Agustín Ramos recupera en nueva novela el conflicto
indígena "invisibilizado"
"Hay
partes esenciales del ser humano que no han cambiado"
Con la intención de "recuperar la historia que se ha
invisibilizado", el escritor mexicano Agustín Ramos presenta su nueva
novela, "Justicia mayor", un relato sobre la rebelión indígena
desarrollada a finales del siglo XVIII en la sierra de Tutotepec.
El conflicto de abuso de poder de un alcalde contra la comunidad vertebra la narración, que gira en torno al "exceso de codicia para tomar los frutos de la tierra y de la gente" por parte de las autoridades durante el llamado "siglo de la razón", aunque "se utiliza la razón para lo irracional", dijo Ramos en una entrevista con Efe.
La "ambición" de los conquistadores en la Nueva España les llevaba a "no ver las consecuencias de las catástrofes y los genocidios que se estaban llevando a cabo", un rasgo que, guardando las distancias, sigue estando presente hoy en día, ya que "hay partes esenciales del ser humano que no han cambiado", señaló.
"La visión de un (Francisco) Pizarro, conquistador de Perú, no creo que difiriera demasiado de la de Hitler o de la de Margaret Thatcher", indicó el escritor.
Aunque haya diferencias entre ellos, añadió, prueban que "el ser humano sigue siendo inconsciente, se sigue engañando y sigue sin ver las consecuencias de cada uno de sus actos".
Ramos, quien quiso contar la historia de su tierra natal, el central estado de Hidalgo, hiló la novela a partir de un documento de 1766, que plasmaba cómo unos mineros hicieron un pliego petitorio y detuvieron sus labores "para que les cumplieran con lo mínimo indispensable como trabajadores para realizar su trabajo".
El propietario de las minas, Pedro Romero de Terreros, había decidido que no iba a pagar a sus trabajadores en plata, como ellos querían, sino en reales que no les daba "ni para las velas" que utilizaban en la mina, las cuales tenían que pagar de su propio bolsillo.
"En qué se podría diferenciar (el empresario mexicano) Carlos Slim de Pedro Romero de Terreros, en el sentido de no estar pensando que su ambición, que su desmesura, traen consigo muchísima destrucción, muchísima pobreza", comentó Ramos.
Lo interesante, apuntó, no es solo la historia en sí, sino "cómo la historiografía moderna ha tomado este conflicto".
Hay "chismorreo", como el derivado de ciertas intrigas familiares, que el historiador no puede ver "con tanto detalle", pero que sirve en la literatura para conocer las motivaciones detrás de aquellos hechos que pasaron a la historia, muchas veces abordados "por su apariencia, no por su esencia", indicó el autor.
También hay aspectos que han sido desplazados, "la mayor parte de las veces inconscientemente"; se produjo una invisibilización y "difamación" del pueblo indígena que se mantiene incluso hoy, añadió.
Desde Fray Bernardino de Sahagún se dijo que "otomí era sinónimo de bárbaro", pero Ramos explica que la documentación con la que ha trabajado demuestra que "era gente con mucha civilización, con mucha naturaleza, muy paciente, pero nada sumisa".
De hecho, el otomí entabló una batalla legal a lo largo de años. "El indígena siempre quiso acudir a los recursos legales, y quizá no tanto por paciencia, sino porque no le quedaba otra, la fuerza la tenían otros", comentó.
Asimismo, el choque tuvo aspectos religiosos, ya que, dijo, los españoles realizaron la conquista basándose en "la espada y la cruz".
"También se olvida, aunque esto no tanto, que el indígena tenía una respuesta, dioses, creencias, y cuando todo esto se derrumba tiene que buscar alternativas de resistencia", recordó Ramos, quien se plantea "cómo tendrían que haber ido sincretizando, no sin dolor, todas estas creencias".
El conflicto de abuso de poder de un alcalde contra la comunidad vertebra la narración, que gira en torno al "exceso de codicia para tomar los frutos de la tierra y de la gente" por parte de las autoridades durante el llamado "siglo de la razón", aunque "se utiliza la razón para lo irracional", dijo Ramos en una entrevista con Efe.
La "ambición" de los conquistadores en la Nueva España les llevaba a "no ver las consecuencias de las catástrofes y los genocidios que se estaban llevando a cabo", un rasgo que, guardando las distancias, sigue estando presente hoy en día, ya que "hay partes esenciales del ser humano que no han cambiado", señaló.
"La visión de un (Francisco) Pizarro, conquistador de Perú, no creo que difiriera demasiado de la de Hitler o de la de Margaret Thatcher", indicó el escritor.
Aunque haya diferencias entre ellos, añadió, prueban que "el ser humano sigue siendo inconsciente, se sigue engañando y sigue sin ver las consecuencias de cada uno de sus actos".
Ramos, quien quiso contar la historia de su tierra natal, el central estado de Hidalgo, hiló la novela a partir de un documento de 1766, que plasmaba cómo unos mineros hicieron un pliego petitorio y detuvieron sus labores "para que les cumplieran con lo mínimo indispensable como trabajadores para realizar su trabajo".
El propietario de las minas, Pedro Romero de Terreros, había decidido que no iba a pagar a sus trabajadores en plata, como ellos querían, sino en reales que no les daba "ni para las velas" que utilizaban en la mina, las cuales tenían que pagar de su propio bolsillo.
"En qué se podría diferenciar (el empresario mexicano) Carlos Slim de Pedro Romero de Terreros, en el sentido de no estar pensando que su ambición, que su desmesura, traen consigo muchísima destrucción, muchísima pobreza", comentó Ramos.
Lo interesante, apuntó, no es solo la historia en sí, sino "cómo la historiografía moderna ha tomado este conflicto".
Hay "chismorreo", como el derivado de ciertas intrigas familiares, que el historiador no puede ver "con tanto detalle", pero que sirve en la literatura para conocer las motivaciones detrás de aquellos hechos que pasaron a la historia, muchas veces abordados "por su apariencia, no por su esencia", indicó el autor.
También hay aspectos que han sido desplazados, "la mayor parte de las veces inconscientemente"; se produjo una invisibilización y "difamación" del pueblo indígena que se mantiene incluso hoy, añadió.
Desde Fray Bernardino de Sahagún se dijo que "otomí era sinónimo de bárbaro", pero Ramos explica que la documentación con la que ha trabajado demuestra que "era gente con mucha civilización, con mucha naturaleza, muy paciente, pero nada sumisa".
De hecho, el otomí entabló una batalla legal a lo largo de años. "El indígena siempre quiso acudir a los recursos legales, y quizá no tanto por paciencia, sino porque no le quedaba otra, la fuerza la tenían otros", comentó.
Asimismo, el choque tuvo aspectos religiosos, ya que, dijo, los españoles realizaron la conquista basándose en "la espada y la cruz".
"También se olvida, aunque esto no tanto, que el indígena tenía una respuesta, dioses, creencias, y cuando todo esto se derrumba tiene que buscar alternativas de resistencia", recordó Ramos, quien se plantea "cómo tendrían que haber ido sincretizando, no sin dolor, todas estas creencias".
FUENTE: Diario Libre.com
República
Dominicana
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