El Rómulo Gallegos fue para un autor
casi secreto
Pablo Montoya recibió el prestigioso galardón con su obra 'Tríptico de
la infamia'.
Pablo Montoya (1963) es profesor de literatura de la Universidad de Antioquia
Cuando este diario logró contactarlo en un pequeño hotel de La Plata (Argentina), donde asiste a un congreso literario, el escritor santandereano Pablo Montoya Campuzano todavía no salía del estado de sorpresa. Minutos antes se acababa de enterar de que había ganado el prestigioso premio literario Rómulo Gallegos, con su novela histórica más reciente, 'Tríptico de la infamia'.
“Me siento, en primera instancia, completamente asombrado, anonadado, estupefacto ante la noticia y todavía no puedo creerlo. Pero ya sentando cabeza me pongo a pensar que es un gran honor recibir este galardón, por los antecedentes que tiene, por las grandes novelas que se han premiado y por el impacto que ha producido. Siento, además, una gran responsabilidad al recibirlo, porque evidentemente yo he sido un escritor más o menos invisibilizado o un poco situado en ciertas zonas de silencio, y este premio significa entrar, de algún modo, al espacio público de la literatura”, anotó, emocionado, el autor.
La buena noticia para Montoya se la dio ayer el jurado del galardón, conformado por la profesora venezolana Mariana Libertad Suárez, el escritor ecuatoriano Javier Vásconez y su colega puertorriqueño Eduardo Lalo (ganador de este premio en el año 2013).
De esta manera, Montoya se convierte en el quinto colombiano en recibir este importante reconocimiento literario, luego de William Ospina (2009), con 'El país de la canela'; Fernando Vallejo (2003), con 'El desbarrancadero'; Manuel Mejía Vallejo (1989), con 'La casa de las dos palmas', y Gabriel García Márquez (1972), con 'Cien años de soledad'.
Montoya era uno de los siete finalistas del galardón, dotado con una bolsa de 100.000 dólares (unos 257 millones de pesos), entre los que se encontraban otros tres colombianos: Piedad Bonnett ('Lo que no tiene nombre'), Héctor Abad Faciolince ('La Oculta') y el recién fallecido novelista Óscar Collazos ('Tierra quemada').
Artesano silencioso
Gracias a su propuesta literaria, quizás por su manera de ser tranquila y poco propensa a la figuración, y su trabajo silencioso y disciplinado tanto en la literatura como en la academia, en Medellín, a Montoya le pasó algo similar que a su colega Tomás González, quien terminó haciendo que se les considerara uno de esos maravillosos secretos de nuestra literatura reciente, que se han ido ganando el reconocimiento de la crítica y del público.
Aunque nació casi que “por accidente”, como él mismo anota, en Barrancabermeja, el 26 de abril de 1963, Montoya fue llevado a los 3 años a la capital antioqueña, de donde es originaria toda su familia.
“Mis padres huyeron de Antioquia, en la época de la violencia partidista, y se radicaron en Barrancabermeja, en los años de la prosperidad del petróleo. Allí mi padre ejerció la medicina y vivieron casi dieciocho años”, dice Montoya, que atribuye a su mamá, una ama de casa culta, su pasión por la lectura y las humanidades.
En Medellín estudió la secundaria y los primeros años de medicina, que luego cambió por la música, en la Universidad de Antioquia. “Cuando yo descubrí la música intenté meterme en ella para poder romper el esquema de esa pequeña burguesía antioqueña que siempre quería que sus hijos fueran médicos, abogados o curas, como se usaba en la época”, dice.
Por eso buscó su destino en Tunja, donde hizo toda la carrera de música, con especialización en flauta, de la que vivió durante casi once años, tocando en orquestas. “Pero ahora, al hacer una retrospectiva de mi vida, en realidad lo que yo quería era tomar ese atajo de la música, para desembocar felizmente en la literatura”, agrega.
Con este propósito, Montoya se radicó por un periodo de once años en París, donde estudió literatura y comenzó a desarrollar su pasión por la escritura. “Esa es una ciudad que sí influye mucho en mis libros y en mi formación literaria. Francia está muy presente en toda mi obra. La segunda parte de este libro que ganó está prácticamente dedicada a París”, comenta.
Por esa época, de manera tímida, comenzó a escribir poemas y cuentos, así como a hacer ejercicios de prosas poéticas. “Y luego, más maduro, cuando me sentí seguro en el manejo de las técnicas literarias, salté a la novela”, explica. Su producción, en este género, solo suma otras tres: 'La sed del ojo' (2004), 'Lejos de Roma' (2008) y 'Los derrotados' (2012).
Hoy, aunque divide su tiempo entre la docencia y la escritura, Montoya es consciente de que cada vez esta última llama más a su puerta. “La academia a veces es un poco absorbente, pero creo que con este reconocimiento literario ya es hora de que me dedique con más fuerza a la escritura”, anota.
En su entrevista con EL TIEMPO, el escritor contó detalles de la novela ganadora, en la que reflexiona sobre las guerras religiosas del siglo XVI en Europa, a partir de la voz de tres pintores poco conocidos de la época: Jacques Lemoine, François Dubois y Théodore de Bry. Pinta una época oscura, de horror, cuyas consecuencias se extendieron hasta América.
Usted gana con una novela de corte erudito, una novela histórica. ¿Por qué este interés en una literatura de época?
