Hasta la agonía azul de Collioure
En su nuevo libro, 'El mundo mago', la
poeta cordobesa Elena Medel guía al lector por la obra de Antonio Machado,
"un autor que te acompaña siempre y que, en sus versos, te cambia el
mundo".
Elena Medel (Córdoba, 1985) acaba de reunir también todos sus
poemas en 'Un día negro en una casa de mentira', libro editado por Visor.
Escribió Milan Kundera
que "cuando un artista habla de otro, siempre habla (mediante carambolas y
rodeos) de sí mismo" y Elena Medel (Córdoba, 1985) está tan convencida de
ello que ha abierto con esta cita tomada del ensayo El encuentro del autor checo su último libro, una
investigación muy personal sobre la vida y obra del poeta Antonio Machado que
ha titulado El mundo mago y publica la editorial Ariel.
La autora de Chatterton,
Premio Loewe a la Creación Joven y una de las voces más interesantes del
panorama lírico en español, recorre en estas páginas la producción literaria de
Machado, consciente de que el autor de Proverbios
y Cantares forma parte de la
educación sentimental de los españoles, "con independencia de la
generación a la que pertenezcamos". "Lo hemos leído en familia, en el
colegio y en el instituto; hemos escuchado las canciones de Serrat; todo el
mundo tiene una antología suya en casa... y hasta hemos confundido con un
refrán algo que nuestros abuelos repetían, 'La primavera ha venido y nadie sabe
cómo ha sido', y resulta que eran unos versos de Antonio Machado que habían
perdido su autoría para formar parte de la cultura de todos".
Medel parte de su memoria lectora y relación biográfica con el poeta enterrado
en Collioure (Francia) para iluminar sus versos abordando un tema por capítulo:
los sueños, el feminismo, el dinero, la educación, el amor, la fe, España...
Porque está convencida de que Machado "es un poeta que te acompaña
siempre, que te sirve para descubrir la vida y aprender sobre ella. En sus
versos, Machado te cambia el mundo".
En su caso, también fue así: cuando abandonaba la literatura juvenil para
abordar otro tipo de libros, comenzó por leer una antología de la Generación
del 27 a la que siguió un volumen de lasPoesías Completas de Machado que había pertenecido a su
madre, a quien la cordobesa -ahora afincada en Madrid, desde donde dirige la
editorial La Bella Varsovia y diversos proyectos culturales como la revista Eñe- ha dedicado este libro que
está teniendo una excelente recepción.
"Descubrí a Antonio Machado a través de la mirada de mi madre, que tenía
dos años más que yo cuando leyó estos poemas porque se lo habían indicado en el
instituto, y esa mirada de una madre que aún no lo es porque es adolescente
guió mi lectura. Con Machado crucé la adolescencia, volví a leerlo en la
juventud, cuando se multiplicaron mis dudas, y ahora a los 30 sigue
interesándome. Aunque años atrás me apasionaba La tierra de Alvargonzález, con
su doble lectura y su doble escritura, ahora el Machado que más me zarandea es
el de Juan de Mairena.
Realmente es un poeta que nunca se agota, siempre te permite nuevas lecturas y
enfoques distintos", explica. Su afán ha sido "construir un libro de
lectora, porque ya hay excelentes biografías y una apabullante bibliografía de
filólogos que han trabajado sobre él. Yo he querido hacer un libro más
intuitivo, donde una lectora de Machado apela a otros que también lo son. Y por
eso me he fijado en temas que me interesan como escritora y como lectora".
Entre esas cuestiones está, por ejemplo, la relación de Machado con la
escritura. "Ninguno de sus poemas alude a los motivos que le decidieron a
escribir. Pero no se trata de que no le parezca jugoso reflexionar sobre la
escritura, sino que prefiere 'los mundos sutiles'; la complicidad con el lector
inteligente que habrá de completar el poema. "Machado, además, siempre
vuelve a los lugares en los que siente segura su poesía (el ámbito del corazón
y del discurso cercano), y se apoya en motivos que se van repitiendo a lo largo
de su trayectoria, como el color azul que equivale a la felicidad de los cielos
sevillanos de la infancia o la tierra yerma de Castilla, que para él es el
símbolo de un país que no progresa".
Otro aspecto que le fascina de Machado es "que, junto a los grandes temas
por los que se extiende su compromiso, como la ciudadanía, la libertad o la
amistad, hay otros menores que surgen una y otra vez enhebrando su escritura.
