El dedal o la pluma
Raquel Lanseros y Ana Merino
reúnen en esta antología 82 voces de mujeres nacidas entre 1886 y 1960 con la
vocación de ampliar el canon oficial realizado y arbitrado por los hombres.
Las compiladoras. Arriba,
Raquel Lanseros (Jerez, 1973); a la izquierda, Ana Merino (Madrid, 1971),
poetas y responsables de la selección de poemas del volumen.
La poesía siempre ha sido, o se ha querido que sea,
territorio masculino. Las mujeres autoras han jugado en este campo un lugar muy
secundario: flores raras que contemplar con lupa, excepciones que confirman la
regla, destellos de arrogancia en un mundo cerrado que poco a poco ha ido
abriendo tímidamente sus puertas para dejar entrar a lo que siempre ha existido,
a lo que el silencio nunca pudo callar.
Sobre la calidad de la poesía escrita por
mujeres se ha discutido mucho. También sobre cómo ha afectado a la producción
poética femenina la dificultad de acceso de las mujeres a la educación reglada
y al conocimiento y el desempeño de roles tradicionales alejados del parnaso
donde los hombres disfrutaban del ocio necesario y encontraban oportunidad para
la reflexión y el pensamiento abstracto. Negar que estos parámetros sociales
hayan influido en la producción poética femenina es negar una evidencia y
también la posición a la que estas autoras han sido relegadas durante siglos
por el pensamiento oficial, por el canon establecido. No obstante, las 978
páginas de Poesía soy yo desmienten el mito con la incuestionable
presencia de las 82 autoras incluidas, autoras de diversa procedencia y estilos
y también, por qué no, de desigual calidad. Ahí están, alzando sus voces para
explicar el mundo de otra manera, para dotarlo de nuevas perspectivas, para
nombrar la vida, el amor y la muerte con palabras nuevas.
Asumen las también poetas Raquel Lanseros y Ana
Merino la siempre arriesgada tarea de editar una antología y es la suya una
obra que toma posiciones desde la portada. Al subtitularla Poetas en español del siglo XX,
hacen una precisa declaración de intenciones sobre la igualdad de estas mujeres
con esos otros poetas, esos compañeros de viaje literario que en muy pocas
ocasiones las trataron como iguales: huyen del cursi "poetisa" y
omiten el artículo; el lector que quiera adentrarse en las páginas de esta obra
tiene que hacerlo despojado de prejuicios, dispuesto a disfrutar con la
diversidad de voces, tonos y tendencias.
Las compiladoras han tenido la generosidad y la
inteligencia de acercarse a la figura de estas mujeres sin arrebatos
justicieros, sino intentando hacer justicia con el talento solapado, abriendo
la ventana para que entre la luz y desvele la mitad del mundo que, durante
tanto tiempo, ha permanecido en la penumbra. Aprovechan para repasar obras
anteriores en esta misma línea y son escrupulosas con un trabajo que las ha
llevado a multitud de archivos y bibliotecas públicas y privadas.
El carácter reivindicativo de esta antología es
insoslayable, pero también lo es su riguroso planteamiento, como lo es la
voluntad de Lanseros y Merino de ofrecer al lector un panorama lo más amplio
posible de la poesía escrita por mujeres en el siglo pasado. La selección, como
ya advierten ellas, no puede ser exhaustiva, pero casi. Entre las representadas
se incluyen autoras con un solo libro, es el caso de la ecuatoriana Lydia
Dávila, y se excusa en el prólogo la ausencia evidente de otras como Olvido
García Valdés o Chantal Maillard, "invitadas a participar y que por
diversas causas no han podido finalmente hacerlo".
Ochenta y dos autoras nacidas entre 1886 y 1960
unidas por su lengua común. Es éste uno de los aspectos más novedosos, y a la
vez más emocionantes, de esta antología que elude crear un marco espacial y
geográfico para delimitar la selección de autoras a favor de un rasgo mucho más
democrático e igualitario: el uso del español como lengua para comunicarse y
explicarse. La lengua, la lengua materna, la lengua transmitida y enseñada, la
mayoría de las veces, por mujeres es el nexo que une a estas autoras que se
expresan con los personales matices del español de aquí y de allá.
Entre las seleccionadas, poetas conocidísimas y
otras cuya obra ha sido reivindicada más recientemente. Es el caso de la
excelente Ángela Figuera Aymerich, autora de intensos y sobrecogedores poemas
como el titulado Bombardeo,
o la ultraísta Lucía Sánchez Saornil, que publicó muchos de sus poemas con
seudónimo masculino. Otras cobran una nueva dimensión gracias a esta selección.
Es el caso de Alfonsina Storni, Gloria Fuertes o Rosario Castellanos.
Como ya han advertido Raquel Lanseros y Ana
Merino, esta antología nace con la vocación inequívoca de ampliar el canon
oficial realizado y arbitrado por los hombres, abrirlo a otra forma de entender
y explicar la realidad con una mirada distinta, que, sin embargo, siempre ha
estado ahí. Lo resume bien la chilena Concha Zardoya (1914-2004) en estos
versos: "El dedal o la pluma -doble símbolo- / no sirven de defensa ni
tampoco / desafían ni alcanzan la victoria. / Amorosos, humildes instrumentos /
consuelan tu vivir o con su llanto / lavan la piedra gris de muchos
sueños".
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