lunes, 10 de febrero de 2014

RELATO "LA HECHICERA"


                          LA HECHICERA


  
                                                                   LÁPIZ ANDANTE




            James y Margaret son una pareja de turistas británicos, quienes acompañados por sus gemelos John y Bryan. Viajaron desde su Londres natal, hasta la ciudad de Santiago de Compostela, para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Consiguieron un espléndido paquete promocional. Este incluía el alquiler de una casa rural en la provincia de Pontevedra. Cerca de un pueblo de nombre Arbo, a orillas del río Miño.
             La primera semana fue espectacular. Los días transcurrían, y la semana siguiente se pusieron rumbo a Pontevedra. La ruta por la autopista se hizo tranquila.
_ Querida Margaret. Menos mal los niños duermen. Según el GPS estamos cerca de Arbo. No me acostumbro a conducir por el lado contrario, al que lo hacemos en Londres –decía James-
_ Pues ¡sí! Cariño. Los niños están muy cansados; pero, te apuesto unos euros a que se despiertan, rápido, cuando detengas el coche.
             Llegaron cerca de las 14:00 horas y como predijo Margaret. Los niños espabilaron cuando el marido detuvo el coche. Ellos con esa inquietud que les caracterizaba, corrieron a inspeccionar cada rincón; dentro y fuera de la casa. Descubrieron que en dicho lugar, también se podía disfrutar de un pequeño embarcadero, con su respectiva embarcación. Una lancha de motor muy bonita…
             Mientras hacía la cena Margaret. James y los niños se dedicaban a recoger cortes de leña que estaban apiladas en un caseto, cerca de la casa. Así alimentaría la chimenea con un poco más de fuego. Aunque no hacía frío, la tarde se puso algo fresca.
             De los niños, John era el más rebelde. Intentaba siempre incriminar a su hermano cada vez que cometía alguna trastada. No era cariñoso. En cambio, Bryan era más tranquilo y a pesar que su hermano le culpaba de cosas que no había hecho, nunca se quejaba.
             Aquella noche, mientras dormían, Margaret despertó a su esposo para avisarle que escuchó un ruido, por fuera de la casa. James, sobresaltado, salió a investigar. Dio varias vueltas alrededor y cuando regresaba junto a su esposa, se fijo que una persona estaba de pie mirando hacia el río. Junto al embarcadero. Avanzó lentamente hasta encontrarse a un metro del sujeto y sin darle tiempo de decir algo, escucho una voz fuerte que se dirigía a él…

