Las reinas del 'best seller'
Las escritoras ocupan los puestos más altos
en la clasificación de ventas en casi todos los géneros
Las escritoras Silvia Soler y María Dueñas firman
ejemplares de sus libros.
Desde hace al menos un par de décadas, las
mujeres leen más literatura de ficción que los hombres. Ahora han dado otro
paso: los libros escritos por mujeres venden más que los firmados por varones.
No es el simple azar de un año en el que han coincidido en las librerías las
escritoras más comerciales. Poco a poco han ido escalando puestos en las listas
de 'best sellers' hasta instalarse en las posiciones predominantes. Hoy, en la
literatura escrita en castellano, reinan María Dueñas, Julia Navarro, Dolores
Redondo, Isabel Allende, Alicia Giménez Bartlett, Almudena Grandes y Matilde
Asensi. Sus ventas apenas las igualan Arturo Pérez-Reverte y Javier Sierra. Los
escaparates de las librerías son suyos.
Según quién las elabore, las
coincidencias son grandes: en 2014, si se dejan a un lado las traducciones, los
libros más vendidos fueron 'Dispara, yo ya estoy muerto' de Julia Navarro; 'Las
tres bodas de Manolita' de Almudena Grandes; 'El juego de Ripper' de Isabel
Allende; y, pese a haberse publicado en noviembre, 'Ofrenda a la tormenta' de
Dolores Redondo. El año anterior, tres mujeres estaban también en los puestos
de cabeza (Navarro y Redondo y María Dueñas); en 2012, 'Misión Olvido' ocupó el
segundo puesto, entre Ruiz Zafón y Eduardo Mendoza, y en 2011 'El tiempo entre
costuras' arrasó.
A medida que se retrocede
en el tiempo, las autoras van desapareciendo de las listas, hasta el extremo de
que su presencia en el primer puesto es excepcional. Por ejemplo: entre 1996 y
2005, una verdadera época de oro de ventas para el sector editorial, hubo seis
años en los que un libro escrito en español encabezó la clasificación, frente a
cuatro traducciones. En tres ejercicios fue Pérez-Reverte, en dos Javier Cercas
y el último, Carlos Ruiz Zafón. No hace falta dar más datos para observar el
cambio.
La
novela negra
Autores, editores y
libreros hablan de normalización y coinciden en que no es un fenómeno pasajero.
«Lo sucedido obedece a la superación de un problema de machismo, que venía de
las propias mujeres: que ellos escribían mejor y ellas se dedicaban a los libros
de cocina o las novelitas románticas». Dolores Redondo, autora de la trilogía
de mayor éxito comercial en los últimos tiempos, es tajante. Se acabó la
división por sexos y géneros. Hace menos de veinte años, cuando Alicia Giménez
Bartlett publicó la primera novela de la serie de la inspectora Petra Delicado,
se sentía como una pionera. En el ámbito anglosajón eran ya muchas las autoras
de novela policial, pero en España era un coto privado de los hombres.
De
los hombres que las escribían y leían, porque el género tenía pocas lectoras.
«Era el género más masculino de todos, también en cuanto a los personajes. Eso
ha cambiado y se ve en el acercamiento a las figuras protagonistas de los
relatos. Dolores Redondo, por ejemplo, ha conseguido un personaje muy rico, con
una vida personal tan interesante o más que la investigación». Es Emili
Rosales, director editorial de Destino, quien lo explica, y el novelista Víctor
del Árbol quien lo ratifica: «Han dado con personajes muy buenos, que no se
basan en estereotipos. Mujeres que son reales y son antihéroes».
Las
lectoras reaccionaron pronto ante los cambios. «A mí me lo han dicho: hasta
ahora no se interesaban por la novela negra -explica Giménez Bartlett- porque
era muy sórdida. En las que escribimos las mujeres hay menos sordidez y más
humor». Eso es lo que ha llevado hacia la novela policial a un número muy
elevado de mujeres que antes no la frecuentaban. Pero el fenómeno tiene muchas
facetas y una de ellas está relacionada con la lectura social, con la capacidad
de crear y seguir modas. «Los personajes femeninos mueven mucha lectura por
imitación», asegura Pablo Álvarez, director literario de Suma de Letras.
