Walter Benjamin regresa a la urbe
La
‘Obra de los pasajes’ del filósofo alemán se completa con su segundo volumen.
Indaga en la nueva religión de la ciudad del siglo XX, el desarrollo técnico
Hace año y medio, en
enero de 2014, di cuenta de la aparición del
primer volumen de la Obra
de los pasajes, nombre
que toma en la edición de Abada el célebre Das Passagen-Werk,magno
trabajo inacabado de Walter Benjamin. Allí anunciaba la publicación
del segundo volumen en unos meses. Han sido bastantes más de los que suponía,
pero por fin aquí está el cierre de la obra. Nadie que comprara el primero
puede quedarse sin el segundo y aquellos que prefirieron esperar a que la obra
estuviera completa, ya pueden ir a la librería con una maleta. Los dos
volúmenes suman 1.662 páginas. Una edición colosal en inmejorable traducción de
Juan Barja.
Ustedes se preguntarán
si es éste el momento idóneo para entrar en una obra semejante, inmensa cantera
donde se acumulan los materiales y las herramientas anhelantes del obrero que
es cada lector y de quien se espera trabajo, reflexión, imaginación y esfuerzo.
Sí, así lo creo. No se me ocurre mejor momento que éste, cuando todo aquello de
lo que habla Benjamin está balanceándose en el filo del precipicio.
El primer volumen
comenzaba con esa pieza seminal que ha dado lugar a un replanteamiento general
del juicio sobre las grandes ciudades industriales, las diversas metrópolis
cuyo modelo inicial fue París. En aquel París, capital del siglo XIX, había
mayor número de ideas en aluvión y sin apenas desbroce que en toda la obra de
los urbanistas hasta ese día. A esas escasas páginas le han nacido las doce
tribus del pensamiento sobre la ciudad contemporánea. Lo asombroso es que el
breve artículo era sólo el anuncio de un trabajo extenso e intenso sobre los
orígenes del capitalismo para el que Benjamin acumuló tal cantidad de
materiales que su pura presencia impidió la realización del proyecto. Parece un
cuento de misterio: cuando Benjamin ya lo supo todo sobre la fantasmagoría
capitalista del XIX, se desentendió del asunto principal.
Como el condenado a
muerte de Borges, el cual, tras observar con suma atención la piel del jaguar
que va a devorarlo vivo, descubre la escritura secreta del universo, lo que le
permite leer el firmamento estrellado y averiguar el plan universal de los
dioses de manera que ya la muerte no le importa, así también Benjamin, tras
acumular en las que llamó Notas y materialesmiles de
citas, comentarios, fragmentos, ideas y esquemas, dejó de ocuparse en aquel
asunto vagamente marxista sobre el capitalismo y pasó a consideraciones de
mayor calado sobre la existencia de los humanos y su historia. Los alemanes le
facilitaron la salida. Dado que iban a matarle y estaba condenado a muerte,
prefirió suicidarse en Portbou.
En el segundo volumen
prosigue la edición de las Notas y materiales. Son otras 800 páginas sobre los
asuntos esenciales de su investigación. Hay capítulos sobre el desarrollo
técnico, que iba a ser la nueva religión de las metrópolis hasta el día de hoy.
Las vías férreas, la litografía, la fotografía o la escuela politécnica emergen
como embriones del futuro (y actual) desarrollo del Titán. Fourier,
Saint-Simon, Marx son los barbudos abuelos veterotestamentarios. Victor Hugo,
Daumier, el Jugendstil, los momentos de iluminación del capitalismo de las
catacumbas. Y así sucesivamente.
Como en el anterior,
ocupa un lugar privilegiado el ocioso paseante que es el nuevo actor de la
representación urbana, el flâneur que escruta, observa, vigila,
advierte, las peculiaridades de esa sociedad apiñada en espacios exiguos. Este
es el padre del investigador moderno, sociólogo, etnólogo, antropólogo,
novelista, detective privado o asesino en serie, pues todo irá naciendo del
primer flâneur,desde el criminal
que aprovecha el anonimato metropolitano para degollar prostitutas, hasta el
poeta que se sumerge en las ondas embriagadoras de la multitud, como escribió
Baudelaire.
Hay capítulos sobre el desarrollo técnico,
que iba a ser la nueva religión de las metrópolis hasta el día de hoy. Las vías
férreas, la litografía, la fotografía o la escuela politécnica emergen como
embriones del futuro (y actual) desarrollo del Titán.
Justamente, para júbilo
de los benjaminianos, merece la pena informar de que se acaba de editar el
libro del amigo de Benjamin que inspiró la figura del flâneur, Franz Hessel, cuyos Paseos
por Berlín(errata naturae) escritos en 1929 son el modelo de lo que
el filósofo explicará largamente en los Pasajes.Y también es un
maravilloso viaje por la metrópolis de hace casi cien años que nos permite
descubrir, no ya los cambios, sino las metamorfosis de la vida berlinesa.
Desde que la obra de
Benjamin comenzó a divulgarse con una cierta seriedad, tan tarde como en los
años sesenta del siglo pasado, su figura ha ido creciendo hasta hacerse
inevitable. En la actualidad estudian a Benjamin en los centros de negocios, en
los departamentos de Arquitectura, de Ingeniería, de Teología, de Sociología,
de Economía, de Bellas Artes, en fin, en todos los departamentos menos en los
de Filosofía. Exagero, también en los de Filosofía, aunque algo más tarde. El
retraso se debió al marxismo de Benjamin, que viene a ser como el cubismo de
Morandi, o sea, nulo, lo que irritaba a los profesores progresistas, que son
legión. En la actualidad, Benjamin ha permeado ya hasta las redacciones de las
revistas de peluquería. Es algo preocupante.
Walter Benjamin nació en
Berlín el 15 de julio de 1892 y se suicidó en Portbou (Girona), el 27 de
septiembre de 1940.
Fue filósofo, crítico
literario, analista de la sociedad, traductor y ensayista.
Pertenece a la Escuela de
Fráncfort.
Entre sus libros más
destacados figuran: El concepto de crítica de arte en el
Romanticismo alemán (1917), Capitalismo
como religión (1921)Libro de los pasajes (1927, inacabado), Franz
Kafka (1934), La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936) y Tesis
sobre la filosofía de la historia (1959).
Justamente por su enorme
popularidad, apenas hay obra contra Benjamin o crítica con sus posiciones. Sólo
de vez en cuando alguien se atreve a poner en duda algunos de sus juicios. En
un reciente trabajo de Joan DeJean(How
Paris became Paris), por
ejemplo, se corrige que el plan de Haussmann para la remodelación de la urbe
respondiera a las ideas tan avanzadas y racionales que supone Benjamin.
Sorprendentemente para el criterio actual, DeJean afirma que quizás se trataba
de completar la reforma de Luis XIV, las grandes avenidas y bulevares
construidos bajo su reino en las viejas defensas devenidas, obsoletas por el
avance de la artillería. Paradoja: habría sido una continuación tradicionalista
del diseño monárquico y no una invención revolucionaria. Una golondrina no hace
verano. Estamos aún a la espera de una visión en verdad crítica de esta obra
inmensa, caótica, imaginativa, onírica, que tanto se parece a nuestra propia
época. Quizás por eso la amamos tanto.
La edición se completa
con una extensa sección en la que el editor explica la composición de Pasajes mediante cientos de cartas de Benjamin
a Adorno, a Scholem, a Horkheimer, a Hanna Arendt, con decenas de respuestas.
Es una antología epistolar del filósofo, imprescindible para cualquier
aficionado. Admirable e imprescindible edición.
FUENTE: EL PAÍS
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