_ Las noches se hacen agradables cuando se juntan el buen tiempo y el sonido del río. Créame que las apacibles aguas son espejismos que ocultan dentro complicadas historias que para gente extraña no significa nada…Mi nombre es Manuel-pronunció mientras giraba el cuerpo- solo le pido que respete esas quietudes.
_ Usted no cree, caballero, que no es bueno ir andando por las casas a estas horas, como cualquier ladrón. Con el respeto que usted se merece.-refutó James-
_ Tiene usted toda la razón amigo. Sabe, esta casa lleva años, de los que recuerdo, sin ser habitada. Hace poco la arreglaron para alquilar a turistas; y aunque le aseguro que no hay mal ninguno ahí. Tenga cuidado si se atreve a navegar por las aguas de este río. Les aconsejo que lleven una pequeña piedra y la coloquen en sus bocas para que los malos espíritus no jueguen con su destino…
             Cuando termino de hablar, aquel raro personaje, un fuerte viento hizo que James se cegara por un momento. Al abrir los ojos, tal fue su sorpresa que no tenía a nadie a su alrededor. Estaba completamente solo. De regreso y en cama le contó a su esposa lo sucedido. Ella se impresionó por la forma del encuentro; más, las palabras del personaje no le causaron ningún cambio específico.
             A la mañana siguiente. Después de un merecido y reconfortante sueño, toda la familia se encaminó al bosque para disfrutar de un ameno paseo. A eso del medio día, regresaron.  Los niños, siempre inquietos, propusieron a sus padres ir a navegar un poco por el río, aprovechando la lancha que tenían en el embarcadero. Los padres sin ningún problema, aceptaron.
             James puso en marcha la embarcación y mientras comenzaba a surcar el río. La silueta de aquel hombre que conoció en la madrugada. Estaba nuevamente de pie en la orilla. Observaba con una mirada inquietante. Margaret se acordó del comentario que le hizo su esposo. El cual, mirándole a los ojos le dijo en tono burlesco: -No creerás tonterías- a la que ella contestó: -Por supuesto, en estos tiempos quien se puede imaginar estupidez alguna-. 
             Siguieron su rumbo cada vez más alejados de la orilla. El clima era benigno. Nada presagiaba que pronto una extraña experiencia les iba a cambiar la vida. El cielo empezó a transformarse. La claridad iba desvaneciéndose lentamente. Las aguas empezaron a embravecerse y hacía que la embarcación bailase al compás de las aguas inquietantes. De pronto, parecía de noche. Excitados, decidieron regresar. Camino al embarcadero comenzó a fallar el motor. Los niños se asustaron tanto que John, el más rebelde, juraba a todo pulmón que nunca mentiría y que jamás haría mal ninguno…
            Una sensación escalofriante recorrió el cuerpo de todos los miembros de la familia; cuando irrumpió de repente una fantasmagórica aparición, que con voz de otro mundo berraba incesantemente.
_ ¿Quién ha osado irrespetar mis dominios?...Malditos sean. Yo la hechicera. La reina de las oscuras profundidades he de castigarles. A ti te digo-refiriéndose a James- Hoy tu gran castigo será pagarme con el alma de tus hijos. Ellos ahora me pertenecen.
             De un pequeño remolino que se formó cerca de la embarcación emergieron dos hombres con piel de peces. Por más que intentaron luchar James y Margaret no tuvieron la fuerza necesaria para poder salvar a sus pequeños que desaparecieron dentro de las opacas aguas del río, arrastrados por tales personajes. Así como oscureció el día; de repente, el sol regresó inmediatamente. Las aguas se calmaron y el motor de la lancha empezó a funcionar. Los padres, desesperados, se lanzaron al río en busca de sus hijos. No los hallaron, por más que se zambulleron una y otra vez.
             Sin poder hacer, más nada, regresaron a la orilla. De prisa, corrieron hacia la casa para avisar a la policía y una voz los detuvo al instante. Era la del extraño personaje Manuel.
_ Usted nuevamente ¿Dónde están mis hijos?-le reprocho James-
_ Yo le advertí. Es mejor que no llame a nadie. No le creerán nada de lo que diga. Lo primero, hay que calmarse. He de explicarle lo que tenemos que hacer. Apresurémonos.
_ Dios nuestro. Esto es inimaginable. Por qué nos sucede esto a nosotros. Mis niños, mis pobres gemelos. Hare todo lo que me pida; pero, por favor ayúdenos…-imploraba Margaret-
             Dentro de la casa. Manuel le pidió a James que hiciera un poco de café y que una vez en la mesa, con más tranquilidad, les explicaría la manera de recuperar a sus gemelos.
_ Esta noche mientras duermas. Invocaré la presencia de tus hijos y en sueños te hablaran. Recordarás cada palabra que te digan. Hemos de hacer al pie de la letra sus deseos. No tengas miedo. Tu esposo y yo velaremos por tí.
