ENTREVISTA / LEONARDO BOIX / POETA Y PERIODISTA
“La poesía se nutre de la experiencia de la
memoria”
La incursión del
periodista en la narrativa de ficción hizo que descubra su vocación poética. Un
lugar propio es el título de su primer libro de versos.
El periodismo y la poesía
son, a simple vista, 2 mundos complejos y muy distintos entre sí, pero Leonardo
Boix (Argentina, 1975) es capaz de cuestionar esta realidad para crear nuevos
límites en la palabra.
Boix acaba de publicar su
primer poemario, Un lugar propio (Editorial Letras del Sur, Buenos Aires,
2015), pero ya trabaja en otro que será editado en la lengua de Shakespeare, a
fines de año, en Londres, Inglaterra.
Sus poemas fueron
incluidos en el libro Antología 2 (El Mar de al Lado y Letras del Sur, 2015) y
es, además, autor de 2 novelas: Vestido Pájaro (2001) y Vedette (2004), cuya
escritura, insinúa, es una forma de la poesía en prosa.
“Me parece que hay
tensiones que surgen al moverse -entre el periodismo y la poesía- que ayudan a
pensar los límites y contradicciones de la palabra y el texto. Por ejemplo, en
la poesía aprendí a interrogar y cuestionar lo que me rodea, de alguna manera
recuperando cierto sentido de ‘lo real’ y lo histórico que uno viene trabajando
a diario en la labor periodística”, afirma el autor en entrevista con EL
TELÉGRAFO.
Nacido en la ciudad de
Quilmes, en el sur del Gran Buenos Aires, Boix es corresponsal de este diario
en Londres, donde está radicado desde 1997. En los últimos 18 años colaboró
desde la capital británica con varias publicaciones de América Latina y Europa,
entre ellas la agencia italiana de noticias ANSA, de la que fue corresponsal
durante 13 años, el diario The Guardian o la revista Proceso, de México.
¿De qué manera se complementan un periodista con un poeta?,
¿pueden convivir juntos?
Son dos mundos que parecen
muy distintos pero que tienen mucho en común y que pueden complementarse aunque
no siempre de forma simple o equitativa. Me interesa en particular la cuestión
de la memoria, el territorio, las fronteras, la patria, las dos lenguas (en mi
caso el español e inglés) para ese trabajo arduo del ‘yo poético’ y, de algún
modo, es a partir del periodismo que estas ideas se han ido formando y forjando
a la hora de escribir poesía.
El autor atraviesa la aparente frontera entre realidad y ficción a través de los poemas que le hicieron crear Un lugar propio.
¿La realidad de su profesión le sirve para alimentar el arte?
Definitivamente. En Un
lugar propio incluyo, por ejemplo, varios poemas que hablan sobre temas que he
trabajado durante años como corresponsal en Londres, desde la Guerra de las
Malvinas pasando por la experiencia de ser un inmigrante a la deriva en
Europa, los resabios de la dictadura militar en Argentina o la conmemoración de
la Primera Guerra Mundial en el Reino Unido o la cuestión de género. También me
pasa que el uso de un lenguaje ‘periodístico’, por momentos, parece impregnarse
en textos donde hablo sobre el pasado familiar, la vuelta a la casa de la
infancia o, simplemente, cuando narro a Londres, Kent o Quilmes.
Parece ser que en el mundo hay cada vez menos poetas, ¿por qué
eligió este género literario?
Creo que es un género que
me interesó desde chico y con el tiempo me fue eligiendo a mí. Ya en Londres
escribí 2 novelas (Vestido pájaro y Vedette) sin darme cuenta de que, en
realidad, estaba escribiendo poesía en prosa. En ambos casos se trataba de una
escritura bastante lírica, experimental, que buscaba cierto quiebre con la
tradición y el canon. Desde 2014 me sume al The Poetry School de Londres, un
lugar para pensar a la poesía desde lo formal y lo teórico, y donde enseñan
importantes poetas ingleses como Mimi Khalvati, Pascale Petit o Tamar
Youseloff. Fue allí donde descubrí la obra de autores claves como John
Burnside, Mark Doty, Bill Collins, Sharon Olds, entre otros.
