Renata Adler:
Honestidad brutal
‘Lancha
rápida’, de Renata Adler, es una narración fragmentaria, singular, adictiva
El célebre fotógrafo Richard Avedon retrató a su amiga Renata Adler en San Martín, en las Indias Occidentales francesas, el 8 de marzo de 1978. / RICHARD AVEDON © THE RICHARD AVEDON FOUNDATION
“No entiendo la mecánica del suspense. La
trama es como un chiste muy largo. Si desde el principio sabes el desenlace,
¿por qué no contarlo? Lo sé: porque entonces no habrá historia. Pero, para mí,
los sustitutos de la trama y la historia adoptan formas diversas. Una frase
puede contener un argumento. También una anécdota. Una escena. Una
exclamación”, explica por correo electrónico Renata Adler (Milán, 1938).
Conviene tener en cuenta estas palabras al leer Lancha rápida(Sexto
Piso). Ella quería escribir un libro como los de John le Carré,
pero le salió una narración fragmentaria, singular, adictiva.
Renata Adler es una
veterana periodista. En 1963, con 25 años, se unió a la plantilla de The New Yorker,
donde permanecería durante cuatro décadas y escribiría largos reportajes sobre
Selma, Vietnam o Biafra. Crítica literaria. También ficción. En los sesenta y
setenta era “la Joan Didion de la Costa Este”, recuerdan las
entrevistas y reportajes que festejan su regreso tras una larga temporada
alejada de la vida pública: sus dos únicas novelas estaban descatalogadas hasta
que The New York Review of Books decidió reeditarlas en 2013. Ahora es
un clásico de culto y ella no sabe cómo tomárselo.
En 1980 Adler leyó When
The Lights Go Down, libro que recogía los artículos de la crítica
de cine de The New Yorker Pauline Kael. Llegó a la conclusión de
que no tenía “ningún valor” y así lo argumentó en una reseña que suele citarse
para celebrar/atacar su honestidad brutal. Adler siempre ha buscado la verdad
en la no-ficción. En la ficción, en cambio, trata de sofocarla. “Era un
problema. Cuando escribí Pitch Dark y Lancha rápida me encontré cortando material y
pensando: ‘Hay demasiadas cosas que son literalmente verdad”.
Adler ha tardado 30 años
en escribir su tercera novela. Encarna, dice, al tipo de escritor que busca
“cualquier excusa” para no publicar. “Tiendo a pensar que el miedo al folio en
blanco no existe: lo que nos atenaza es el miedo a publicar. Es una especie de
miedo escénico”. Pero cree que ha llegado el momento de entregarla. “Y empezar
a temer la siguiente”.
FUENTE: EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario