Javier Ronchel,
Premio Huelva de Periodismo 2015
La Asociación de la Prensa de Huelva reconoce con este galardón
el reportaje "El último nombre de William Martin".
El reportaje "El último nombre
de William Martin", escrito por el periodista onubense Javier
Ronchel Domínguez, ha sido reconocido con el Premio Huelva de Periodismo 2015,
convocado por la Asociación de la Prensa de Huelva y patrocinado por la diputación
provincial. El trabajo fue publicado por el diario “Huelva Información” el 3 de mayo de 2015.
El jurado considera el trabajo de Ronchel “minucioso y muy bien estructurado
para describir un hecho decisivo en la historia moderna que tuvo también como
protagonista a Huelva, convirtiéndola en pieza clave en el desarrollo de la
Segunda Guerra Mundial”, según informa la asociación en una nota.
Asimismo, el jurado ha destacado el diseño del reportaje y la calidad de su
infografía, así como el esfuerzo por divulgar un hecho histórico sobre el que
aún quedan muchas incógnitas.
El jurado del certamen ha estado integrado por Manuel Ovalle Álvarez, como
presidente, Paloma Contreras Pulido, Guadalupe Rubio Gutiérrez, Gerardo Macías
Prieto, Rafael J. Terán y Concha Garrido Hidalgo como secretaria. El galardón
está dotado con 3.000 euros.
El último nombre de William Martin
Las investigaciones más recientes sobre el
caso revelan que el cadáver utilizado por los británicos fue realmente de John
Melville y que sus restos no están en la tumba de Huelva
JAVIER RONCHEL HUELVA | ACTUALIZADO
03.05.2015 - 01:00
Playa de la Bota, Huelva. 30 de abril de 1943, 9:30. El cadáver de un
militar británico aparece flotando en el agua con un maletín sujeto a una de
sus muñecas mediante una cadena. Este episodio, aparentemente fortuito, estaba
a punto de contribuir al éxito de uno de los capítulos decisivos para la
derrota del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. El jueves se cumplieron 72
años de aquella singular mañana; precisamente el mismo día que, dos años
después, se suicidó Hitler en su búnker de Berlín. El Führer personalmente fue engañado por la
estratagema de los servicios de inteligencia del Ejército británico, bautizada
como Operación Mincemeat (Carne picada) y ejecutada en
territorio onubense. Pero todavía, casi tres cuartos de siglo después, sigue
siendo un misterio. A pesar del tiempo transcurrido, de la desclasificación de
archivos secretos, de la publicación de varios libros y hasta de la filmación
de una película. Las piezas de la versión oficial no encajan. Ahora dos investigadores
onubenses han recopilado pruebas suficientes para dudar de su autenticidad,
apuntar una alternativa muy válida a la identidad dada hasta ahora al cadáver y
desmentir que sus verdaderos restos descansen en la tumba que figura en el
cementerio de Huelva a nombre del mayor William Martin, el hombre que nunca
existió.
Los antecedentes de la historia se remontan a pocos meses antes, a enero de
1943, cuando en la Conferencia de Casablanca los aliados aprueban la estrategia
a seguir en la guerra, con la denominada Operación Husky, que suponía la invasión
de Sicilia para ocupar Italia, eliminando el principal apoyo de la Alemania
nazi. Dos oficiales de inteligencia del Almirantazgo y del Ministerio del Aire
británicos, Ewen Montagu y Charles Cholmondeley, respectivamente, idearon un
movimiento previo para hacer creer al enemigo que el desembarco aliado en el
Mediterráneo se produciría en Cerdeña y Grecia para que desviaran las tropas
apostadas en Sicilia y quedara el camino libre en ese punto. Cholmondeley pensó
en utilizar un cadáver con documentación falsa para que los nazis cayeran en la
trampa. Nació así la Operación Mincemeat,
de la que Montagu fue su principal ideólogo.
La clave del éxito radicaba en la necesaria sutileza del engaño para que fuera
considerado real. Por eso se pensó en dejar el cadáver al alcance de los
alemanes pero a través de España, país neutral en el conflicto pero con una
evidente conexión con la Alemania de Hitler. ¿Y por qué Huelva? Simplemente
porque la provincia era uno de los puntos más activos del espionaje de los dos
bandos, y en la ciudad operaba uno de los agentes alemanes más implacables:
Adolfo Clauss.
