martes, 20 de enero de 2015

"CUANDO EL POEMA SE HACE GRITO".

Cuando el poema se hace grito


Medio centenar de poetas de 12 países participa en la antología 'Humanismo solidario' para reclamar una vuelta a valores perdidos y buscar más compromiso en momentos de crisis



Un hombre en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, en playas de Tijuana, en 2012. / GUILLERMO ARIAS (EL PAÍS)


El poema se hace grito. La emoción es su arma. Es el regreso de la eterna reflexión sobre si el principal compromiso de los poetas hoy es con el arte mismo o con la realidad resquebrajada de ideales y asediada de crisis. Medio centenar de poetas hispanohablantes y magrebíes y casi 600 creadores, intelectuales y otros ciudadanos consideran que es el momento de un arte que refleje el humanismo solidario, de la vuelta a la humanización a la creación artística. Una reflexión que hiciera hace 60 años Gabriel Celaya en su célebre poema La poesía es un arma cargada de futuro.
“El valor ético de la poesía va más allá de los contenidos. No se trata sólo de los versos que denuncian una injusticia o asumen una protesta. La poesía establece una relación con el tiempo muy distinta de la que hoy domina en las sociedades del vértigo”. Estas palabras de Luis García Montero resumen parte del sentir de los 49 escritores de 12 países (nacidos a partir de 1950), que participan en la antología Humanismo solidario. Poesía y compromiso en la sociedad contemporánea (Visor), coordinado por Remedios Sánchez García y selección de poemas de Marina Bianchi, presentado en Casa de América, de Madrid, en una lectura poética.
“Lo que queremos decir y no podemos / lo cubrimos con un manto azul y transparente. / Cicatrices / donde el silencio dice su verdad / y pudre poco a poco nuestra lengua”, grita el peruano Eduardo Chirinos en este volumen, en un reconocimiento a lo primero, al Yo.Cicatrices, se titula el poema. A partir de esa íntima geografía pretérita que es siempre presente, el poeta viaja a su mundo para otear el mundo.
Esta poesía no tiene que ver con la de finales de los años cincuenta y la década de los sesenta que era más bien colectiva, aclara Marina Bianchi. Lo de hoy, agrega, “es una crisis que desde la realidad exterior afecta mucho al individuo, a su interioridad, y cada uno expresa su reacción, que no resignación”. La profesora de la universidad italiana de Bérgamo reclama una vuelta a los valores que se han extraviado en una sociedad de consumo. Valores como la cultura o la literatura, que han perdido su papel fundamental de crear opinión pública y de hacer ver la realidad.
Y es ahí donde entra el poeta, dice Bianchi: “Debe darse cuenta de la realidad y hacer que se dé cuenta el lector. Es el verso que se vuelve grito sin olvidarse del acto creativo. Comunicar el malestar”.
El primer reto que afrontan los poetas actuales es hacer buena poesía, que conecte, además, con la situación de la persona de la calle, que sufre, que es su cómplice, asegura Remedios Sánchez, de la universidad de Granada. ¿Y, cómo conectar?: “No cayendo en el cinismo o en la evasión, sino hablando de lo que duele a todos”.
“La poesía es una expresión universal del Hombre para el Hombre”, recalca Khédija Gadhoum. Para la poeta tunecina-estadounidense “más allá de las precarias definiciones y delimitaciones geopolíticas postcoloniales, globales o neo-coloniales, la poesía sigue siendo un compromiso glocal que expresa la voluntad del Pueblo que lucha por sus derechos civiles, dignidad y justicia”.
Hoy la muerte deambula en los rincones / y se encuentra susurros que se escapan / y confunde siluetas en todas las esquinas”, advierte Roxana Méndez, desde El Salvador. Más en este tiempo emboscado de incertidumbres.
A García Montero le gusta creer que el poeta que piensa durante horas una palabra precisa representa a cualquier ciudadano que quiere ser dueño de sus opiniones, que quiere pensar lo que dice. “En época de cancelación de las ilusiones colectivas basta con un ok. Pero cuando se quiere buscar un espacio de entendimiento, un espacio para que el tú y el yo constituyan un nosotros, hay que matizar, enriquecer el lenguaje, buscar las palabras. Esa defensa del lenguaje, del entendimiento y del propio conocer, con uso libre de razón y de corazón, es lo que le da un carácter rebelde a la poesía y la enlaza con las tradiciones del humanismo”.
Pero la emoción a secas no, advierte Bianchi: “La cuestión es cantar emociones universales en las que el lector pueda reconocerse y experimentar”. Todo eso no es nada si no hay una cultura de la cultura, afirma la colombiana Piedad Bonnett. Una de las cosas perdidas de la poesía que debería recuperarse son los lectores de otras épocas: “No implica que el poeta deba hacer concesiones, sino que la escuela debe acercar más al alumno a la poesía, haciendo de ella un placer y no un deber”.


Cantar la realidad y emocionar

W. M. S.
Conciencia de su propia poesía debe ser el primer compromiso de un poeta, dice la autora madrileña Alicia Aza. Si al poeta, agrega, le es dada la capacidad para observar la realidad y hacerlo de manera diferente a los demás, “tiene la responsabilidad, más allá de su propia estética, de su mayor o menor lirismo y de su grado de expresividad, de dejar constancia con su voz de su posición y de su mirada ante la realidad que observa. La poesía es una actitud que conlleva un compromiso creativo y vital, un camino a recorrer y cualquier discurso poético debe construirse sobre una experiencia humana”.
Esa es la idea de la Asociación Humanismo Solidario, presidida por Francisco Morales Lomas, una de las promotoras de la edición de esta antología poética. Creada en 2013, dicha asociación, en palabras de Manuel Gahete, miembro fundador y consejero de Humanismo Solidario, surgió cuando un conjunto de creadores alzó su voz para reivindicar “el inalienable compromiso que debe anteponer lo otro a lo propio; la necesidad de un nuevo humanismo, no excluyente, que retome como esenciales las aspiraciones de autenticidad, superación y ética que sustancian la vida”. Esos planteamientos están recogidos en un manifiesto que ya cuenta con la adhesión de casi 600 creadores, intelectuales y otros ciudadanos de diferentes países, la cual se puede consultar en www.humanismosolidario.com
Hasta 1925, cuando José Ortega y Gasset y suLa deshumanización del arte, se remonta José Sarria para recordar que ya entonces el filósofo español advertía del “camino errático hacia el cual se abocaba el arte, al desarraigar al ser humano de su perspectiva, su punto de vista”. Sarria cree que no se debe renunciar a un compromiso y comportamiento éticos. Comparte la idea de María Zambrano que incitaba a ir más allá de la propia vida, estar en las otras vidas.




FUENTE:    EL PAÍS









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