sábado, 11 de abril de 2015

LEONARDO BOIX: "Un lugar propio"

ENTREVISTA / LEONARDO BOIX / POETA Y PERIODISTA

“La poesía se nutre de la experiencia de la memoria”

La incursión del periodista en la narrativa de ficción hizo que descubra su vocación poética. Un lugar propio es el título de su primer libro de versos.

“La poesía se nutre de la experiencia de la memoria” 
El periodismo y la poesía son, a simple vista, 2 mundos complejos y muy distintos entre sí, pero Leonardo Boix (Argentina, 1975) es capaz de cuestionar esta realidad para crear nuevos límites en la palabra.
Boix acaba de publicar su primer poemario, Un lugar propio (Editorial Letras del Sur, Buenos Aires, 2015), pero ya trabaja en otro que será editado en la lengua de Shakespeare, a fines de año, en Londres, Inglaterra.
Sus poemas fueron incluidos en el libro Antología 2 (El Mar de al Lado y Letras del Sur, 2015) y es, además, autor de 2 novelas: Vestido Pájaro (2001) y Vedette (2004), cuya escritura, insinúa, es una forma de la poesía en prosa.
“Me parece que hay tensiones que surgen al moverse -entre el periodismo y la poesía- que ayudan a pensar los límites y contradicciones de la palabra y el texto. Por ejemplo, en la poesía aprendí a interrogar y cuestionar lo que me rodea, de alguna manera recuperando cierto sentido de ‘lo real’ y lo histórico que uno viene trabajando a diario en la labor periodística”, afirma el autor en entrevista con EL TELÉGRAFO.
Nacido en la ciudad de Quilmes, en el sur del Gran Buenos Aires, Boix es corresponsal de este diario en Londres, donde está radicado desde 1997. En los últimos 18 años colaboró desde la capital británica con varias publicaciones de América Latina y Europa, entre ellas la agencia italiana de noticias ANSA, de la que fue corresponsal durante 13 años, el diario The Guardian o la revista Proceso, de México.
¿De qué manera se complementan un periodista con un poeta?, ¿pueden convivir juntos?
Son dos mundos que parecen muy distintos pero que tienen mucho en común y que pueden complementarse aunque no siempre de forma simple o equitativa. Me interesa en particular la cuestión de la memoria, el territorio, las fronteras, la patria, las dos lenguas (en mi caso el español e inglés) para ese trabajo arduo del ‘yo poético’ y, de algún modo, es a partir del periodismo que estas ideas se han ido formando y forjando a la hora de escribir poesía.
El autor atraviesa la aparente frontera entre realidad y ficción a través de los poemas que le hicieron crear Un lugar propio.
El autor atraviesa la aparente frontera entre realidad y ficción a través de los poemas que le hicieron crear Un lugar propio.
¿La realidad de su profesión le sirve para alimentar el arte?
Definitivamente. En Un lugar propio incluyo, por ejemplo, varios poemas que hablan sobre temas que he trabajado durante años como corresponsal en Londres, desde la Guerra de las Malvinas  pasando por la experiencia de ser un inmigrante a la deriva en Europa, los resabios de la dictadura militar en Argentina o la conmemoración de la Primera Guerra Mundial en el Reino Unido o la cuestión de género. También me pasa que el uso de un lenguaje ‘periodístico’, por momentos, parece impregnarse en textos donde hablo sobre el pasado familiar, la vuelta a la casa de la infancia o, simplemente, cuando narro a Londres, Kent o Quilmes.

Parece ser que en el mundo hay cada vez menos poetas, ¿por qué  eligió este género literario?
Creo que es un género que me interesó desde chico y con el tiempo me fue eligiendo a mí. Ya en Londres escribí 2 novelas (Vestido pájaro y Vedette) sin darme cuenta de que, en realidad, estaba escribiendo poesía en prosa. En ambos casos se trataba de una escritura bastante lírica, experimental, que buscaba cierto quiebre con la tradición y el canon. Desde 2014 me sume al The Poetry School de Londres, un lugar para pensar a la poesía desde lo formal y lo teórico, y donde enseñan importantes poetas ingleses como Mimi Khalvati, Pascale Petit o Tamar Youseloff. Fue allí donde descubrí la obra de autores claves como John Burnside, Mark Doty, Bill Collins, Sharon Olds, entre otros.
¿Y cuáles son sus influencias?
Es difícil hablar de influencias, pero no puedo negar el placer que significó descubrir por primera vez los poemas de (Jorge Luis) Borges, de Alejandra Pizarnik, de Néstor Perlongher, Juan L. Ortiz o Diana Bellesi.
En Inglaterra me influyeron mucho los románticos ingleses (Lord) Byron, (John) Keats y (Samuel Taylor) Coleridge -a quienes leía en escapadas a la campiña o durante excursiones a casas históricas- y, sin lugar a dudas, la escritura del Grupo de Bloombsury, desde Virginia Woolf y Katherine Mansfield hasta Lytton Strachey y T.S. Eliott.
En este último tiempo, la obra de la irlandesa Eavan Boland y del inglés John Burnside han sido bastante claves en como escribo. Y, por supuesto, las obras de Bellesi y de Jorge Eduardo Eielson, que releo continuamente.

En la realidad actual, las metáforas escasean, ¿de qué se nutren sus versos?
En Un lugar propio la poesía se nutre de la experiencia de la memoria, del texto, ‘de esas dos orillas’, de los dos idiomas, se nutre de la experiencia de la extranjería, de ver al mundo con ojos de inmigrante, de aquel que es foráneo y lo sabe. Es una poesía que mira al pasado para buscar un territorio propio, un ‘lugar común’ que, finalmente, solo aparece en la propia literatura, en los intersticios del texto.
“La única casa es la escritura” había escrito la autora Julia Kristeva... mi último libro trabaja esta idea, utilizando espacios como el jardín, la costa inglesa o, simplemente, las calles de Londres como lugares para ser apropiados y llenados de un sentido nuevo.

¿Es más difícil ser poeta o periodista?

Ambos ámbitos requieren del esfuerzo y el trabajo duro, de la dedicación y la interrogación del mundo. Ambos piden observar, cuestionar, analizar lo que te rodea. La poesía es una forma de ver al mundo con otros ojos, de transformarlo, de darle nueva vida. En ese sentido tiene más que ver con el arte. Un poeta es un artista. Requiere, además, de tiempos diferentes. En mi caso, un poema puede tener varias etapas y borradores, hasta 10 o 15 en total. Y, muchas veces, un poema puede evolucionar después de meses y hasta años. Como periodista la labor es otra: comunicar, informar, dar a conocer. La velocidad y los tiempos son, en general, más apremiantes. El formato puede condicionar, aunque también dar muchas libertades. De algún modo la dificultad está en cómo usar el lenguaje y cómo encontrar esa voz propia que te defina y defina el mundo que tratas de explicar a tu alrededor. (I)


FUENTE:        
                               El Telégrafo
                                                                                         Ecuador

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