Juan Goytisolo, el
escribidor de la memoria
El premio Cervantes ha denunciado las heridas que nos
sangran. Esa es la mejor manera de cerrarlas. Ese es el trabajo de un escritor:
poner puntos de sutura en las heridas de su patria, aunque duela
Juan Goytisolo, en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de
Henares
Cuando a este apátrida, nacionalista tan sólo del territorio
donde reina desde hace 400 años el gran monarca del español, don Miguel el de
Lepanto, se le pide el pasaporte en los territorios de la desgracia, tan sólo
dos palabras: nacionalidad cervantina. Goytisolo no cree en los textos sagrados, ni Biblia, ni Corán, ni
Torá. Esos son para él palabras muy menores, que hablan de venganza, de yihad,
de intolerancia.
Su libro sagrado son «Las Mil y una Noches». Porque Juan Goytisolo es un contador de historias, un escribidor, como León Felipe, del éxodo y del llanto. No suelen ser alegres sus
historias, nunca lo fueron y nunca lo serán.
Su trauma durante 77 de
sus 84 años tiene forma de obús caído una mañana de 1938 en el centro de
Barcelona. Y sólo es un escribidor con nombre de obús, un obús que le mató a el
y a sus hermanos, Luis y José Agustín, como nos mató a millones de españoles.
Goytisolo no ha olvidado, quién
sabe si ha perdonado; sus paisanos nos hemos entregado a la causa del futuro.
Quién sabe quién tiene la razón. En una cárcel como mi abuelo, como el suyo en
la trinchera de enfrente. Pero, se quiera o no, la obra literaria de Juan Goytisolo es trascendentalísima y es tan española como los cascos
de rocinante o los pechos airados de la lozana andaluza.
Cervantes nos enseñó el camino, el camino del sueño y el brujo
de no aceptar el mundo como es, sucio, hostil, injusto y creyó en una edad de
oro para nuestra dolida patria y nuestra especie. Goytisolo, y usted, y yo,
queremos esa patria de sueños e ilusiones donde todos tengamos algo de
esperanza que llevarnos a la boca. Creemos en las palabras, en las de Cervantes y en las de este autor ahora premiado.
Queremos que los molinos de viento refresquen estos páramos en
los que tan a menudo deambula nuestra tierra. Queremos correr con donQuijote y con Goytisolo, con nuestras señas
de identidad en el corazón, creyendo en que las sílabas también nos dan de comer,
creyendo que la historia se escribe en las páginas en blanco cada día, como ha
hecho Goytisolo en sus libros hermosos.
Queremos ser siempre quijotescos en cada ahora y hacer como
santa Teresa un afán de cada minuto. Juan
Goytisolo reivindicó al conde
don Julián, la tolerancia, aunque viva en exiliado un país de puertas cerradas
y candados abiertos. Le exigimos a Goytisolo, se lo exigimos a todos, me lo
exijo a mí mismo lo que dijo Dámaso
Alonso, otro olvidado en esta tierra amnésica llamada España, sigamos
siempre siendo oposición.
No olvidar no nos convierte en resentidos. Perdonad nos
convierte en ciudadanos. Juan
Goytisolo es tan español como
los mates de Gasol, como un revés a dos manos de Nadal. Qué le vamos a hacer si
a España le da por dolernos. El señor Goytisolo ha denunciado las heridas que
nos sangran, esa es la mejor manera de cerrarlas. Ese es el trabajo de un
escritor, de un escribidor, poner puntos de sutura en las heridas de su patria,
aunque duela. Seamos escribidores, seamos paz y palabra. Enhorabuena, Juan Goytisolo, escribidor de
la memoria.
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