             La noche se hacía eterna y aunque Margaret se resistía a dormir, no tuvo el aguante y se rindió al sueño profundo. Ambos hombres observaron, a los pocos minutos, como el rostro de la mujer cambiaba de expresión. Manuel miró a James y le pidió-descansemos nosotros y dejemos que tus hijos charlen con su madre. Mañana será otro día-…
             Y así fue. A la mañana siguiente. Margaret, dirigiéndose a su esposo y a Manuel, les manifestó:
_ Esto es lo que me dijeron en sueños: “Cuando llegue la media noche y la luna llena irradie con su mayor intensidad. La hechicera aparecerá en medio del río con sus lacayos. Ofrecerá nuestras almas al gran maestro hechicero. Si logra su propósito, su poder será infinito y revivirá a todos los seres oscuros de las profundidades del río. Aparecerá, luego, ante vuestros ojos, dos criaturas extrañas como nunca vieron jamás. Seremos nosotros. Ofreceremos nuestras cabezas, en contra de nuestra voluntad, para que sean sacrificadas. Cuando la hechicera levante su ponzoñosa daga, sólo habrá una oportunidad. Un certero disparo en todo el centro de una estrella grabada en su mano izquierda, hará que pierda parte de su poder sobre nosotros. Será la única manera cuando logremos defendernos.”
             Al día siguiente. John, Margaret y Manuel preparados, buscaron un lugar para esconderse. Esa noche la luna empezó a relucir, un tanto opaca debido a las nubes que disfrazaban su brillo. Ocultos entre unos poblados arbustos. Esperaron.
             Al llegar la media noche, observaron que la luna iba liberándose del yugo de las nubes, mostrando toda su imponente luz. El brillo hacía ver la piel del río como un suelo repleto de diamantes. Una vez más, un remolino deshizo la prodigiosa visión que ofrecía la luna reflejada en el río, para dar paso a una escalofriante y vil figura enmarcada en la malvada hechicera. Mientras surgía del río, pronunciaba:
_ “Gran padre hechicero, vengo a ti para ofrecerte en sacrificio a mis hijos. Esta noche, sellaremos, con sus cabezas, nuestro pacto que durante siglos juré ofrecerte”…
             Mientras ella berraba tales palabras. Dos grandes monstruos, en forma de lampreas gigantes, aparecieron rozándose la piel, hasta colocarse frente a la hechicera. Sus cabezas se postraron, una sobre otra, justo a la altura de la cintura de la malvada bruja. Luego de unas frases, en un idioma extraño. Levantó las manos que sujetaban una rara daga. Manuel en silencio cogió de su maletín un rifle y sereno apuntó hacía la marca dibujada en la mano de la hechicera. De un único y certero disparo, hizo que soltara la daga. Mientras esta giraba para ver de dónde vino el disparo. Los niños convertidos en gigantes lampreas ya no estaban bajo el influjo malévolo de la hechicera. Los hombres pez trataron de detener el embiste de los gemelos; pero no pudieron. La hechicera trato de contrarrestar; más, siendo envuelta de manera rápida, le fueron quitando el aire suavemente, hasta que desapareció convertida en escamas. Sus lacayos, al ver lo sucedido. Huyeron.
             John, Margaret y Manuel salieron de su escondite para correr hacía la orilla del río. Las dos monstruosas figuras se acercaron hasta la orilla también y mirando fijamente a su madre se postraron a sus pies. Ella, los abrazo con tal amor que las lágrimas goteaban intensamente, surcando su rostro, hasta caer al vacío y bañar la piel de los monstruos.
             Increíblemente empezaron a transformarse y ahí estaban, los gemelos abrazados a su madre. John se acerco a ellos y también se sumo a tan hermoso momento. Al volverse para darle las gracias a Manuel. No lo ubicaron. Pero, un hermoso lobo, piel dorada, se hallaba en su lugar. Los miró por un instante y luego corrió adentrándose en lo espeso del  bosque. Entendieron que su amigo, marchó.
             El tiempo pasó, desde aquella vez en que un viaje de vacaciones se convirtió en una pesadilla; pero, con un final feliz.
             Londres. La familia se reúne cada año para celebrar. Primos, tíos, sobrinos.  A la familia de John, por este día, le tocó ser el anfitrión. Reuniendo a todos en la sala. Sonrió y sonriendo a Margaret, sus hijos y sus nietos. Miró a sus familiares y les dijo:

_ “Hoy les contaré una historia que aprendimos, hace muchos años, en un viaje que hicimos a una tierra mágica llamada Galicia. Sé que les va a encantar…”.




* Relato que participó en el XXXX concurso de cuentos "Ciudad de Tudela"


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