tímpanos. Al mismo tiempo, empecé a escuchar la voz de mi padre
diciéndome que no era hijo suyo, mi madre burlándose de mi fealdad al nacer,
mis hermanos mayores vociferando lo tonto que fui al permitirles hacerme cargo
de los menores y ellos burlándose de lo solo que me encontraba. Era totalmente desagradable.
Empecé a sentirme triste, desolado. A su vez mi ejército iba desvaneciéndose.
Parecía todo perdido. Miré a lo que parecía el horizonte y dentro del gris
entorno una luz empezó a reflejarse. Sentados en unas butacas, como en el
teatro, estaba toda mi familia: Mi padre, mi madre, mis hermanos. Sonriéndome.
Me dio ánimo para seguir luchando con tan maligna presencia. Levante el rostro
y miré fijamente a mi contrincante. Por un instante todo se acalló. Una vez más
aquel personaje se río burlonamente y quitándose la capucha que cubría su cara.
Walá…apareció el mangante de mi jefe.
_
¡JESÚÚÚÚ!...Que haces aquí no te mandé hacer hormigón, eres un mal obrero, voy
a largarte de la empresa para que aprendas…
Me sentí con fuerzas por primera
vez para contestar a tan abusivo hombre, solté lo que nunca pensé que podría
decir, mi pecho se lleno de orgullo y por largo rato fui yo quien rebuzno y
rebuzno tanto, que el susodicho, iba hinchándose como un globo. Cuanto más me
descargaba, más requeterechoncho se ponía. Hasta que una gran explosión
ocurrió. Aquel mundo gris empezó a llenarse de colores, convirtiendo aquel lugar
en pesadillas multicolores, que solo subsistían en los sueños.
_
Mi querido Jesú, acabas de dar tu granito de arena a la causa. Tu misión acabó.
Te regresaremos a tu mundo y recuerda que la virtud de un hombre se mide por
las buenas acciones que haga en su vida; aunque tropiece, siempre seguirá con
la frente en alto. Vuelve a tu mundo amigo nuestro…
Ringgggg… Sonó un despertador. Me había quedado dormido.
Tenía que correr rápido, ya que me hice tarde para llegar a tiempo al trabajo. Qué
cosas, recordé el sueño que tuve y pensé que era algo bonito. Me tomé un café
frío y salí pensando que el mangante de mi jefe me iba a dar un tremendo sermón
al llegar a la fábrica.
_
Jesú, que fue amigo te has retrasado. El jefe mando decir, te acerques a la
oficina. ¿Te encuentras bien?
_
Si estoy estupendamente bien, sé que me retrase, seguro, que aunque le explique
las cosas, será lo mismo.
_
Bueno, ya veremos.
Me preparé para recibir el
berro del día…
_
Ahhh mi querido Jesú. Te paso algo. Espero que no.
_
Nada jefe, simplemente me retrasé un poco, espero por favor me disculpe y le
aseguro que no volverá a pasar.
_
Muy bien Jesú te comprendo. Venga, ve a tu puesto. Hoy va a ser un gran día…
Mientras me dirigía a mi zona
de trabajo, tuve la sensación que me observaban y aunque no ubicaba el lugar. Una
suave voz penetro en mis oídos.
“Disfruta
tu gran recompensa, amigo Jesú. Nuestro gran General” ...
* Relato que participó en el X Certamen de Relato Corto "Gerald Brenan", cuyo premio fue otorgado a la escritora Salmantina Mercedes Blanco Rodríguez con su trabajo "El tributo del César".
No hay comentarios:
Publicar un comentario