«Los smartphones van a acabar con los flechazos»
La actriz
Nuria Gago se embarca en su primera aventura literaria con 'Cuando volvamos a
casa', una novela generacional en la que muestra las relaciones humanas al
desnudo
La primera aventura literaria de la actriz Nuria Gago (Barcelona, 1980),
comenzó a perfilarse hace ya una década con la escritura de un folio y medio en
un ordenador antiguo en casa de su padre. Un "vómito personal" que no
recuperó hasta dos años después, con 27 años, y siguió escribiendo de manera
intermitente hasta terminar el libreto de 'Cuando volvamos a casa' (Planeta),
su primera novela.
Curtida en series como 'MIR', 'Herederos'
o 'Amar es para siempre' en la actualidad, así como por sus trabajos en cine a
las órdenes de directores como Achero Mañas en 'Noviembre'; Gracia Querejeta en
'Héctor' -por la que fue nominada al Goya como actriz revelación- y Daniel
Sánchez Arévalo en 'Primos', Gago tiene claro que ella no es escritora sino
actriz, una actriz que ha publicado un libro, pero actriz al fin y al cabo.
"Nunca pensé que esto se fuera a publicar; lo escribía para mí en épocas
de parón para llenar el tiempo y ordenar la cabeza; todos los que nos dedicamos
a algo creativo tenemos una necesidad intrínseca de contar cosas y, cuando el
teléfono no suena, tratas de hacerlo de otra manera", explica Gago.
De esa manera, entre proyecto y proyecto,
fue pergeñando las historias cruzadas de los personajes que habitan en una
novela coral y de corte generacional, en la que, con un realismo desusado,
muestra las relaciones humanas al desnudo. "Están muy bien los cuentos que
nos queramos creer, pero el amor es otra cosa, dos personas que se encuentran y
se produce ese fogonazo; pero tú no dejas de ser tú y el conflicto llega en
algún momento", explica la actriz, que considera que vivimos en una
"sociedad de 'fast food'" en la que las redes sociales parecen haber
sustituido el encontrarse o el juego de la seducción. "La tecnología nos
está haciendo entrar en una caja complicada porque miramos continuamente una
pantalla pequeña y no vemos quién se sienta al lado. Tengo la teoría de que los
smartphone van a acabar con los flechazos".
Con este planteamiento, Gago va
introduciendo al lector en la vida de Paula, una joven que intenta hacerse
cargo de su vida y enfrentar sus miedos con la ayuda de Manu, su mejor amigo, y
Sergio, otro treintañero en busca de un hueco en el mundo. Explora también la
vida de Susana, que esconde un secreto ante Roberto, el hombre que ama; o la de
Álvaro, que cerró hace tiempo las puertas al amor; también la historia de
Laura, que se debate entre recuperar al padre de su hija o mirar hacia el
futuro.
Y sobrevolando todas estas historias, una,
la principal, la de una madre ausente que comparten tanto la actriz como la
protagonista principal de la novela. Un ejercicio de exorcismo en el que Gago
recuerda la pérdida de su madre cuando tenía apenas 12 años. "Necesitaba
hacer un exorcismo y de ahí nace el personaje de Paula, aunque luego inicie su
propio viaje. Pero sí compartimos el luto, la ausencia de una presencia
femenina en la casa y cómo cambia el universo infantil en el que lo más
importante deberían ser los deberes o la merienda".
Pasa de los príncipes azules a la realidad
del amor, a la falta de esfuerzo que las nuevas generaciones le echan al amor
para que florezca y muchas más cosas que chico conoce chica.
Cambio generacional. Vivimos en una
sociedad de fastfood, de consumo rápido, hoy en día no conoces a alguien pero
pasas del Facebook al whatsapp, te lo dices todo sin mirarte a los ojos y luego
ya quedas... ¿qué ha pasado con el encontrarse o con la seducción? La
tecnología nos está haciendo entrar en una caja complicada. Miramos una
pantalla pequeña todo el rato, en el metro, y no vemos a quien se sienta al
lado. Tengo la teoría de que los smartphone van a acabar con los flechazos.
Quería hablar de abrir y cerrar puertas, de todas las historias de las que
estamos rodeados pero que no vemos.
Nunca pensé que esto se fuera a publicar,
lo escribía para mí en las épocas de parón para llenar el tiempo y ordenar la
cabeza, todos los que nos dedicamos a algo que es creativo hay una necesidad
intrínseca de andar contando cosas y cuando el teléfono no suena, tratas de
hacerlo de otra manera. Siemrpe fue algo muy personal pero al ser historias
cruzadas podía ir añadiendo personajes sin parar y me puse una fecha límite.
Todo fue muy espontáneo, se lo mostré a mis amigos y me dijeron que lo moviera,
así que se lo pasé a dos agentes literarios en Barcelona, Silvia Abastos y
Carlota Turrens. Les gustó la novela y a los pocos meses me dijeron que se
publicaba con Planeta.
Era una locura pero estoy muy feliz.
Empecé a escribir hace muchos años. Un día escribí una página y media y allí se
quedó durante años pero un día necesitaba hacer un vómito personal y años más
tarde encontré el archivo y empezaron a aparecer personajes. Ha sido todo muy
espontáneo, no he estudiado dramaturgia ni tenía un esquema literario en mente,
solo escribir historias que a mí me podrían interesar: historias intimistas,
muy pequeñas, el tipo de cine y lectura que yo consumo.
El primer texto lo escribí con 25 años, lo
retomé a los 27, a los 30 y hasta los 35 no lo terminé. Una evolución personal
que ha aprovechado para alimentar a sus personajes. "He ido corrigiendo
cosas con el tiempo, expresiones que ya no pegaban".
Las musas me han acompañado un poco y veía
a los personajes con claridad, sus emociones, sus torpezas. Pasa de los
príncipes azules a la realidad del amor, a la falta de esfuerzo que las nuevas
generaciones le echan al amor para que florezca y muchas más cosas que chico
conoce chica. "Están muy bien los cuentos que nos queramos creer pero el
amor es otra cosa, dos personas que se encuentran y hay ese fogonazo y esa
sensación de dependencia y necesidad del otro pero tú no dejas de ser tú y el
conflicto llega en algún momento. Que te esfuerces no significa que vaya a
salir adelante pero al menos se ha intentado".
Cambio generacional. Vivimos en una
sociedad de fastfood, de consumo rápido, hoy en día no conoces a alguien pero
pasas del Facebook al whatsapp, te lo dices todo sin mirarte a los ojos y luego
ya quedas... ¿qué ha pasado con el encontrarse o con la seducción? La
tecnología nos está haciendo entrar en una caja complicada. Miramos una
pantalla pequeña todo el rato, en el metro, y no vemos a quien se sienta al
lado. Tengo la teoría de que los smartphone van a acabar con los flechazos.
Quería hablar de abrir y cerrar puertas, de todas las historias de las que
estamos rodeados pero que no vemos.
FUENTE: EL DIARIO VASCO.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario