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«No sufres por ser Down, sino por las ataduras que te
pone la gente»
Pablo
Pineda se lamenta de los "prejuicios que todavía existen en la
sociedad" y reivindica, en su libro 'Niños con capacidades especiales',
que este colectivo sí puede integrarse como uno más
· El también actor se queja de que "el
gran problema es que el Down siempre tiene que estar demostrando que sí puede
hacerlo"
Pablo
Pineda presenta su segundo libro.
Alegre,
feliz, vitalista y sentimental. Así es como se define Pablo Pineda (Málaga,
1974), conferenciante, actor ganador de la Concha de Plata del Festival de San
Sebastián y primer europeo con síndrome de Down en lograr un título
universitario. Estos días está de enhorabuena porque presenta su segundo libro,
‘Niños con capacidades especiales: Manual para padres’ (Hércules de Ediciones),
con el que busca sensibilizar a la sociedad para conseguir una igualdad que a
día de hoy queda un tanto lejana para este colectivo.
Conferenciante, escritor y actor,
se convirtió en el primer europeo con síndrome de Down en obtener un título
universitario
Sorprende su sensatez, su capacidad de
razonamiento, su conocimiento exhaustivo de la actualidad y de la condición del
ser humano. Pero, ¿por qué sorprende? Pues, tristemente, por los prejuicios que
todavía existen en la sociedad sobre la discapacidad, a la que él le gusta
llamar «capacidad especial». Precisamente son estos prejuicios prácticamente
los únicos que le sacan de su estado habitual de felicidad. «No sufres por ser
Down, sino por las ataduras que te pone la gente», explica.
Pablo tiene un sueño, que defiende por activa
y por pasiva: lograr que «nosotros no seamos noticiables». Él solo pide ser uno
más, hacer una vida como cualquier otro: trabajar, entrar a un bar o a una
discoteca, pasear con una novia… sin que resulte extraño.
Para lograrlo, Pineda ve fundamental
integrarse en el mercado laboral y para ello pide a las empresas que exijan
tener gente con discapacidad. «Nosotros podemos aportar alegría, empatía, una
sensibilidad distinta, esa transparencia y ausencia de maldad que la gente no
tiene…», se atreve a decir.
La emoción de un premio
Carga sobre sus espaldas con el peso de saber
que él ha abierto un camino y que detrás de él hay un colectivo de chicos con
síndrome de Down para los que supone un ejemplo. Y no solo los chicos, sino
también los padres, que se fijan en él para la educación que han de dar. «Eso
me da mucha responsabilidad, porque sé que dependen un poco de mí. Es lo que me
obliga a no decir que no a nada». Y ahí está, sin parar, de ciudad en ciudad y
país en país dando conferencias a través de la Fundación Adecco, escribiendo
libros, concediendo entrevistas e incluso protagonizando una película, ‘Yo
también’, papel por el que le concedieron en 2009 en el Festival de San
Sebastián la Concha de Plata. «Que te pongan en la terna de mejor actor con
Ricardo Darín y Robert Duvall y ganes tú… ¡Guau, es lo más!», explica todavía
con cierta emoción.
Y es que la clave de su éxito reside en no
ponerse límites. Se lo enseñaron desde pequeñito sus padres, al confiar en él
exactamente igual que en sus tres hermanos: le enseñaron a leer también a los 4
años, le matricularon en la misma escuela pública y le educaron para que desarrollara
una gran autoestima y se creyera capaz de todo.
Ante la pregunta de si es plenamente
autónomo, responde con total acierto: «Siempre fallamos en algo, siempre nos
falta algo». Pero sostiene que, desde luego, cada vez es más independiente.
"Hijos a la
carta"
Ha roto con muchas barreras, muchas de las
que se consideraban inalcanzables para personas como él, pero admite que no ha
logrado romper con los prejuicios sociales que todavía existen. «El gran
problema es que el síndrome de Down desde que se levanta hasta que se acuesta
tiene que estar demostrando todo el día que puede. Nadie te da una oportunidad,
tienes que ir tú a pedirla. Nadie te dice ‘sí puedes hacerlo’; al contrario,
eres tú el que tienes que decir: ‘Perdona, yo sí lo puedo hacer’», se lamenta.
Dentro de su gran sueño de integrarse con
normalidad en la sociedad, defiende la educación de su colectivo en escuelas
públicas porque «la especialización tiende al aislamiento». Sabe que no es el
camino más fácil, porque estás más desprotegido, quizá menos cuidado, pero
tiene el «aliciente» de que estás interactuando, relacionándote con los demás.
«Si tú separas a un grupo y lo juntas con ellos, creas un gueto, lo aíslas
totalmente de la sociedad», explica. Como modelo, él mismo: «Si yo hubiera ido
a un colegio especializado, no habría hecho todo lo que he hecho, estaría en un
taller ocupacional o algo así».
Este diplomado en Magisterio también se
muestra muy crítico con el hecho de que «hoy haya hijos a la carta». «El gran
problema es que con la amniocentesis puedes decir lo quiero o no. Y todo el
mundo elige tener un hijo normal porque es más fácil». Por eso, aunque «sin
juzgar a nadie», invita a las madres a que «piensen bien lo que van a hacer»
antes de tomar la decisión.
Ejemplo de superación, admite que el futuro
le da respeto, pero no le asusta. «Solo hay que ir poco a poco». Ésa es su
filosofía, la que le ha llevado tan lejos, hasta donde muchos nunca hubieran
imaginado. Los prejuicios están para romperlos.
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