El investigador onubense Jesús Copeiro, gran especialista en este tema, autor
del libro Espías y neutrales.
Huelva en la Segunda Guerra Mundial, asegura que la capital onubense era
entonces como Casablanca, por una notable presencia extranjera al hilo de la
industria minera en la zona y el tráfico portuario, que se acompañaba de una
intensa actividad de espionaje a la sombra del consulado alemán y el
viceconsulado británico, además, con sabotajes y bombas. "Alemanes y
británicos jugaban juntos al golf durante el día y por la noche se daban de
tortas en el puerto", le gusta contar a Copeiro con todo el simbolismo de
la época.
LA CREACIÓN
Ewen Montagu tomó un cadáver al que le dio una identidad falsa, la del mayor
William Martin. Preparó todo con minuciosidad: tarjetas de identidad, placas de
identificación, recibos de alojamiento y de sastrería, carta y foto de una
prometida y, lo más importante, una valija en la que incluyó cartas oficiales
de alto secreto, autografiadas por los altos mandos, en las que se sugería que
el verdadero objetivo para la invasión aliada, al margen de las campañas de
bombardeo habituales en Sicilia, eran Cerdeña y Grecia. El cuerpo fue
trasladado hasta la costa de Huelva por el submarino Seraph y soltado el 30 de abril para hacer
creer que Martin había fallecido ahogado tras ser abatido su avión frente a las
costas africanas.
Pero una de las claves de la operación era la disposición de un cadáver que
respondiera a los síntomas de haber muerto ahogado. Montagu se encontró con un
problema en este punto pero al parecer lo resolvió utilizando el cuerpo de un
mendigo fallecido por neumonía unos meses antes. Fue la primera versión
oficial, que dio el propio Montagu en 1953, en su libro El hombre que nunca existió.
Justificó esto por tratarse de un indigente sin familia y por las similitudes
de los síntomas de ambas muertes en los pulmones del fallecido. Decía que de
esta forma engañaría a las autoridades españolas cuando le practicaran la
autopsia al cadáver, que no creía fuera exhaustiva en España, y más al tratarse
de un hombre que hicieron pasar por católico.
LA SEGUNDA VERSIÓN
Pero hubo una nueva historia oficial, conocida en 1996, que atribuía la
identidad del cadáver a Glyndwr Michael, supuestamente también vagabundo galés
que falleció en enero suicidado por ingestión de matarratas. Esto hacía de la
primera narración de Montagu una pista falsa que dejaba claro que jugó en todo
momento al despiste, aunque mantenía su confianza en que el análisis forense no
sería el adecuado en Huelva.
El joven pescador puntaumbrieño José Antonio Rey María sacó el cuerpo del
oficial inglés del agua aquella mañana del 30 de abril y, tras dar parte a la
Guardia Civil, se procedió a su entrega a las autoridades, que incluyó el
traslado a Huelva en canoa y su depósito en el cementerio de la ciudad. El
portafolios y las pertenencias del cadáver estaban custodiados ya en la playa
por el juez instructor de la Marina, Mariano Pascual del Pobil. Éste,
anglófilo, ofreció la documentación al vicecónsul británico, Francis Haselden,
quien se desentendió para no entorpecer -ya que era la única persona al corriente
de Mincemeat en Huelva-, instando antes a su
entrega protocolaria a las autoridades españolas superiores. Y es ahí cuando
aprovechó Adolfo Clauss, miembro reputado del Abwehr,
el servicio de inteligencia alemán, para tener acceso a las pertenencias, examinarlas
y fotografiarlas con cuidado para remitirlas a Berlín.
Al cadáver, mientras, le fue practicada la autopsia por el médico forense
titular en Huelva, Eduardo Fernández del Torno, hombre de reconocida valía, con
32 años en la profesión, que determinó la muerte de William Martin debido a
"asfixia por inmersión", aunque no sin plantear algunas dudas por el
tiempo transcurrido desde el óbito. Y aquí se presenta una de las principales
lagunas de la segunda versión oficial: si el cadáver correspondía a un mendigo
que había muerto por ingestión de matarratas (con una composición en la época
basada en el fósforo), ¿por qué un doctor con la experiencia de Fernández del
Torno iba a equivocar su diagnóstico?
