Ángel Gracia: «Entre los
once y los trece años aprendes qué es el miedo de verdad»
·
El
autor zaragozano presentó en Donostia su novela 'Campo rojo', una historia
de infancias violentas y suburbiales de comienzo de los ochenta
Ángel Gracia.
El poeta y narrador Ángel Gracia (Zaragoza, 1970) presentó la
semana en la Fnac donostiarra, su novela 'Campo rojo' (Ed. Candaya), una suerte
de introducción a la ley del más fuerte narrada a través de las relaciones de
matonismo y violencia que se establecen entre un grupo de chavales que habita
la periferia de una ciudad española de principios de los años ochenta.
-¿De
dónde surge la idea de escribir esta novela?
-Sí, desgraciadamente, todos hemos tenido
alguna experiencia en la infancia marcada por la violencia, ya sea como
víctimas, verdugos o testigos, dentro o fuera del colegio. Quería tratar este
tema y pensé que lo podía situar en un tiempo que yo conocía mejor, como son
los años ochenta. En la actualidad, además de la violencia intrínseca de los
chavales, están los problemas derivados de la inmigración, que en aquel
entonces no existía.
-Y
las nuevas tecnologías...
-Eso es, que lo complica aún más. Se me
escapaba de las manos porque lo que pretendía era tratar la violencia en estado
puro del grupo contra los individuos, en este caso, niños totalmente
desamparados que son diferentes, solitarios y unas veces se automarginan y
otras, es el grupo el que lo hace. O simplemente, muchos de ellos no querían
formar parte de la manada.
-¿Por
qué persiste el cliché de los niños como seres angelicales?
-Por mi experiencia, me apetecía desmontar
tópicos literarios porque el de la infancia como paraíso perdido yo creo que no
se lo cree nadie. Quería desmontar toda esta corriente de nostalgia que ha
entrado con un libro que luego ha tenido su segunda parte, 'Yo fui a EGB',
lleno de cromos, juguetes, anuncios de televisión... Todo eso desde un punto de
vista totalmente volcado en la nostalgia. Hay gente que ha estado muchas veces
al margen y seguramente no tiene esos recuerdos. Quería ofrecer una mirada
crítica sobre toda aquella época. Yo sí que fui a EGB y vi todo esto.
-Alguien
dijo que en el colegio sólo se aprende defensa y ataque. ¿Es 'Campo rojo' la
traslación de esta frase al género novelístico?
-Sí. En principio, parece que los grupos
básicos son las víctimas y los verdugos, pero lo interesante es que muchas
veces algunas víctimas acaban conviertiéndose en vergudos y éstos, como se
despisten, pueden acabar de víctimas de otros verdugos superiores. No son roles
sociales que uno adopta para siempre. Desde luego, si eres un paria tienes
pocas posibilidades de ascender, pero si estás en lo alto de la escala de los
fuertes puedes caer cualquier día.
-Luego
está el grueso de la tropa, que se alinea junto al matón para no aparecer en su
radar y acabar en su punto de mira.
-Eso es. El protagonista lucha todo el tiempo
por hacerse invisible para unos y para otros. Hace clasificaciones de los
chavales que van a recibir golpes antes que él y está contento porque calcula,
por ejemplo, que siendo el sexto, el día transcurrirá sin que lleguen a
pegarle.
-¿Es
por miedo el motivo último de todo lo que hacemos?
-Entre los once y los trece años es el
período en el que aprendes lo que es el miedo de verdad, no el de a dormir a
oscuras, sino el social. Muchos caen en el intento, se crean una burbuja en la
que sobreviven como pueden y se crean una serie de heridas que ya no pueden
curar y otros se incluyen entre los bestias y unos terceros optan por hacerse
invisibles. El miedo es fundamental es la relación de fuerza que se establecen
entre los grupos de poder y el individuo. En la novela estoy tratando de niños,
pero en ese momento, paradójicamente se aprende que durante el resto de tu vida
vas a arrastrar. Las relaciones de poder, la convivencia y la propia identidad
se crea en ese momento y luego se arrastra toda la vida. El que ha sentido
miedo de verdad, físico, miedo a que lo humillen, lo recuerda siempre.
-A
una edad en la que uno aspira a que lo admiren, luego se conforma con que lo
admitan.
-Justamente las personas que tienen la
autoestima más baja son las más peligrosas porque pueden reaccionar a la
contra. Es muy difícil de olvidar y casi imposible perdonar. Más allá de lo que
cada uno ha vivido, la novela se coloca del lado de los débiles, de los
marginados. Da la sensación de que en los medios de comunicación sólo salen los
triunfadores, los que han hecho algo brillante, pero la mayor parte de la gente
no ha hecho nada, excepto sobrevivir como ha podido y llevar una vida digna, al
igual que la mayoría de los chavales que aparecen en la novela.
-¿Cree
que los agresores infantiles de hoy son los triunfadores de mañana?
-Sí, estoy convencido de que si cuando tienes
trece años construyes un grupo mafioso a pequeña escala lo vas reproduciendo
toda tu vida. Cuando un chaval es corrupto desde un punto de vista ético lo
seguirá siendo toda su vida porque ve que eso funciona muy bien.
-¿Qué
papel juega ese descampado apocalíptico en la novela?
-Es el típico descampado, que no hay que
confundir con un solar -que es un lugar vacío en el interior de una ciudad-.
Por el contrario, el descampado es ese no lugar que hay al final de la ciudad,
cuando ésta deja de serlo, ni es fértil, ni es un solar edificable, es un
erial, una tierra de nadie con la que no sabemos qué va a suceder. Es un
escenario muy poco utilizado en la literatura, aunque en los ochenta era un escenario
muy habitual para chavales de familias humildes. Me parecía un lugar lleno de
metáforas y muy elocuente para situar escenas potentes de la novela, no sólo
las violentas, sino también otras más bonitas. No todo es desolación en esta
historia; también hay momentos íntimos relacionados con la familia, muchas
veces, el único refugio posible.
-¿Por
qué no ha fijado la historia en ninguna ciudad concreta?
-Porque hay muchos elementos en común en la
periferia de las ciudades de la época. Son temas universales. Todo esto lo
podemos situar en el San Sebastián o el Bilbao de los años ochenta. Y lo peor
de todo es que la degradación social y los problemas de paro o empobrecimiento
generalizado empieza a parecerse a los de aquella época. Mucha gente que lea la
novela verá inquietantes paralelismos.
-¿Se
reconocerá en algún personaje de la novela algún posible fantasma de su pasado?
-No, no creo. Es muy difícil. He intentado
hacer ficción. Si tuviera que posicionarme, no me situaría en la literatura
autobiográfica de Javier Cercas y toda esta gente.
FUENTE: EL DIARIO VASCO.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario