Multifacética,
admirada y muchas veces resistida por sus contemporáneos, la escritora
Marguerite Duras (Indochina 1904 – París 1996) fue una de las más celebradas
autoras europeas del siglo XX y una artista que desplegó una filosofía propia a
partir de la tensión entre el cine y la literatura, el teatro y el compromiso
político.
Su propia historia de vida, signada
por una infancia desdichada en Indochina -en novelas como Un dique contra el Pacífico y El amante, Premio
Gouncourt, 1984, ficcionalizó parte de las vivencias de aquellos años, algunas
traumáticas- la convirtieron en una mujer combativa, adorada por numerosos
escritores, que se aventuró en una cruzada personal, literaria y artística,
destinada a expandir, siempre un poco más allá, los límites del pensamiento
crítico y la libertad individual.
Su estilo, distintivo -nunca del todo
encasillado en el nouveau roman, de moda en los años 60, pero siempre cerca de
los fenómenos del lenguaje-, y el desdén por los convencionalismos, se
desprenden de una búsqueda de la propia identidad, que a su vez interroga al
lector. “¿Qué es ser libre? –decía en 1988-. Es ser yo. No pueden hacer nada
contra mí porque escribo.” Su pensamiento vivo -en permanente reelaboración- quedó
reflejado en las decenas de entrevistas que concedió y en las que se refirió a
la dimensión íntima de la escritura, además de a acontecimientos culturales o
históricos que la conmovieron por alguna razón, dispararon su indignación o
justificaron la ironía.
Esas conversaciones -originalmente
publicadas en medios gráficos o emitidas por radio y tv- conforman un corpus
invaluable, tanto para sus cultores como para quienes se propongan un primer
acercamiento a sus obras.
Consciente del valor de esos
documentos, muchos de ellos dispersos hasta ahora, la editora y crítica
francesa Sophie Bogaert, encaró una investigación preciosista sobre las
entrevistas que la escritora concedió en su madurez, y las reunió en un libro
que ahora se publica en la Argentina.
Las circunstancias en que se gestaron
las obras narrativas de Duras, su militancia política –su adhesión original al
PC y posterior alineamiento con una izquierda crítica, nacida en Mayo del 68- y
hasta sus manías y obsesiones más íntimas (hacía la cama antes de escribir),
son algunas de las cuestiones recurrentes en estas más de cuarenta piezas que
integran El último de los oficios. Entrevistas 1962-1991 (Paidós) y permiten al
lector conocer la intimidad de su irrenunciable aventura creativa. Desde que
conoció el abandono de una madre que la empujó a ejercer la prostitución, hasta
la vejez, agitada por los fantasmas de la pérdida, la soledad y el alcohol
(Duras pasó sus últimos años en París, en convivencia con Yann Andréa Steiner,
un joven homosexual fanático de su obra).
Para el escritor Guillermo Saccomanno,
que prologa el libro, sus arrebatos eran virulentos: “Contra el poder, contra
la cultura, contra los medios, contra el conformismo burgués, contra todo. Sola
contra todo. Siempre sola. Siempre en contra. La violencia, esa que viene del
pasado, es constitutiva de sus oposiciones. Tal vez nunca estuvo tan
íntegramente presente en un libro sobre ella como en éste.” Se podría agregar:
“Contra Barthes”, porque nunca mencionaba autoras.
Consultado por Clarín, el escritor
define: “Si una virtud tienen estos reportajes es la de presentar una escritora
que supo volver coherentes vida y obra. Están sus desgarramientos
existenciales, la distancia por momentos irónica que asume con los dramas
atravesados, y están también sus búsquedas en la escritura, sus lecturas -desde
Rimbaud a Faulkner -, y la forma en que las mismas influenciaron la evolución
de un estilo que terminará consolidándose en una manera de narrar que articula
el cut-up y el disparo poético, la descripción
física mínima y el registro de la interioridad.” Duras, a su vez, es muchas
Duras: “No es la misma la de los comienzos, que se corta en Un dique contra el
Pacífico, y la que será más tarde a partir de la escritura de Hiroshima mon
amour para Alain Resnais y El arrebato de Lol V. Stein. Al respecto es clave su
encuentro con Lacan, quien le dedica un homenaje, y de paso le dice que no
importa que ella no sepa demasiado acerca de lo que escribe, lo que importa es
que escriba como escribe. Tampoco es la misma ya en su vejez cuando publica El
amante, con su popularidad flamígera. También hay que subrayar su desprejuicio
y versatilidad para encarar tanto el periodismo como el cine y el teatro. Lo
que cuenta en consecuencia es su pasión por la escritura, una auténtica
cuestión existencial profundizada en soledad. Hablar de ella es hablar de una
literatura y de un modo de entenderla como práctica existencial.” En lo
personal, Saccomanno rescata “su coraje al riesgo de quedar sola con posiciones
críticas, afecten a quien afecten. Y en esto, imposible eludir su compromiso
con un izquierdismo que no es encasillable. Su literatura, así como es
inseparable de su vida, también lo es de la política. Sus actitudes serán
siempre radicales y siempre estará en contra del Poder –signifique lo que
signifique el Poder, allí donde se encuentre- así como contra los prejuicios,
etiquetamientos y normas burguesas. Un ejemplo de su elección de la incomodidad
como puesto de combate: su ironía al criticar a Barthes y la literatura
feminista. Otro ejemplo de su lucidez: su cruce contra los mandarines de la
intelligentzia: Sartre y Simone de Beauvoir. Duras, cuando habla de literatura,
alude a Blanchot y a Bataille, no de la pareja emblemática del existencialismo.