¿Y cuáles son sus influencias?
Es
difícil hablar de influencias, pero no puedo negar el placer que significó
descubrir por primera vez los poemas de (Jorge Luis) Borges, de Alejandra
Pizarnik, de Néstor Perlongher, Juan L. Ortiz o Diana Bellesi.
En Inglaterra me influyeron mucho los románticos ingleses (Lord) Byron, (John) Keats y (Samuel Taylor) Coleridge -a quienes leía en escapadas a la campiña o durante excursiones a casas históricas- y, sin lugar a dudas, la escritura del Grupo de Bloombsury, desde Virginia Woolf y Katherine Mansfield hasta Lytton Strachey y T.S. Eliott.
En este último tiempo, la obra de la irlandesa Eavan Boland y del inglés John Burnside han sido bastante claves en como escribo. Y, por supuesto, las obras de Bellesi y de Jorge Eduardo Eielson, que releo continuamente.
En Inglaterra me influyeron mucho los románticos ingleses (Lord) Byron, (John) Keats y (Samuel Taylor) Coleridge -a quienes leía en escapadas a la campiña o durante excursiones a casas históricas- y, sin lugar a dudas, la escritura del Grupo de Bloombsury, desde Virginia Woolf y Katherine Mansfield hasta Lytton Strachey y T.S. Eliott.
En este último tiempo, la obra de la irlandesa Eavan Boland y del inglés John Burnside han sido bastante claves en como escribo. Y, por supuesto, las obras de Bellesi y de Jorge Eduardo Eielson, que releo continuamente.
En la realidad actual, las metáforas escasean, ¿de qué se nutren
sus versos?
En
Un lugar propio la poesía se nutre de la experiencia de la memoria, del texto,
‘de esas dos orillas’, de los dos idiomas, se nutre de la experiencia de la
extranjería, de ver al mundo con ojos de inmigrante, de aquel que es foráneo y
lo sabe. Es una poesía que mira al pasado para buscar un territorio propio, un
‘lugar común’ que, finalmente, solo aparece en la propia literatura, en los
intersticios del texto.
“La única casa es la escritura” había escrito la autora Julia Kristeva... mi último libro trabaja esta idea, utilizando espacios como el jardín, la costa inglesa o, simplemente, las calles de Londres como lugares para ser apropiados y llenados de un sentido nuevo.
“La única casa es la escritura” había escrito la autora Julia Kristeva... mi último libro trabaja esta idea, utilizando espacios como el jardín, la costa inglesa o, simplemente, las calles de Londres como lugares para ser apropiados y llenados de un sentido nuevo.
¿Es más difícil ser poeta o periodista?
Ambos
ámbitos requieren del esfuerzo y el trabajo duro, de la dedicación y la
interrogación del mundo. Ambos piden observar, cuestionar, analizar lo que te
rodea. La poesía es una forma de ver al mundo con otros ojos, de transformarlo,
de darle nueva vida. En ese sentido tiene más que ver con el arte. Un poeta es
un artista. Requiere, además, de tiempos diferentes. En mi caso, un poema puede
tener varias etapas y borradores, hasta 10 o 15 en total. Y, muchas veces, un
poema puede evolucionar después de meses y hasta años. Como periodista la labor
es otra: comunicar, informar, dar a conocer. La velocidad y los tiempos son, en
general, más apremiantes. El formato puede condicionar, aunque también dar
muchas libertades. De algún modo la dificultad está en cómo usar el lenguaje y
cómo encontrar esa voz propia que te defina y defina el mundo que tratas de
explicar a tu alrededor. (I)
FUENTE:
Ecuador
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