El efímero fulgor de un tiempo perdido
El escritor mallorquín José Carlos Llop evoca en
su sexta novela la Barcelona de aires «hippies» de los 70
La música le sirve a José Carlos
Llop (Palma,
1956) para sustentar el luminoso ejercicio de arquitectura de la memoria que es Reyes de
Alejandría (Alfaguara).
En su sexta
novela, este narrador etiquetado como el Modiano español,
rescata «sin nostalgia» el fulgor efímero de un tiempo perdido. La eclosión
vital, emocional e intelectual que una minoría vivió en España a
mediados de los 70. La debilidad de la dictadura y la muerte de
Franco presagiaban un futuro abierto para una generación bisagra entre los hippies y el desencanto tras
la movida «que
tuvo en la música su religión».
«Franco acaba de morir y la vida sigue como
un brindis», se lee en esta novela «sobre una generación y dos ciudades», según
su autor. Transcurre en «una Barcelona cambiante y en una Palma de
Mallorca inmutable que
ya no existen». En aquella Barcelona «esplendorosa» y rebosante de vida que
estrenaba el sex, drugs and rock and roll mirándose en París, Londres o San
Francisco, «estudió Derecho el joven Llop, que se forjó luego como poeta y
narrador de culto en la capital balear en la que aún vive y escribe.
Regresa a una ciudad condal aún sin sueños
olímpicos ni diseny, medio hippy medio
canalla, en la que Miquel Barceló, Ocaña, el dibujante Max o Javier Mariscal
«buscaban la felicidad en la novela de la vida». Entre canutos,
cines de arte y ensayo, librerías y salas de conciertos, los
jóvenes cultivados se embelesaban entre versos de Ezra Pound, libros de Lacan y
Barthes y el cine de Bertolucci y Wenders.
«La música era una religión y sus evangelios
la literatura», evoca Llop. Sus magdalenas proustianas son las canciones que
resuenan en la novela y que sonaron en su escritorio mientras recreaba «un
tiempo apasionado e irrepetible en el que alternábamos a los Rolling con
Mahler». En aquella ecléctica sucesión de genios del rock «Bob Dylan, Leonard
Cohen y Neil Young constituían la Santísima Trinidad».
«No escribo desde la nostalgia», aclara Llop.
Como el Bowie que en aquellos años componía sus canciones mezclando una y otra
vez versos sueltos, traza un sugestivo puzle de recuerdos, emociones y
canciones que comparte «en un orden caótico. La memoria es fragmentaria. Son
fogonazos, además de lo que se sueña e imagina», anota Llop.
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