Por ejemplo, el tema del amor. Pensamos que tiene un peso importante en su obra
pero al leerla vemos que es la excusa para hablar de otro asunto. En un poema a
Leonor, a la que acompaña a misa, él que no era nada religioso confiesa el
fervor que ha sentido junto a ella. Parece un poema de amor pero en una segunda
lectura más profunda, que es la que me interesa por las aristas que muestra,
ves que es un poema sobre el papel de la religión en la sociedad española. En
Antonio Machado el amor es siempre un pretexto para tratar otros temas que le
interesan más".
La figura paterna, curiosamente, sólo aparece en uno de los poemas que publicó.
"Y sin embargo Demófilo tiene un peso fundamental en su obra. Antonio
Machado Álvarez murió cuando su hijo Antonio tenía 17 años, pero no se puede
pensar en sus poemas de raíz más popular, como losProverbios, Coplas y Canciones,
o en las formas del teatro de los hermanos Machado, sin advertir la herencia de
ese padre que tanto hizo por dignificar el folclore. También es mínima la
presencia de la madre, que le acompañó en los momentos más complicados y en los
de soledad, y agonizó junto a él en los días azules de Collioure. E incluso los
rasgos concretos de Leonor tampoco están presentes en su poesía: tiene más
protagonismo la atmósfera, la circunstancia, lo que lo va rodeando".
Volviendo al tema del amor, Medel escribe: "Las mujeres de su vida nunca
llegaron a serlo". "Para él el amor es siempre un imposible como en
los primeros poemas de Soledades;
no existe, es la lejanía o está condenado al fracaso por la edad, como en el
caso de Leonor Izquierdo, de la que se enamora cuando ella aún no ha cumplido
los 14 años y él pasa de los 30, y que fallecerá muy pronto, o con Pilar de
Valderrama, la Guiomar de sus poemas, que está casada y le deja claro que nunca
abandonará a su marido, hijos y convicciones religiosas. Para él el amor es un
imposible, nunca llega a realizarlo y por eso quizá tiene un peso tan
paradójico en su obra".
Mucho se ha hablado, en cambio, de la relación de Machado con el tema de
España. "En este sentido fue un visionario, un adjetivo que no
identificamos de manera directa con él, que fue siempre un poeta claro y
transparente. Machado no tiene dobleces pero esconde muchas lecturas en cada
uno de sus poemas. Y con respecto al papel que ha de jugar cada ciudadano en este
país se adelantó en décadas, fue un visionario por su defensa profunda del
papel de la educación y la cultura en el avance de España. El problema es que,
casi un siglo después, apenas hemos cambiado, no se ha apostado lo suficiente
por la educación y seguimos enrocados en los mismos dilemas y debates. Machado
nos enseña también sobre el compromiso político: aunque muchos de los líderes a
los que defendió le decepcionaron al poco de proclamarse la Segunda República,
decidió ser consecuente y seguir apoyándolos. También fue visionario en su
acepción de la mujer: consideraba que eran más capaces y virtuosas que los
hombres y creía que el hecho de dejarlas fuera del gobierno estaba ralentizando
el país. Y todas estas cuestiones las trató en su poética, marcada por el
compromiso político".
A nivel formal, la relectura de Machado le ha brindado a la también poeta
varios cursos de escritura. "Es asombrosa su capacidad para incluir como
en un juego de muñecas rusas un poema dentro de un poema dentro de un poema.
Sucede por ejemplo en A José
María Palacio. Parece un poema de amistad de un hombre que no sabe si
volverá a ver a otro que ha sido importante en su vida. Pero en un segundo
plano se revela como un poema sobre el amor y la muerte, porque el autor
termina pidiéndole que visite la tumba de Leonor, su único vínculo ya (junto al
amigo al que escribe) con Soria. Y además todo el poema abarca una reflexión
sobre el paisaje castellano y en Antonio Machado el paisaje siempre es
político. Así que un poema sobre la amistad y el amor lo convierte en un poema
social".
Ese mismo poeta usa las palabras cotidianas, "la música de la
conversación", a decir de Medel, dotando de un nuevo sentido, como por
arte de magia, esas palabras que parecen gastadas porque las usamos habitualmente.
