El pop español se pasa a la literatura: el ritmo en la
palabra
De escribir canciones a escribir novelas, un salto cada vez más habitual entre los músicos actuales
Parece
un paso natural. Al fin y al cabo, es habitual utilizar la expresión «escribir
canciones», y la letra forma parte fundamental de una canción, a menos que sea
instrumental. Bob
Dylan es un eternocandidato al Nobel de Literatura porque sus poemas musicados
trascienden ampliamente las lindes del pop. Asimismo, Leonard Cohenestá considerado como un poeta con
mayúsculas. De hecho, es lo que era antes de coger la guitarra.
También es habitual que las estrellas del rock, a las que
se supone una vida atribulada, cuenten sus alocadas experiencias en
autobiografías cuya autoría suele ser compartida con alguna persona más versada
en las labores literarias. De estos hay muchos, pero más allá de las propias
vivencias, otros como, también Bob Dylan («Tarántula»), pasando porJohn
Lennon («A Spaniard in
the Works»), Bruce Springsteen(«Outlaw Pete») , Chico Buarque («Mi
hermano alemán»), Elliott Murphy («Justicia
poética») o Nick
Cave («La muerte de
Bunny Munro» y «La canción de la bolsa para el mareo»), han tomado el camino de
la ficción novelada para dar rienda suelta a su creatividad.
En los últimos tiempos, parece que son los músicos
españoles los que se han decidido a dar este paso. Y no todos en la misma
dirección. El cantautor Marwan ha optado, con gran éxito, por la
poesía; Ramón Rodríguez, líder del proyecto The New Raemon, se ha decantado por hacer el guión
de un cómic, «Ausencias»; el género de la novela o el relato ha seducido a
Nacho Vegas («Política de hechos consumados»), Antonio Luque («Exitus»), Julio de la Rosa («Peaje») y Julián Hernández, de Siniestro
Total («Sustancia negra»); los cuentos infantiles a Santi Balmes, de Love Of
Lesbian («Yo mataré monstruos por ti»; incluso el ensayo, terreno que ha
abordado Santiago Auserón buceando en las raíces negras de la
música española en «El ritmo perdido»... Aunque quizás uno de los proyectos más
originales haya sido el de María Rodés,
«Duermevela», con el que describe sus sueños tal cual, sin apenas filtros.
La cantante catalana permite al lector viajar a su yo más
profundo con estos pequeños relatos escritos como consecuencia de una «pequeña
crisis creativa», según nos comenta. «Para mi segundo álbum buscaba letras que
no fueran temáticas habituales, y entonces decidí
investigar el subconsciente, primero a través de la escritura automática, y
luego transcribiendo los sueños sistemáticamente cada día».
Así nace este libro de corte surrealista, lleno de
imágenes a veces poéticas, siempre sorprendentes, que se ilustran con dibujos
realizados durante su infancia. Como un desnudo integral del alma: «No quería
exponerme demasiado, pero enseguida me calmé pensando que en el fondo se trata
de neuras que podría tener cualquiera, porque todos somos bastante parecidos.
Pero sí, siento que es
un acto de valentía mostrarse tal y como uno es, con lo bueno y lo malo».
Respecto
a la diferencia entre escribir una canción y estas historias, destaca que lo
primero «es mucho más controlado, más supervisado que un sueño, que no se puede
controlar. Hay una frase que dice algo así como que "el sueño es un acto
poético involuntario que nos
protege de las mentiras que nos contamos durante el día"».
Ahora quiere volver a investigar en
este mundo onírico, pero en su momento tuvo «que hacer un parón, porque es una
experiencia bastante intensa. Te deja un poco entre medio de los dos mundos».
Pagar el peaje
«Tiene
su lógica que la música de mis canciones sin palabras hayan acabado como bandas
sonoras, y que las palabras sin música lo hayan hecho en libros. Se trata el
mismo árbol». Quien así habla es Julio de la Rosa, flamante premio Goya de 2015 por
la banda sonora de «La isla mínima», pero también con varios discos
publicados con El Hombre Burbuja y su propia carrera en solitario... y
escritor, ya que a sus libros de poemas sumó en 2013 la novela «Peaje».
