Ni excéntrico ni maldito
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Una
biografía sobre John Kennedy Toole desmonta malentendidos y tópicos
John Kennedy Toole.
Obra de culto que sigue haciendo reír a carcajadas a quien se
acerca a ella, 'La conjura de los necios' es una enorme sátira que va camino de
convertirse, si no lo es ya, en un clásico contemporáneo. Su autor John Kennedy
Toole, continúa siendo un personaje brumoso. Muchos de los lectores de Toole
tienden a ver en Ignatius Reilly el alter ego del novelista. Se trata, sin
embargo, de una percepción equivocada. Un exhaustivo trabajo de investigación
de Cory MacLauchlin desmonta muchos malentendidos sobre el autor.
En su biografía sobre el escritor, 'Una
mariposa en la máquina de escribir' (Anagrama), McLauchlin despoja al personaje
de ese halo de malditismo que siempre le ha rodeado. El biógrafo argumenta que
no estamos ni ante un loco ni un deprimido, sino ante un hombre muy centrado
cuando cogía la pluma. Su trastorno mental, en todo caso, fue una consecuencia
de avatares desgraciados. Y la sombra de su madre, con toda su carga de
frustraciones y resentimientos, tampoco ayudó a un hombre que se sentía llamado
a redimir a sus progenitores.
Toole se quitó la vida en 1969, desilusionado
por no encontrar editor para su novela. Si hubiera sabido la historia completa
seguramente no se habría suicidado. 'La conjura de los necios', a cuya publicación
se entregó en cuerpo y alma su madre Thelma, es hoy uno de esos libros que
nunca pasan de moda y que sigue encontrando nuevos lectores.
Perritos calientes
Del escritor se han dicho demasiadas
tonterías que sirven para caricaturizarlo como un excéntrico irredento. De
acuerdo con que durante un tiempo despachó perritos calientes en un puesto
ambulante y trabajó en una fábrica de pantalones, pero la realidad dista mucho
del arquetipo. Era un hombre querido por sus amigos y respetado en los
cenáculos académicos. No en balde, se convirtió en el profesor más joven del
Hunter College, donde sus alumnos le tenían en gran estima. Por añadidura,
estaba especialmente dotado para el baile, el teatro y la parodia.
McLauchlin concede que la personalidad del
escritor presentaba rasgos de paranoia y esquizofrenia, pero considera
imposible que un tarado alumbrase una obra que ganó el Pulitzer. Si acaso, su
madre sí que ejerció una presión enfermiza. Proyectó sobre su hijo algunos de
sus tormentos, y como ella no tuvo éxito en la vida, quería que su vástago
triunfase a toda costa. Los padres vieron en ese niño la solución a todos los
problemas, la persona que les iba a compensar de todos los sinsabores sufridos.
Esas ansias por ganar acabaron costándole muy caro. Puso demasiadas esperanzas
en un libro con el que pretendía resolver los problemas económicos que
atenazaban a sus padres. Ese deseo por obtener reconocimiento terminara
devorándole.
Escrita en Puerto Rico durante una etapa en
que sirvió al Ejército, 'La conjura de los necios' gustó -con muchas reservas-
al célebre editor Robert Gottlieb, aunque pensaban que «no trataba de nada». El
desencanto y las recurrentes negativas de los editores socavaron fatalmente la
entereza del escritor, quien un mal día conectó una manguera al tubo de escape
de su coche y murió asfixiado.
Sensacionalismo morboso
La vida de Kennedy Toole había sido objeto de
un par de tentativas biográficas que adolecían de imprecisiones y se decantaban
por un sensacionalismo morboso. La investigación de MacLauchlin tiene la virtud
de acudir a la fuentes directas y se nutre de numerosas entrevistas con amigos
y familiares. Además, el libro está sustentado en la consulta rigurosa de
archivos y documentos.
MacLauchlin pudo hablar con el editor
Gottlieb, al que Themla Toole hizo culpable del suicidio de su hijo por no dar
su consentimiento a la publicación. Pero Gottilieb, según MacLauchlin, nunca
rechazó de forma tajante la obra, pero sí que estaba convencido de que
necesitaba cambios profundos.
Nueva Orleans, escenario de las andanzas de
su antihéroe, condicionó la existencia y la literatura de Toole. El biógrafo
indaga en el estrafalario personaje y concluye que hay muchas similitudes entre
el protagonista de la novela y una persona real, el profesor Bob Byrne, quien
compartía con Ignatius muchas rarezas, el bigote y una irrefrenable pasión por
los perritos calientes.
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