Un orden sorprendente
Gonzalo Suárez publica 'Con el
cielo a cuestas', un thriller sexual y vanguardista. También reedita 'Doble
Dos', una novela de hace cuarenta años más moderna que la nueva
Al mismo tiempo que Con
el cielo a cuestas, la
última novela de Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934), aparece reeditada ahora una
obra que el director de cine y escritor asturiano publicó en 1974, Doble
Dos. La más reciente, Con el cielo a
cuestas, es unthriller sexual ambientado en Francia durante
el segundo lustro de los años cincuenta, con el terrorismo del
Frente Nacional de Liberación de Argelia y los terroristas profranceses como
telón de fondo. El primer plano está reservado a un protagonista español,
Lorenzo Massaní, un exiliado republicano que, al ser preguntado a qué tribu pertenece,
responde que “a una muy salvaje donde se matan entre ellos y saben que para que
algo arda de cuerpo entero se necesita, al menos, un bidón de gasolina”.
Los traumas de la Guerra Civil no
pasan inadvertidos, pero la acción comienza —tras un prólogo metaliterario—
cerca de Toulon, en una playa de la costa meridional francesa junto a La
Seyne-sur-Mer. Allí, al mismo tiempo que se bautiza el buque Tidecrest a los sones de La
marsellesa y mientras
se está dando un baño, Lorenzo Massaní observa a un Andrógino onanista que
parece sacado de un cuadro de Dalí. Cuando regrese a la playa se encontrará con
que su cazadora de cuero ha desaparecido, y que en su lugar han dejado una
tarjeta con una dirección de París y un pagaré. Massaní acudirá a la casa,
conocerá al Andrógino, que buñuelescamente resulta ser la perversa esposa
burguesa de un dentista, y se verá envuelto en una aventura pasional en la que
no faltan los celos, los asesinatos, los misterios y los rituales.
Sobra decir
que Suárez maneja una prosa tan efectiva como la de un guion cinematográfico,
con descripciones exactas y someras y diálogos brillantes, sin renunciar por
ello ni al humor ni a la metáfora. Además de ello, en bastantes ocasiones echa
mano de recursos clásicos de la vanguardia, como el del narrador que tematiza
sus dudas: “Entonces comprendí que no estaba soñando, sino recordando un
recuerdo olvidado que se resistía a ser contado”. También encontramos a este
narrador in fabula cuando, sin previo aviso, nos saca de
la historia y nos muestra las tripas del relato. Lo hace desvelándonos quiénes
fueron las personas reales en que se inspiró para ciertos personajes, como el
de Arlette, o los sucesos que le sirvieron de modelo para algunas situaciones.
Lo sorprendente de la lectura conjunta
de Con el cielo a cuestas yDoble
Dos tiene que ver con
esta búsqueda de originalidad, si es que son esas ansias pirandellianas las que
empujan a mostrarnos a los lectores las entretelas del oficio. Y es que, de
manera distinta al último libro, en la novela de 1974 todo se supedita a la
efectividad del relato, a mantener al lector alerta y preso de los avatares
emocionantes por los que pasa el protagonista. Este es, muy brevemente, un
periodista español llamado Octavio Beiral que en ocasiones colabora con grupos
terroristas, espías internacionales y otros agentes dobles y triples. La trama
no envidia a la de aquel primer James Bond del Dr.
No y fue de las
primeras de Suárez en usar el motivo del bautizo de mar en La Seyne-sur-Mer del Tidecrest.Narra,
en resumen, la trepidante suplantación del poderoso Doble Dos, y cuenta entre
otros personajes con Francisco Franco. La sorpresa a que me refería antes está
en que Doble Dos, siendo una novela publicada hace
cuarenta años, resulta extrañamente más moderna que Con
el cielo a cuestas. Las
dos tienen la impronta de Suárez, lo que es ya de por sí toda una garantía.
FUENTE: EL PAÍS
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