Fabuloso fresco de
Napoléon
Anthony
Burgess construyó un relato irónico, rebosante de humor, pero basado en un
profundo conocimiento de la historia
En su libro de
entrevistas Visitando a Mrs. Nabokov y otras
excursiones(Anagrama), Martin Amis relata un inolvidable encuentro
con Anthony Burgess en Mónaco. Su perfil acaba con el siguiente párrafo:
“Volvió a casa, recogió la cocina, limpió el salón, escribió dos críticas de
libros, el tratamiento de una película y un concierto para flauta, acabó su
columna de jardinería para el diarioPravda,
dictó su página sobre surf al Sydney Morning Herald,
probó una máquina de diálisis para luego contar la experiencia en EL PAÍS,
antes de sentarse y ponerse a trabajar de verdad”. Me parece difícil encontrar
una definición mejor de Burgess, un autor inabarcable, cuyos libros provocan
una y otra vez la misma perplejidad: ¿cómo puede escribir con tanta solvencia
sobre tantas cosas?
Conocido ante todo por La
naranja mecánica, la fábula distópica sobre la ultraviolencia que
Stanley Kubrick llevó al cine, Anthony Burgess (Manchester, 1917-Mónaco, 1993)
es autor de más de 30 novelas, entre ellas algunas tan importantes como Poderes
terrenales, el relato de un escritor al final de sus días a través
del que recorre la historia del siglo XX y unas cuantas cosas más (desde el
papado de Juan XXIII hasta lo que representa el éxito en literatura). Pero
además era un articulista infatigable, un erudito lingüista (Jean-Jacques
Annaud le fichó para escribir los diálogos de En busca del fuego, su
película sobre la prehistoria) y un autor de notables ensayos literarios.
Burgess era también católico, conservador y anarquista a la vez. Y, como bien
señala Martin Amis, un compositor profesional.
La estructura de Sinfonía
napoleónica, la novela que Acantilado acaba de rescatar en una
traducción de Agustina Luengo, está basada en la Heroica
de Beethoven. El libro es un fabuloso fresco de Napoleón y de su
corte, lleno de personajes cargados de vida, empezando por el propio emperador.
Burgess construyó un relato irónico, rebosante de humor, pero basado en un
profundo conocimiento de la historia y en un insolente talento narrativo. La
obra está dedicada a Stanley Kubrick, que quiso, pero nunca logró, dirigir una
película sobre Napoleón. El cineasta era un perfeccionista enfermizo y el
lector tiene la sensación de que Burgess también lo era, aunque no se le note:
parece que su novela está escrita sin esfuerzo, quizás porque su narración
nunca se detiene, avanza arrolladora en todo momento. Al terminar la lectura,
sabiendo además que entre medias Burgess ha escrito una entrada para la Enciclopedia
Británica sobre el
indoeuropeo (y seguramente en indoeuropeo), uno se pregunta de nuevo: ¿cómo lo
hará?
FUENTE: EL PAÍS
No hay comentarios:
Publicar un comentario