Jesus Copeiro y Enrique Nielsen, autores de William
Martin. Desentrañando la trama, han investigado esto con detalle. De
entrada, aún en la época, descartan que pudieran confundirse las causas de la
muerte por tener síntomas diferentes, perceptibles incluso a simple vista. Lo
apoyan, además, en la propia experiencia del forense en muertes por ahogamiento
en la costa, aportando el detalle con que se practicaban entonces las autopsias
en Huelva, incluso en la propia playa, como ocurrió con dos aviadores
norteamericanos que aparecieron muertos en Matalascañas. Por otro lado, apunta
Nielsen, "¿cómo podrían tomar a un vagabundo, deteriorado por vivir en la
calle, por un elegante oficial inglés, de aspecto refinado y con
cuidados?". Más piezas que no encajan.
JOHN MELVILLE
La respuesta la aportan ellos mismos, respaldando las averiguaciones realizadas
en Escocia por los investigadores locales Colin Gibbon y John Steele, dando una
nueva identidad al cadáver. Éste sería, en realidad, un marino llamado John
Melville, fallecido el 27 de marzo en el hundimiento del portaviones HMS Dasher frente a la costa escocesa. En este
siniestro fallecieron 379 marineros que, con la Operación Mincemeat en marcha, se convirtieron en los
mejores candidatos a suplantar a William Martin, por su condición de militares
y, sobre todo, por haber fallecido ahogados días antes.
La pregunta es obligada: ¿por qué tanto celo en ocultar la verdadera identidad
del cadáver? La alta consideración de los caídos del Ejército y el tratamiento
de los cadáveres, especialmente en Gran Bretaña, eran un obstáculo a la hora de
disponer de un cuerpo para una operación militar. No se consideraba moral ni
honorable hacer algo así pero la ocasión era perfecta y había que hacer todo lo
posible para que los alemanes creyeran el engaño, sin dejar a la improvisación
ningún detalle. "El propio Montagu -cuenta Copeiro- instó a que la
operación se aprobara por vía de urgencia precisamente tras el hundimiento del Dasher, asegurando que era el
momento ideal".
Las investigaciones realizadas en torno a esta vía apuntan de nuevo a desmontar
la versión oficial. El cadáver de Glyndwr Michael, que se encontraba en
Londres, fue trasladado por Montagu en una furgoneta a la base escocesa de Holy
Loch -precisamente muy cerca del punto donde se hundió el Dasher- para embarcar en el
submarino Seraph, que se
desplazó también hasta allí desde la costa oriental. "¿No hubiera sido más
fácil que se trasladara el submarino hasta una base cercana a Londres, o que el
cuerpo se llevara hasta la base de Blyth, donde estaba el sumergible?", se
pregunta Nielsen, quien tampoco se explica cómo existen hasta tres fotografías
de ese traslado en las que se ve a Montagu y Cholmondeley, entre otros, posando
junto a la furgoneta y el contenedor del cadáver. "¿No era una operación
ultrasecreta?", recuerda.
La identificación de Melville como William Martin se apoya también en los
testimonios recabados en Huelva, que hablan de un hombre alto, con signos de
ahogamiento y la cara ennegrecida, que podría ser a causa de quemaduras solares
en el agua, pero también de los efectos de la explosión del Dasher. Además refrenda esta
tesis el hecho de que el cuerpo de Melville no fuera entregado a su familia
para llevarlo a su ciudad de origen, siendo enterrado en Ardrossan, ciudad
frente a la que naufragó el portaviones.
Pero quizá la prueba final sea el reconocimiento de la Royal Navy de la
participación de John Melville en la operación Mincemeat. En octubre de 2004,
en un homenaje celebrado en Chipre a bordo del actual HMS Dasher, destacado en la
zona, se citó a la hija de Melville, Isobel Mackay, para rendir tributo a
"este marinero que salvó numerosas vidas en la invasión de Italia".
Aunque la cita fue desmentida posteriormente por las autoridades británicas, en
una carta enviada desde el Cuartel General de la Flota de la Royal Navy se
apuntó año y medio después que "investigación reciente muestra que el
cuerpo usado en el engaño fue el de John Melville, un marinero del HMS Dasher".