Y apuntala una arquitectura compleja que le permite compaginar significados y
mensajes distintos en un mismo poema. "Es muy difícil construir un poema
tan sencillo y transparente en la forma, en la primera impresión, y tan cargado
de sugerencias", valora.
En el uso de la intimidad como elemento político encuentra ella otra fascinante
clave de lectura. "Machado no se nutre de su propia biografía pero sí de
experiencias propias. Un acto tan personal como salir a pasear en soledad y
observar el paisaje puede desencadenar una reflexión y hasta un poema sobre el
futuro del país y la diferencia entre las clases, o la sociedad castellana...
En ese saber darle la vuelta a la intimidad conecta con Ángela Figueras, una de
las poetas que mejor ha sabido interpretarle en poemas donde hace un retrato
brutal de la miseria española mientras describe un mercado, el salón de una
casa o un dormitorio. Ese uso de lo íntimo y lo individual para hablar de lo
común me interesa muchísimo en Machado".
Los poemas de Machado no tienen escondite y la condición de escritor social y
comprometido, del hombre bueno en el sentido de la palabra, es real y está en
sus versos. Pero igual que hay muchos poemas dentro de un poema del sevillano,
hay muchos Antonios en Machado y Medel se refiere, por un lado, a sus más de
veinte apócrifos, "casi todos andaluces, entre los cuales destacan por la
extensión y el esfuerzo que les dedica el socarrón Abel Martín y el reflexivo
Juan de Mairena. Los crea en paralelo al Fernando Pessoa de los más de 70
heterónimos al que, sin embargo, no llega a leer".
Frente al poeta clásico, Medel se fija así en ese Machado renovador que quiso
experimentar, "pese a que en sus escritos se resistía a las innovaciones
de las primeras décadas del siglo XX, cuando las vanguardias estaban
desperezándose. Pero su intento de contar La
tierra de Alvargonzález de
dos modos distintos descubre a un narrador que hubiera sido muy interesante
porque construye muy bien el relato. Y otra clave de su modernidad son sus Proverbios, reivindicación de
la poesía del pueblo y la cultura popular, así como de esa forma de expresión
que entonces existía sólo de manera marginal, el aforismo. Muchos de sus
proverbios podemos leerlos como avanzadilla de esa literatura del fragmento que
se expandió después y desemboca en los tuits de hoy".
Compleja y agridulce es también su relación con Andalucía. "Por un lado,
está la idealización de Sevilla, que abandona cuando es niño para irse a
Madrid. Sevilla es sinónimo de la felicidad, de los años en que vive con sus
padres y juega con sus abuelos, y por eso en el último y célebre verso que se
encuentra en su bolsillo tras morir identifica Collioure con aquellos años:
"Estos días azules y este sol de la infancia". Y luego está Baeza.
Cuando aprueba la cátedra le ofrecen dar clase en Soria, Baeza y Mahón, y
rechaza en primer lugar Baeza porque le tiene pavor a esa Andalucía folclórica
que acumula tantos tópicos en ese momento. Pero, tras enviudar de Leonor
huyendo de Soria, descubrirá en Baeza una Andalucía muy diferente, a caballo
entre el tópico andaluz y la sobriedad castellana. Baeza es un alivio a la
muerte de su esposa: allí se reencuentra de manera muy intensa con la
filosofía, avanza sus proyectos literarios más ambiciosos y escribe una serie
de obras que no llega a completar, Los
complementarios, que me interesan muchísimo. Son una suerte de trabajo en
proceso (work in progress), que incluyen esbozos de poemas, borradores
de textos sueltos... Es una etapa muy fructífera".
La poesía permitió además a Antonio Machado demostrar su admiración a sus
maestros, como Azorín, Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Giner de los Ríos o
Valle-Inclán. "Fue generoso con sus contemporáneos y nunca dudó en
reconocer el valor de los que estaban escribiendo al mismo tiempo que él".
Pero si hubo una figura esencial para él fue Rubén Darío, "que hacía de
triple enlace en ese momento entre la poesía de América Latina, Francia y
España". Machado viajó a Francia dos veces, primero con su hermano Manuel
y luego, hasta que ella enferma, con Leonor. Las lecturas de Verlaine y de los
poetas franceses de la bohemia introdujeron en su poesía ese tono misterioso
del que, según Medel, ya nunca se deshizo en toda su trayectoria.
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