Ser
músico y escritor son, para él, caminos no tan alejados: «En realidad es más
parecido de lo que parece, ya que la estructura, el esqueleto de todas la artes
que transcurren en el tiempo, como el cine, la música o la literatura, es el ritmo. Juegas con elementos sonoros, que
en un caso son musicales y otros palabras».
Así
ha dado forma a las intensas experiencias de un hombre que trabaja en la cabina
de una autopista de peaje, recibiendo el saludo y el dinero de los conductores,
subiendo y bajando la barrera y utilizando su fértil imaginación para ir más
allá de los escasos metros de su habitáculo: «La idea surgió a la hora de
plantearme un esquema narrativo. Siempre me han generado mucha curiosidad
ciertos trabajos, y uno de ello es del de peajista, que pasa varias horas
metido en una cabina de menos de un metro. A la vez quería hacer un libro de retratos,
y decidí que era un buen lugar para hacer ese álbum de fotos, como excusa para
contar las vidas de otras personas, las que van cruzando por la autopista, y
que van entrando en la propia historia del protagonista».
Espíritu de rock & roll
Pasar
de las notas a las sílabas es algo en lo que tiene ya experienciaJulián Hernández: «Llevo escribiendo desde los
años ochenta en periódicos y revistas, pero bueno, una novela es otra cosa».
Asimismo, se podría decir que «Sustancia
negra», su novela, responde a ese espíritu punk del cantante de Siniestro Total: «Hace poco, en un seminario en
Valencia, se llegó a la conclusión de que el rock ha muerto como música, pero
sobrevive en literatura, cómics, videiojuegos...»
En su caso, la esencia del rock toma forma en la historia
de un hombre llamado Insecto Palo que aplica el tortura del gota a gota a un
rehén mientras el mundo se desploma a su alrededor: «Cada uno escribe un poco
como es, y si el cableado mental está trastocado... Sí, el terreno es caótico, pero sin
perder de vista que hay un trama central. Es una historia de historias; al ser
capítulos más breves, da la menos esa sensación. Toda novela es una historia de
historias, lo importante es mantener un pivote central, que no se vayan las
manos los personajes».
La
experiencia del trabajo literario no ha sido tan diferente del de compartir
escenario con sus compañeros de banda: «Me
lo he pasado en grande. Eso del escritor atormentado es algo que no concibo».
Las pretensiones, además, no le generan estrés: «Me vale con se alguien se ría
con el libro, y se venda lo suficiente como para que la editorial quiera
publicar otro».
Paciencia y tiempo
Antonio
Luque, Sr. Chinarro, también tiene experiencia en el universo
literario, además de ser autor de algunas de las letras más lúcidas del indie
español. Fue en 2012 cuando, tras un par de libros de relatos, se lanzó a la
piscina de la novela con «Exitus».
Para él, el paso de la música a la escritura es «un proceso natural para el que
quiera, tenga paciencia y el tiempo necesario. En mi caso fue un reto que me
propusieron desde varias editoriales, y como hace tiempo que me mola inventar
historias, fue un reto que me contagiaron»
Sin
embargo, por ahora no piensa embarcarse en una aventura semejante: «Ahora me daría pánico empezar de
nuevo el proceso. Te
pasas un año que es como para volverse loco».Quizás porque, a diferencia de
una canción, «no se te ocurre y en un rato está resuelto el tema. Lo
interesante de la novela es que te obliga a una construcción mas elaborada,
durante muchísimo tiempo. Necesitas una técnica, un plan, y un gran nivel de
concentración. Lo que
más recuerdo, y por lo que siento más nostalgia, es que vivía la realidad de la
novela, y eso es bastante tranquilizador, porque pude dejar mi vida de
lado».
Al
final, la ocupación literaria tiene ese componente de aventura que se asemeja a
la profesión musical: «Por
cosas así decidí formar un grupo, y no trabajar en un banco. Porque yo sacaba buenas notas»,
concluye Antonio Luque.
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