En
ello juegan un gran papel las redes sociales, a las que las autoras dedican más
tiempo y en las que se muestran más próximas. «Las recomendaciones de estos
libros por lectoras a las que les ha gustado» son fundamentales. «El boca a
boca adquiere así la máxima difusión. Y las lectoras, convertidas en fans y
amigas, vienen a ser también las prescriptoras». Lo explica Rosa Beltrán,
responsable de Literatura en la bilbaína librería Tintas.
Prescripción
y popularidad. En esto último los grandes premios tienen su responsabilidad.
«¿Cuántas mujeres habían ganado el Planeta hace quince años?», se pregunta
Blanca Rosa Roca, directora de Roca Editorial. «Ahora todos los años hay
ganadora o finalista, y eso influye mucho. Aunque se refiera a otro tipo de
autoras, también que una mujer gane el Cervantes o el Nobel, o ingrese en la
Academia, contribuye y mucho a hacerlas visibles y aumentar el interés sobre lo
que escriben».
Los
editores, por supuesto, no son ajenos a esto. Ya no se trata solo de que a día
de hoy lleguen a sus despachos más manuscritos firmados por mujeres que antes.
En las sedes de los grandes sellos se hila muy fino porque, como dice David
Trías, director literario de Plaza & Janés, todos anhelan encontrar la
nueva Isabel Allende o Julia Navarro. No solo buscan entre las autoras que
llegan a su editorial; también miran de reojo a los rivales. «Cuando un premio
literario recae en un escritor, la competencia respira más aliviada que si se
trata de una mujer». Aún hay más: si una escritora de éxito elige como
protagonista a un hombre, «el editor, preocupado, es capaz de poner un título y
una portada con elementos femeninos» para tener así más gancho entre las
lectoras. Trías no da nombres ni títulos, pero no hay más que mirar los
escaparates para comprobarlo.
Menos
prejuicios
Ellas dominan la novela
histórica, por supuesto la romántica y desde hace un tiempo la negra y la de
aventuras, siempre con un punto de exotismo en los escenarios y la dosis justa
de amor y pasión. «Quizá tenemos menos prejuicios como autoras y escribimos lo
que nos apetece, sin ningún remilgo. Quizá ha habido durante tanto tiempo un
dominio excesivo de los hombres y ahora tan solo se está dando un giro»,
especula María Dueñas, que se ha convertido en uno de los valores más seguros
para el sector. «Escribimos cosas muy distintas -continúa-, porque, ¿qué tienen
en común las historias de Matilde Asensi, Dolores Redondo y las mías?». Se
refiere así a la variedad de géneros en los que se han asentado. Pero aún
quedan algunos por conquistar. Por ejemplo, la ciencia ficción. «Es de los
pocos en los que aún no han triunfado. Apenas hay escritoras y también las
lectoras son escasas. Siempre tiene que haber una que empiece, tenga éxito y
arrastre. Junto a la novela de terror y la de humor, es la última frontera»,
sostiene Pablo Álvarez.
La
última que resta para la normalización absoluta de la actividad. Hasta ahora ha
podido influir un fenómeno sociológico, algo así como la democratización de la
autoría, pero desde ahora ya solo contará el talento. «Yo no quiero ninguna
discriminación positiva -dice Dolores Redondo con vehemencia-. No escribo para
hombres ni para mujeres, sino para lectores». Los editores están completamente
de acuerdo: «Hay buena literatura y hay mala literatura, masculina y femenina»,
dice Trías. Y cada vez son más quienes, como el novelista Félix G. Modroño,
proclaman que no distinguen un libro escrito por un hombre de otro escrito por
una mujer, hasta el extremo de que cada vez es más normal que ellos adopten el
punto de vista de una narradora y ellas el de un narrador. «Reivindico que
seamos capaces de dar una visión del hombre, como ha sucedido al revés desde
hace siglos», sostiene Giménez Bartlett. En ello están. Y con mucho éxito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario