El escritor Julio Aquiles
Munguía Escalante (1907-1983) vivió un calvario para publicar su creación
“Proposofos”, una historia que incluye al español Ramón Gómez de la Serna y al
filósofo y ensayista José Ortega y Gasset
El itinerario espiritual de Julio
Aquiles Munguía
El Café de Pombo en 1929 en Madrid (España). Julio Aquiles Munguía (primero desde la derecha) y Ramón Gómez de la Serna (sexto desde la derecha). | Archivo de Álvaro Munguía Becker - Agencia
El género literario de
aforismos no es muy frecuente en Bolivia. Se tiene escasos autores que lograron
cultivar esta corriente. Un animador en este campo fue el escritor Julio
Aquiles Munguía Escalante (1907-1983). La idea de crear un libro de aforismos
nació en 1928 cuando el autor tenía 21 años. En ese tiempo Munguía se
encontraba en San Francisco.
Las distintas circunstancias
existenciales fueron condensadas en su cuaderno de viaje que denominó
“Proposofos”. Según el propio autor, el término representa: “El arte de reducir
lo mucho a lo poco. Es el proceso de convertir lo voluminoso al estado más
simple, sin detrimento de su contenido. Mediante esta involución, las ideas se
tamizan y llegan a su más alto grado de expresividad”.
Calvario
de publicista
Un año después de peregrinar
por medio mundo (1929), llegó a Madrid y decidió publicar “Proposofos”. “Pero
ahí empezó mi calvario de publicista, que es el calvario de todos los
escritores noveles”, se lamentó Munguía. Una vez reunido todos los adagios “me
encerré meses en mi cuarto estudiantil, ubicado en la calle Goya”. Todas sus
impresiones fueron transcritas y seleccionadas “al extremo que parecía un
benedictino dedicado a la meditación y suplicio […]. Con gran algarabía mía,
las cuartillas tomaron la forma de un libro en embrión”. Al terminar de ordenar
cada línea de “Proposofos” “le puse su forro, le dibujé su carátula, y
poniéndomelo bajo el brazo me fui a recorrer imprentas y editoriales, pensando
en mis futuros éxitos”, relata Julio Aquiles Munguía. Fueron varios días que
anduvo por las calles madrileñas, sin obtener el resultado esperado. “Entonces
pensé que quizá una recomendación podría surtir efecto”, arguye Julio Aquiles.
Se dirigió donde su amigo el escritor, periodista y senador vitalicio José
Francos Rodríguez (1862-1931), un personaje influyente de la época. Una vez
leídos los originales, Rodríguez escribió una recomendación a Manuel Luis
Ortega Pichardo (1888-1943), director de la Compañía Iberoamericana de
Publicaciones (CIAP). Con nota en mano, Julio Aquiles se dirigió a la editora
madrileña, fue recibido por el secretario que a la sazón era el Duque de
Canalejas (1904-1936).
Después de hacerle volver día
tras día, en su última visita, el duque le dijo estas palabras: “Su libro es
muy importante, podrá marcar una etapa en la historia de la literatura, pero
siento manifestarle que tardaríamos muchísimo en publicarlo, por la
considerable cantidad de compromisos adquiridos anteriormente”. Al recibir esa
magra respuesta Julio Aquiles Munguía quedó decepcionado y desconcertado.
Decidió olvidarse de “Proposofos”, sepultándolo en su maleta de viaje.
Continuos
rechazos
La vida bohemia que gozó
Munguía en Madrid hizo que frecuentara sagradamente a las seis de la tarde el
afamado café Pombo donde intervenía de pontífice el prolífico escritor Ramón
Gómez de la Serna (1888-1963). Una de esas noches el amigo de Julio Aquiles, el
poeta Mariano San Ildefonso comentó a Gómez de la Serna que su amigo tenía un
escrito inédito: “Me obligó a llevarlo al café, donde Ramón Gómez de la Serna
leyó un capítulo en una noctámbula reunión sabatina, ante la presencia de
muchos escritores jóvenes de reconocido prestigio entre los que se encontraban
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), Antonio Espina (1894-1972), Benjamín
Jarnés (1888-1949), Valentín Andrés Álvarez (1891-1982), José López Rubio
(1903-1996)”. Terminada la tertulia recibió felicitaciones de los asistentes y
del propio Ramón Gómez de la Serna y se le ocurrió pedirle un prólogo al
escritor, al cual éste le respondió: “Para que tenga más mérito, el libro
debería salir solitario, sin apadrinamiento alguno”. Esta respuesta fue
devastadora para
Munguía.
No perdió la esperanza de tener
un prólogo que realce al futuro escritor y se acercó al célebre José Augusto
Trinidad Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín (1873-1967), quien
le respondió enfáticamente: “Varios escritores españoles jóvenes me han venido
con la misma petición suya y yo les he negado, así es que si le aceptó a usted,
quedaría mal con ellos”.