En verdad, es un libro que podría situarse en el ámbito de la novela histórica, que se va a un pasado muy turbulento, conflictivo, de una gran violencia social: el siglo XVI.
Particularmente, la novela recrea el telón de fondo de las guerras de religión en Europa, en especial en Francia, y también la conquista de América, dos momentos que se dieron más o menos simultáneamente. Pero además de cierta información que tiene que ver con la pintura, la religión y la historia, creo que el lector va a encontrar qué pasa con un artista, con un hombre sensible, cuando está situado en medio de épocas arrasadoras, socialmente hablando, por la violencia que ejercen.
Cómo esos artistas intentan sobrevivir dignamente y aportar su grano de arena a la interpretación, más o menos sensata, de lo que ha sucedido en el pasado, sobre todo esa relación tan conflictiva que ha habido entre Europa y América. La novela cuenta la historia de estos tres pintores, lo que le da un gran ingrediente pictórico y visual.
Al ser un tríptico, ¿usted juega también con diferentes voces en cada una de las partes de la estructura del libro?
Sí, claro. Como sabes, tríptico nos remite inmediatamente al mundo de la pintura. Tú puedes ver un tríptico cabalmente, digamos, los tres momentos del cuadro, o tú puedes mirar independientemente cada una de las partes. Yo creo que la novela mía juega un poco también a eso: son en realidad tres novelas en una, tres relatos largos en uno solo. Entonces, el lector puede acercarse a cada una de las partes o a las tres en su totalidad, a través de vasos comunicantes que tienen entre sí las historias.
A mí me interesa mucho en mis libros, y esa es una de las apuestas que he hecho a través de la literatura, mostrar al artista, al escritor, al pintor, al músico, y su vínculo con diferentes realidades, como lo hice antes con músicos y escritores en Lejos de Roma y en La sed del ojo.
¿Cómo llegó a los protagonistas: los pintores Jacques Lemoine, François Dubois y Théodore de Bry?
Ellos son tres pintores protestantes, dos de ellos franceses y uno belga, y los fui conociendo paulatinamente, y me di cuenta de que, aunque entre ellos hubo pocos contactos, lo que los une a los tres es la época. Los tres son perseguidos políticos, se exilian, son seres excéntricos, es decir, están completamente expulsados de sus tierras y tratan de situarse, desde allí, en un mundo azaroso. Otra de las cosas que los vincula es la relación con la conquista de América. Yo creo que eso es uno de los puntos de unión que hay entre estos tres pintores. Son pintores poco conocidos, lo cual significó para mí aventurarme en un panorama un poco incierto porque hay poca información histórica sobre ellos, sobre todo del segundo, François Dubois, del que no se conoce casi nada, lo que me permitió darle un entorno y una sensibilidad particular con la imaginación literaria.
¿Y cómo se da esa conexión con América?
La primera parte cuenta la expedición que hace Lemoine a tierras americanas, en la Florida. Luego, la tercera parte, que es con Théodore de Bry, uno de los méritos importantes que tiene él, como lo cuento en la novela, es que ilustró la Brevísima relación de la ilustración de las indias, de Bartolomé de las Casas.
Entonces, en la novela hay un gran diálogo entre las denuncias que hizo Bartolomé de las Casas y los grabados que hizo Théodore de Bry. En ese sentido, la novela también reflexiona sobre lo que significó y sigue significando para nosotros, o al menos para el espacio literario, el exterminio indígena. Creo que ese es uno de los aportes que me parece que recibió con entusiasmo el jurado del premio.
Entonces, en la novela hay un gran diálogo entre las denuncias que hizo Bartolomé de las Casas y los grabados que hizo Théodore de Bry. En ese sentido, la novela también reflexiona sobre lo que significó y sigue significando para nosotros, o al menos para el espacio literario, el exterminio indígena. Creo que ese es uno de los aportes que me parece que recibió con entusiasmo el jurado del premio.
¿Cómo fue la investigación?
Además de leer muchos documentos de la época, recorrí Europa, gracias a una beca que me dio el servicio académico internacional de Alemania. Esto me permitió recorrer varias ciudades y visitar muchos museos, que pude relacionar con la documentación del exterminio indígena en América.
¿Cree que este es un reconocimiento también a la novela histórica como género?
Hasta el momento he publicado cuatro novelas, y las cuatro tienen rasgos de novela histórica, siempre apostándole a una mirada muy particular. Yo también escribí un libro sobre la novela histórica en Colombia, en donde abordo este tema, en el periodo entre 1988 y 2008. Y creo que es un subgénero muy vital, con mucha fuerza, con mucha perspectiva; y que de todas maneras los lectores siempre están buscando ese tipo de literatura, porque les permite entender un poco el pasado, de dónde vienen y poder situarse, sin duda alguna, ante el presente. De hecho, este galardón ha premiado diferentes novelas históricas. Es un premio que está muy atento a esas novelas que se aproximan a nuestra historia.
¿Algún proyecto andando?
Luego de terminar 'Tríptico de la infamia', decidí darme un pequeño descanso, pero sí tengo proyectos, en especial dedicados a contar algunas cosas de mi vida como músico, y estoy calentando para lanzarme a la escritura de uno de esos proyectos músico-literarios.
FUENTE: EL TIEMPO Colombia
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