La desolación de América en tiempos de la generación beat
Don Carpenter, autor de la novela, y Jonathan Lethem, que la ha terminado.
Se publica en España 'Los viernes en Enrico's, una novela que Don Carpenter dejó inacabada y a la que ha puesto punto y final Jonathan Lethem.
Don Carpenter es un escritor de culto. Hizo algunas incursiones en
el mundo de Hollywood, escarceos poco gratificantes a juzgar por algunos de los
pasajes de sus novelas en los que describe la dedicación al cine como una
obsesión que acaba convirtiéndose en una pesadilla para cualquier escritor.
Carpenter no fue muy conocido, si bien gozó
de la estima y reconocimiento de sus colegas. Era eso que algunos llaman un
escritor para escritores. La expresión es poco afortunada, porque Carpenter es
autor de novelas que merecen el aplauso de un público amplio. Pese a esa buena
consideración, Don Carpenter se quitó vida a los 64 años con un disparo de
revólver cuando las asechanzas de la enfermedad se le hicieron insoportables.
Dejó en ciernes una magnífica novela sin terminar, ‘Los viernes en Enrico’s’, a
la que ha puesto punto y final un devoto de la literatura del prosista:
Jonathan Lethem. Ahora vez la luz gracias a la editorial Sexto Piso una
historia de escritores de la costa Oeste que trasciende las sesudas cuitas de
los amantes de la literatura. Porque la novela que nos ocupa es espléndida, un
relato apasionante de principio a fin que destila pura vida.
Por esta novela póstuma pululan escritores
fracasados unos, y desventurados otros, devastados por el alcohol y las drogas.
Narradores a los que les arredra la magnitud de sus ambiciones, ansiosos por
triunfar en Hollywood como guionistas y que tienen que encarar su trabajo bajo
la sombra de una hornada de escritores, la de la generación beat, aunque ellos
aún no saben que la historia les reservará ese nombre.
Todos pertenecen a una generación errabunda y
desorientada, siempre dispuestos a cualquier cosa por alcanzar la cima, aunque
esa meta muchas veces suponga tocar lo inane, acercarse al vacío.
Cuando Carpenter concibió el relato pretendía
rendir un homenaje a su gran amigo Richard Brautigan (1935-1984), quien también
se quitó de en medio con un disparo. Ambos compartieron episodios de una vida
convulsa y bohemia. Por fortuna, ese objetivo, el de reivindicar al amigo y
alumbrar una hermosa elegía, quedó superado por una novela muy ambiciosa, que
se coloca a la par de la obra maestra de Carpenter, ‘Dura la lluvia que cae’.
El autor de ‘Los viernes en Enrico’s’ se
suicidó acosado por la depresión y una serie de enfermedades, como la diabetes,
la tuberculosis y alergias varias que, aparte de minar su salud, fueron
liquidando sus ganas de vivir.
Expurgar redundancias
Después de su muerte, los herederos del
maestro pensaron que esa novela incompleta a la que había dedicado sus últimos
días merecía mejor suerte que la de acabar en un cajón. Los albaceas literarios
del escritor contactaron con Jonatan Lethem y este accedió gustoso a acabarla.
Su tarea consistió más en ordenar materiales y expurgar el texto de
redundancias que en escribir. Porque según dice el propio Lethem en el epílogo,
su aportación al texto se reduce a entre cinco y ocho páginas.
Los personajes que pueblan ‘Los viernes en
Enrico’s’ trascienden el arquetipo del que parten. Jaime Froward, que triunfa
con una primera novela de recuerdos familiares, es una mujer muy dotada para la
escritura que tiene adaptarse al vértigo de asumir la dificultad de repetir sus
comienzos exitosos. Sin pretenderlo ni buscarlo, Jaime eclipsa a su marido,
Charlie Morel, empeñado en publicar una monumental novela sobre la guerra de
Corea. Pero el desequilibrio entre las aspiraciones enormes de Charlie y su
modesto talento conducen al desencanto y la frustración. Su obra nunca cuaja.
Frente a los escritores de formación universitaria, sobresale la figura de Stan
Winger, un delincuente casi analfabeto que asalta casas, lo que, además de
sustento, le procura una íntima satisfacción sexual. Pese a sus carencias
iniciales, Winger es un escritor extraordinariamente capaz, un autor que
explota sus cualidades para escribir novelas pulp y guiones para los grandes
estudios. Y el último de los cuatro exponentes de escribidores es Dick Dubonet,
artista de triunfos tempranos pero que se malogra debido a su contumaz empeño
por colocar sus relatos en la revista ‘Playboy’.
La novela, cuyo título se inspira en el
legendario bar fundado Enrico Barducci, incluye a veces pasajes ásperos. La
insatisfacción y el tedio desembocan en monumentales borracheras. El único
personaje que parece salvarse de la desolación es Kira, la hija de Jaime y
Charlie, una muchacha que se resiste a seguir los pasos de sus padres, que
encarnan a unos personajes desnortados, representantes del desierto moral al
que estaba abocada América hace medio siglo.
Nos encontramos ante una novela sobre el
mundillo literario que destilla no poca amargura. La historia que se cuenta
abarca varias décadas y recrea un tiempo en el que la literatura contaba mucho
más que ahora.
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