A lo largo de estos reportajes puede leerse una autobiografía intelectual que
se planta como modelo.”
En primera persona: la expresión de un
pensamiento original
“La soledad no se encuentra, se hace.
Yo la hice. La literatura nunca me ha abandonado”.
“Creo que la literatura es
escandalosa. Porque es rara y porque vuelve loca a la gente. ¿Ese escándalo
carece de todo fundamento? ¿Acaso no soy escandalosa, por atreverme, por
romperme y por volver a atreverme? Tengo la impresión de que escribo fuera, que
escribo abiertamente, que escribo...de manera indecente.”
“Un escritor no es ni hombre ni mujer:
es escritor.” “Escribir no es válido sin esto: es buscar morir...de escribir.
Si no está eso no vale la pena hacerlo.”
“La escritura podría definirse como un
fenómeno de lectura interior. Escribir es dejarse llevar por la escritura. Es
saber y no saber lo que uno va a escribir. No creer que uno lo sabe. Es tener
miedo.”
“La vida del escritor no existe. Lo
escrito reemplaza todo. No fui a la vuelta al mundo, no fui a la India, no. Lo
único ante lo cual retrocedí fueron las aventuras pasionales. Pero eso fue
porque eran tan fuertes como los libros. Y porque se presentaban como una
urgencia, siempre.” “En algunas de mis obras he sido violenta, pero me agrada
serlo. Hay que serlo. La sociedad está mal hecha, de la A a la Z. Y en ciertas
obras he puesto muchas cosas en tela de juicio, y sobre todo el ‘escribir
bien’, cosa a la que ahora le tengo horror. Porque ya no significa nada
escribir bien. Hace falta un estilo de prescindencia, que rompa las formas.
Recuperar cierta ingenuidad, cierta estupidez. Y demoler.”
“No habría sido posible escribir lo
que escribí portándome bien. (...) Cada libro me hizo más fuerte.”
Influencia
“La cualidad primera y última de
Proust consiste en su vocación total, radical, del escritor por la literatura.
(...). Él me enseñó el horror de los retóricos y que en literatura el eje único
es la conciencia del autor y que sólo si se cumple esa condición el mundo
creado gira. Que sin eso, no gira. Que si el escritor yuxtapone a su propia
conciencia otra falsa, aprendida o dictada, su empresa no solo carece de
armonía, sino que no da cuenta de casi nada.”
Infancia
“Yo estaba enamorada de un hombre
rico, un chino muy, muy rico. Yo no podía enamorarme más que de un hombre rico
porque éramos muy pobres, pobrísimos, y yo me enamoraba para toda la familia.
Mi madre dijo ‘¡Qué estilo! ¡Vamos a casarla!’. Pero el padre del chino se
opuso al matrimonio a causa de mi reputación. Ese fue el peligro más grande que
corrí: que el padre del chino me hubiera aceptado. Yo estaba enamorada de su
dinero.”
Alcoholismo
“Uno bebe porque Dios no existe.”
Política “Lo más serio que le puedo decir es que ya no formo parte de ninguna
agrupación y ahora soy infinitamente más política que antes. No me escondo bajo
consignas triviales.”
Mujeres
“Yo creo que no haya nadie más libre
que una mujer. Sí, las mujeres tienen la apariencia de pertenecer. Pero no es
verdad. No están alienadas. (…) Siempre pensé que yo era una reina en mi
familia. Él comía lo que yo preparaba para comer. Yo cocinaba lo que yo decidía
comprar. Y un día decidí partir.”
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