Los continuos rechazos que
sufrió Julio Aquiles Munguía no amilanaron su espíritu. Se encaminó hacia la
calle Gran Vía, lugar donde se situaba la redacción de la prestigiosa Revista
de Occidente. Pasó en busca de su director, el filósofo y ensayista José Ortega
y Gasset (1883-1955), quien le recibió sin muchas dilaciones: “Al hojear mi
libro, el muy cachazudo y famoso pensador me dijo: esto es demasiado audaz,
para que yo lo prologue, pero en fin, si encuentro un resquicio en mis muchos
quehaceres se lo tendré listo para dentro de un mes”. Al cabo de un mes volvió
al reencuentro con Ortega y Gasset y este le respondió: “Vuelva dentro de tres
meses, y para entonces hasta me animaría a editarlo por cuenta de la revista”.
Publicado
en Bolivia
En vísperas de marcharse a
Francia, Julio Aquiles Munguía pasó por la editorial Espasa-Calpe. Al revisar
el texto aceptaron publicar “Proposofos”, pero la condicionante fue que llevara
el prólogo de José Ortega y Gasset: “Dejé mis originales para que el gran
filósofo hispano cumpliera su promesa. Me marché a París. Y hasta el día de hoy
no he vuelto a saber más de ellos”, manifestó Munguía. Investigando este caso
con los instrumentos contemporáneos se evidencia que todos los datos
proporcionados por Julio Aquiles Munguía son paradójicamente
ciertos.
Una década después, residiendo
en Bolivia Julio Aquiles Munguía Escalante publicó “Proposofos: El nuevo ideal
artístico”, bajo los auspicios de la editora Renacimiento, el 12 de marzo de
1940: “Después de todos estos contratiempos, hoy tengo el gusto de que esta
colección de mis mejores filosofías vea la luz en mi propia tierra, en una
edición corregida y aumentada, en homenaje a tiempos pasados, a deseos no
colmados y a mi labor primeriza, sintetizada en este libro que lo quiero tanto
y que ha caminado junto conmigo”.
El libro “Proposofos” está
dividido en dos partes. A su vez tiene una subdivisión entre prosa proposofica
y poesía proposofica. La primera abarca proposofos triunfales; proposofos
místicos; proposofos epicúreos; proposofos elegiacos; proposofos funambulescos;
proposofos psicológicos; proposofos políticos; proposofos esotéricos y
proposofos múltiples; la segunda parte contiene poesía proposofica; desfile de
ciudades y súper donjuanismos. Todos los aforismos suman cerca de 1.500
proposofos. Se puede anotar las siguientes sentencias:
Crítica. “Crítica renueva
existencias”. “Debemos mirarnos en la crítica, para saber nuestros quilates”.
Meditación. “Meditando se
aprende a ser libre y a conocer la verdad”.
Soledad. “La soledad es propia
del espíritu fuerte”.
Espíritu
de la vida
La recepción académica del
libro “Proposofos” fue favorable en la década de los cuarenta. El escritor
argentino Arturo Capdevilla (1889-1967) enfatizó la labor de Munguía: “Bajo el
extraño título de ‘Proposofos’ realiza usted una extraordinaria labor de
siembra. Nunca he visto sembrador más rico que usted”. La Prensa de Buenos
Aires reseñó el libro: “Proposofos reúne elementos de apreciable valor como
producto de propia observación, adentrándose en el espíritu filosófico de la
vida, sobre la base de lo que ésta ha presentado a la vista de un viajero que
no viaja sólo por el placer de hacerlo, sino con el ánimo de reunir impresiones
para entregarlas algún día a sus lectores”.
Los comentarios en Bolivia
fueron hechos por el ensayista Daniel Pérez Velasco, quien indicó: “Impresiones
comprimidas de aquellos viajes, forman su gran libro denominado ‘Proposofos’.
Este bello libro informa la concreción de una gran filosofía. Explotando el
fragmentarismo y el comprimido de la idea, llega en él a tocar los redaños más
íntimos del espíritu”, entre otros.
La gloria efímera del escritor
Julio Aquiles Munguía se atenuó con el pasar del tiempo. A pesar que desde el
punto de vista literario posee un aporte significativo y curioso a las letras,
no logró impresionar a las futuras generaciones. A 75 años de la aparición del
libro “Proposofos”, tanto el autor como sus escritos pasaron al sitial de la
indiferencia. Destino insospechado por el propio Munguía, quien
esperanzadoramente escribía: “Espero que sabrán hablar de sobra a vuestro
espíritu estas mil y tantas filosofías, porque representan la síntesis de un
alma de visionario y la esencia de una vida errabunda e inquieta”.
(*) El autor es abogado.
Agradecimientos al Dr. Álvaro Munguía Becker, hijo del escritor Julio Aquiles
Munguía y presidente de la Asociación Boliviana de Bioética y Derecho Genético,
por habernos proporcionado este valioso material bibliográfico para su
difusión.
FUENTE:
Bolivia
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