A 35 AÑOS DE SU MUERTE
Cómo recordar a Alejo Carpentier
A
35 años de la muerte de este grande de las letras españolas, se recuerda la
obra de un autor que trascendió las fronteras del imaginario de nuestras
tierras
El 26 de diciembre del 2004, cuando se celebraba
el centenario de Alejo Carpentier, Fidel le escribió una conmovedora carta a
Lilia Esteban, la viuda y, entonces albacea y presidenta de la Fundación que
lleva el nombre de un precursor de las letras y la cultura en general. En esa
misiva decía Fidel: “Albergo la convicción de que en la batalla por alcanzar
una cultura general integral en la que se encuentra inmerso nuestro pueblo, la
obra de Alejo Carpentier tendrá la garantía de lectores cada vez más cultos
y ciudadanos solidarios que honren eternamente su memoria”.
La memoria, el recuerdo
y homenajes a Alejo no pueden ceñirse a una nota o artículo de recordación
habitual, en ocasión, como ahora, del aniversario 35 de su muerte,
ocurrida el 24 de abril de 1980, después de haber recibido, el 5 de abril
de 1978, en Alcalá de Henares, el Premio Miguel de Cervantes Saavedra, el
más alto reconocimiento de las letras españolas.
Precursor de una
novelística que trascendió las fronteras del imaginario de nuestras tierras,
Carpentier plasmó, precisamente, a partir de nuestra cultura, los
imaginarios del Río Grande a la Patagonia, comenzando por Haití. Alejo no se
limitó a ese portento en su escritura, en general, sino que, desde el comienzo
de sus letras, ejerció con pasión y profundidad el periodismo y se le considera
además, con idéntica razón, uno de los intelectuales cubanos y de América
Latina, con más conocimiento en las artes en general y en particular de la
música.
Pero tampoco su vida se
ciñó a la cultura. Desde su primera juventud Alejo integró movimientos
patrióticos, que en la nebulosa de aquellos años querían para Cuba y América un
porvenir mejor, basado en la verdadera independencia y soberanía de la patria,
hecho que lo condujo a la cárcel.
Nunca su vocación y
diario trabajo en la literatura, las artes e incluso en la aparición de la
radio —en la cual trabajó intensamente, del mismo modo que en la publicidad—
impidieron su vínculo estrecho con las vanguardias políticas, ni aún en los
tiempos en que ya reconocido como un gran novelista en América y Europa, no
menguaron el ímpetu y constancia que lo caracterizaban, trabajando,
cotidianamente para vivir.
Tampoco rehusó, en su
momento, la labor en la Editora Nacional de Cuba, ni tampoco el desempeño diplomático,
su última función de Estado en París, donde murió luego de desafiar por varios
años la secuela del cáncer.
Precisamente, estaba
escribiendo la inconclusa novela sobre el santiaguero Pablo Lafargue, yerno de
Carlos Marx. Una página de la obra quedó a medias en su máquina de escribir.
Cuando triunfa la
Revolución Cubana, aseguraba su compañera en la vida, Lilia, que rechazó
proposiciones pecuniarias de altísimo monto en Venezuela.
De inmediato, renunció
a todo bienestar y se sumó a los compatriotas de regreso a Cuba, para ponerse
al servicio de los intereses de la Revolución.
Impecable en su
escritura, autor de lo real maravilloso en la corriente literaria, avalado en
sus obras El
reino de este mundo, Los pasos perdidos, El siglo de las luces, El arpa y la
sombra, Concierto Barroco, El recurso del método y otras como La Consagración
de la primavera, El Acoso, El camino de Santiago, Los fugitivos, La Música en
Cuba, y decenas
de libros de periodismo compilados a partir de sus trabajos en la columna Letra
y Solfa, que editó el Instituto del Libro en una colección, y tantas obras más
de narrativa, Alejo Carpentier, cuya muerte recordamos, seguirá vivo.
Lástima que pocas de sus
obras se encuentren en nuestras librerías, como sí se pueden adquirir en otros
países.
Su generosa contribución
material a la cultura, fue un gesto extraordinario. De ese gesto Fidel expresa
su grandeza. En carta en nombre del Partido y el Gobierno, fechada el 3 de
mayo de 1978, expresó:
“Querido compañero Carpentier:
Nuestro Partido y nuestro pueblo han recibido con la misma emoción que nosotros
las palabras con que usted, en gesto de noble y conmovedora generosidad dedica
a la Revolución la medalla conmemorativa y el importe del Premio Miguel de
Cervantes Saavedra.
“Estamos acostumbrados a que los jóvenes que todo lo deben a la nueva sociedad, consagren a ella sus éxitos en la producción, la ciencia, el arte o el deporte. Usted, sin embargo, era una gloria de las letras, de reconocido prestigio, cuando todavía faltaban largos años para que triunfara nuestra causa. Esa circunstancia subraya, en todo su valor moral, humano y revolucionario, el sentimiento que lo impulsa, en la hora de un altísimo reconocimiento, a la obra literaria de su vida entera, a compartir ese merecido honor con todos sus compatriotas”.
“Estamos acostumbrados a que los jóvenes que todo lo deben a la nueva sociedad, consagren a ella sus éxitos en la producción, la ciencia, el arte o el deporte. Usted, sin embargo, era una gloria de las letras, de reconocido prestigio, cuando todavía faltaban largos años para que triunfara nuestra causa. Esa circunstancia subraya, en todo su valor moral, humano y revolucionario, el sentimiento que lo impulsa, en la hora de un altísimo reconocimiento, a la obra literaria de su vida entera, a compartir ese merecido honor con todos sus compatriotas”.
El conocimiento de la
colosal obra literaria y periodística de Alejo — que aún después de muerto
sigue descubriendo la Fundación que lleva su nombre— es, sin lugar a dudas,
la mejor forma de recordar a este intelectual, cuya generosidad y ética fueron
un haz en su fecunda vida.
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