miércoles, 12 de agosto de 2015

MARINA TSVIETÁIEVA: Compendio de amarguras.

'Diarios de la Revolución de 1917', de Marina Tsvietáieva 

   La escritora Marina Tsvietáieva.

La escritora Marina Tsvietáieva.


     La perplejidad, el dolor y la incomprensión de una poeta en los días que estremecieron al mundo


La biografía de Marina Tsvietáieva es un compendio de amarguras. Tenía apenas 25 años cuando el Palacio de Invierno fue tomado por los bolcheviques. Entonces ya estaba casada con un oficial del Ejército que, si hemos de creer lo que dice en la selección de notas que se recoge en 'Diarios de la Revolución de 1917', le prohibía leer novelas y le daba los tomos de 'El Capital' como lectura de cabecera.
Tsvietáieva procedía de una familia culta y acomodada. Su padre había fundado el Museo Pushkin de Moscú y ella había comenzado a escribir poesía siendo muy joven. En 1922, el ambiente en la Unión Soviética era tan opresivo para ella que se exilió en Praga. Dos años más tarde se fue a París, pero nunca logró superar la depresión derivada de haber salido de su país. En 1939, cometió el error de regresar a casa, siguiendo los pasos de su marido. Allí presenció como a este y a su segunda hija se los llevaban arrestados. La mayor había muerto en una casa de acogida a la que había sido enviada por la miseria en la que vivía la familia, a consecuencia del ostracismo al que Tsvietáieva fue condenada.
Sin piso y sin trabajo, escribiendo sin cesar sus poemas y obras de teatro en hojas sueltas, Tsvietáieva conjuraba la muerte y el olvido. Eludió este último pero buscó la primera: se suicidó en 1941, a los 48 años.
'Diarios de la Revolución de 1917' es el relato fragmentario y desasosegante de cómo se vive una revolución cuando no se está entre los triunfadores. "Así me quedó grabada esa, mi primera visión de la burguesía durante la Revolución –escribe–: las orejas, ocultas bajo los gorros, las almas, ocultas tras los abrigos, las cabezas, ocultas en los cuellos, los ojos, ocultos tras los cristales". Y más adelante, cuando está en una casa de campo, trabajando como una criada y sufriendo el desprecio de la dueña, que ahora cree que toda persona con un nivel cultural que denota su ascendencia burguesa está a su servicio: "Yo, la verdad es que no puedo fregar el suelo, –¡me duelen los riñones! Usted seguro que se acostumbró de niña. Trago mis lágrimas en silencio".

Este es un libro terrible en su sencillez. El relato de un tiempo en el que se beneficiarion de la Revolución gentes sin escrúpulos que aprovecharon para enriquecerse y ajustar cuentas con sus enemigos, reales o ficticios. Anota la autora en su diario, ya en 1919, que ha escrito una carta a un amigo en la que confiesa estar "desesperada por la miseria de los días, asfixiada por la cotidianidad y la imbecilidad ajena". La utopía bajando a la calle y manchándose de barro con las salpicaduras de las botas de los nuevos dictadores.

FUENTE:    EL CORREO.com

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