EL ROBO DEL CUERPO
Quizá la única forma de confirmar este dato de manera definitiva sea abrir la
sepultura de Melville en Ardrossan. O la de William Martin en Huelva. Aunque
todo apunta que habría de abrirse una fosa en una localidad portuaria italiana,
La Spezia, donde muy probablemente descansa el cadáver que protagonizó la
Operación Mincemeat en Huelva. Es el otro gran hallazgo en
la investigación realizada por Copeiro y Nielsen, que cuestiona abiertamente el
contenido de la tumba onubense. ¿La explicación? "El cadáver fue robado
por Adolfo Clauss del cementerio y embarcado en un submarino alemán, el U-616, frente a la costa de
Huelva. Después de ser traspasado al U-565,
fue llevado a La Spezia para que le fuera practicada una nueva autopsia por
forenses alemanes. Sólo cuando se tuvo ese resultado, que corroboraba la
historia de William Martin, Hitler dio la orden de desplazar las tropas a
Cerdeña y Grecia, dejando vía libre a la Operación Husky", explica Nielsen.
"El hijo de Adolfo nos lo contó hace años. Se lo confesó su padre, a la
salida del cine, cuando vieron la película que se hizo de la operación. 'Todo eso es mentira. El cuerpo
no está enterrado ahí, nos lo llevamos nosotros', le dijo. Esto nos hizo
pensar en esta posibilidad y nos pusimos a investigar", añade.
Nielsen y Copeiro trabajaron entonces con los archivos navales alemanes y
descubrieron la presencia del U-616 muy cerca de Huelva en las fechas de
la operación: cómo corregía su rumbo, se acercaba a la costa de Huelva y
permanecía allí hasta que probablemente una de las embarcaciones al servicio
del espía Clauss, a las 4:00 del 3 de mayo, embarcó en el submarino el cadáver
previamente robado del cementerio. Un mensaje confirmaría la carga
Jesús Copeiro está seguro de que el agente de la Abwehr aprovechó que el cuerpo fue dejado la
noche del 1 de mayo sin vigilancia en la caseta donde se realizaban las
autopsias en el camposanto de La Soledad. "El edificio está pegado a la
entrada, con vallas bajas y accesibles, sin vigilancia alguna. Clauss se pudo
llevar entonces el cadáver sin problemas. Si se hubiera considerado a Martin
protestante, hubiera sido custodiado y enterrado en el cementerio inglés. La dificultad
hubiera sido mucho mayor en ese caso", cuenta Copeiro.
Aunque el agente había transmitido a Berlín copias de la documentación
incautada e informado de las conclusiones de la autopsia realizada por
Fernández del Torno, Adolf Hitler no se fiaba: "¿Y si el cadáver no fuera
auténtico y se trata de un engaño?", le dijo a uno de sus oficiales. Pero
entre esa frase, tras recibir la información de Adolfo Clauss, y el 14 de mayo,
cambió de opinión: "El Führer no está de acuerdo con la idea del Duce de que el punto más probable de una
invasión sea Sicilia. Según su opinión, los documentos anglosajones
descubiertos confirman que el ataque será dirigido principalmente contra Grecia
y el Peloponeso", escribió el almirante Doenitz ese día tras una reunión con
Hitler.
Lo que transcurrió en ese intervalo fue precisamente la operación por la que
Clauss secuestró a William Martin, que fue trasladado
hasta el puerto de La Spezia, al norte de Italia, donde llegó en la madrugada
del 12 de mayo para que le fuera practicada una segunda autopsia por médicos
alemanes. Los análisis practicados confirmaron el examen realizado en Huelva
por Fernández del Torno. Aunque, al igual que no hay rastro del informe forense
del onubense -quemado en un incendio de los archivos navales de San Fernando en
1979- tampoco están accesibles los de la operación alemana, guardados en
archivos recuperados por los británicos tras la derrota nazi.
Pero fue el mismo 12 de mayo cuando el alto mando nazi ordenó el movimiento de
tropas desde Sicilia para aumentar las defensas de Cerdeña y Grecia. Justo lo
que pretendían los aliados -británicos y estadounidenses- cuando dieron vía
libre a Montagu y su Operación Mincemeat.
Fue entonces cuando al primer ministro británico, Winston Churchill, de visita
en Nueva York, le llegó un mensaje en clave: "Mincemeat swallowed whole"
("Carne picada tragada entera"). El propio Montagu podría haberlo
firmado porque la historia que él inventó ha engañado durante 70 años a todo el
mundo. Hasta ahora.
FUENTE:
LOS CAZADORES DE CONCURSOS LITERARIOS XIV (FEBRERO 2016) Publicado el concurso, el martes 29 de diciembre del 2015 en el
Blog.
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