Ganadores Concurso “XII Certamen de Cartas de Amor”
A continuación, te dejamos las dos cartas ganadoras de esta última edición del concurso, así como los nombres de los escritores.
Categoría “Cartas desde Cobisa” : Ganadora Lucía Urban
Enero de 1818
A mi amiga y mayor confidente:
Me encuentro hospedado en los bosques de los Alpes suizos. Te encantaría este
lugar, aunque no sé si tanto como la noticia que estoy a punto de darte. Me he
enamorado de una joven llamada Crina. La conocí aquí, en el mercado del pueblo.
Por primera vez en mi vida he sentido que no me miraban con horror, miedo o
asco. Se trata de una chica gitana que se dedica a la adivinación y curanderismo
junto a su familia. Dos de sus hermanas cantan, bailan y saben tocar un sinfín de
instrumentos, el pequeño es aprendiz de artesano con su padre. Tienen un puesto
ambulante con todo tipo de objetos hechos a mano y su madre se dedica a las
hierbas medicinales, ungüentos y brebajes de fuerte olor que sólo ella sabría
explicar de qué se tratan. Crina lee las cartas, las manos, sabe sobre astrología e
interpreta sueños. A pesar de que todos tienen el pelo negro carbón y los ojos
azules, ella es la única en tenerlo de un dorado esplendoroso y ojos verde
esmeralda. Es alta, sorprendentemente alta y siempre desprende un dulce aroma a
canela al andar. Me ha aconsejado ir al Ártico, ¿puedes creerlo? Dice que ahí
hallaré mi propósito más anhelado, aunque también una tristeza inesperada.
Asegura que yo soy mucho más humano de lo que ningún hombre que ella ha
conocido será jamás y eso fue lo único que me bastó para pedirle matrimonio. Por si
te lo estás preguntando, sí, aceptó a condición de que resolviera ese asunto
pendiente en el Ártico antes de la ceremonia. Es un alma libre, risueña e inteligente,
con curiosidad por lo extravagante. Me inquieta lo que se avecina.
Mi querida Mary Shelley, no imaginas lo feliz y vivo que me siento.
Espero noticias tuyas pronto.
-La criatura,
a/e Frankenstein.
Ganador categoría “Desde cualquier lugar del mundo”: Manuel Jorques
Jardines de palacio. 30 de mayo de 1346.
Mi querida princesa:
El esfuerzo con el que os escribo esta carta está siendo sobrehumano. Para
empezar, mis membranosos dedos se aferran con extrema dificultad a la
pluma, que continuamente se me resbala y se me pierde entre las rocas que
circundan la charca. Perdonadme, pues, mi mala letra y la ínfima pulcritud con
que os la presento, pues tras intentarlo sucesivas veces al final tuve que darme
por vencido y entregarle a la paloma mensajera el resultado menos malo de mi
arrojo por el que recibís estas palabras.
Bastante trabajo me costó conseguir papel y tinta. Fue en el despacho de su
majestad el rey, vuestro padre, donde un ratoncillo que abreva por estos
contornos pudo hurtar un pedazo de pergamino. Lo de la tinta, os lo aseguro,
fue más complicado. En vano los perros a los que se les permite dormir en
palacio husmearon dónde encontrarla. Finalmente, gracias al ingenio del zorro
que de vez en cuando os saquea los gallineros, fue posible interceptar un
pequeño cargamento de calamares cuando el pescadero de la Corte se había
emborrachado hasta las trancas.
Con todo ello espero que os pongáis en mi lugar y atisbéis el infierno en el que
vivo por vuestro encomiable recato, que jamás pondré en duda porque
entiendo que lo que os estoy pidiendo desde antaño atenta contra la
compostura de la que una dama de vuestra alcurnia debe hacer gala.
Y, sin embargo, sin ánimo de resultaros enojoso, ¿estáis segura de que no
puedo robaros un beso? Sabéis que con solo un beso mi destino sería otro al
de este aburrido chapoteo que combato cazando insectos con la lengua e
hinchando el buche cuando algún depredador me amenaza. Un beso vuestro,
mi señora, uno solo, un roce de vuestros labios sobre mi pegajosa piel me
libraría de este maldito hechizo y de batracio tornaría en caballero. Y os
aseguro que buena planta tengo, y hecho hombre recuperaría mis posesiones
y tesoros para dároslos como ofrenda.
Ya os cansasteis de atender a mis súplicas y jamás salís a pasear por los
jardines de palacio. Preferís otros divertimentos más mundanos en la villa
mientras yo me marchito croando a la luna como un poseso. Tened piedad, mi
señora. Apiadaos de este pobre sapo hechizado.
Un beso. Únicamente un beso os pido. Juro que jamás revelaré vuestro
pecado, porque sé que vuestro buen nombre quedaría en entredicho si alguien
se enterara de que habéis cedido a mis súplicas.
Un beso, mi princesa. Pensadlo. Concededme esa gracia.
Vuestro enamorado batracio.
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