Gabo
y su definición del cuento: "Es una flecha en el centro del blanco y la
novela es cazar conejos".
Si el
colombiano Gabriel García Márquez no hubiera escrito nunca "Cien años de
Soledad" ni ninguna otra novela, quizás hubieran tenido que darle el Premio
Nobel de Literatura por sus cuentos, afirman expertos en su obra.
Si el colombiano Gabriel
García Márquez no hubiera escrito nunca "Cien años de Soledad" ni
ninguna otra novela, quizás hubieran tenido que darle el Premio Nobel de
Literatura por sus cuentos, el lado menos divulgado de su obra.
Es lo que piensan
destacados escritores mexicanos, inclinados ante la perfección de "El
ahogado más hermoso del mundo", "El rastro de tu sangre en la
nieve", "El verano feliz de la señora Forbes", "Solo vine a
hablar por teléfono" o cualquier otro de los 34 cuentos escritos por Gabo.
"El cuento es una
flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos", solía decir
García Márquez, quien si bien fue un maestro de la cacería, rozó la perfección
las 38 veces que lanzó dardos a la diana del relato corto entre 1947 y 1982.
"Siempre he
defendido la capacidad cuentística de García Márquez, poco conocida porque fue
un gran novelista. Sus cuentos me impactaron temprano", aseguró a Efe
Ignacio Padilla, uno de los escritores de cuentos más prestigiosos de México.
Este mes, cuando los países
hispanoamericanos recuerdan al narrador en el primer aniversario de su muerte,
en los homenajes se repiten los nombres de Úrsula Iguarán, Florentino Ariza,
Santiago Nasar y otros personajes de sus novelas, pero tampoco han faltado
quienes han recordado sus cuentos.
El colombiano era aun un
estudiante de derecho el día que su compañero de piso le prestó un libro de
pastas amarillas no muy grande. Se acostó en la cama a leerlo y al terminar
aquella joya ("La metamorfosis", de Franz Kafka) era otra persona.
Aquella noche de 1947, a sus 20 años y de la mano del Gregorio Samsa de Kafka,
García Márquez terminó "La tercera resignación", un relato publicado
en el diario El Espectador.
Élmer Mendoza,
dramaturgo y novelista, opina que después de escribir mucho más tarde
"Relato de un náufrago", una obra a mitad de camino entre el
periodismo y la ficción, García Márquez encontró el camino por donde transitar
con libertad y por eso apostó más a la novela, un género imperfecto en el cual
supo jugar con las situaciones, los personajes y los tiempos.
"Los cuentos
plantean restricciones, pero igual los escribió con maestría y debemos rescatar
esa parte de su obra. Yo me quedo con 'El rastro de tu sangre en la nieve',
pero todos son impresionantes; ahora que ha salido una edición de todos sus
cuentos, tengo un buen pretexto para releerlos", dijo.
Como hizo en sus
novelas, García Márquez convirtió en sus cuentos los hechos normales en
excepcionales.
La vivencia de una
compañera de asiento dormida en un viaje de avión, o la de un brutal aguacero
iniciado la mañana de un domingo fueron tocados por la pluma del hombre nacido
en Aracataca y terminaron convertidas en relatos redondos y bellos.
"Es normal que
fuera un extraordinario cuentista porque él siempre estaba haciendo cuentos,
como se dice en Colombia y en Cuba. Mi favorito es 'Solo vine a hablar por
teléfono', ahí no hay nada de su realismo mágico, es una de las obras de terror
más intensas de la literatura hispanoamericana, junto a 'La migala', de Juan
José Arreola", asegura la novelista Rosa Beltrán.
Beltrán cree que en el
volumen "Doce cuentos peregrinos", el nobel se desquita de esa Europa
que ve a los latinoamericanos como seres exóticos dibujando personajes europeos
con mirada enrarecida o como criaturas extrañas que no saben vivir
FUENTE:
Chile
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